¿A qué viene tanto alboroto por dos grados centígrados? Ése es el aumento de temperatura al que 195 países acordaron limitar el calentamiento del planeta en la conferencia sobre el clima celebrada en París en 2015. Puede parecer poca cosa. Después de todo, un aumento de 2°C, de 4,4 a 6,4°C, no nos hará cambiar nuestros suéteres de lana por pantalones cortos y camisetas sin mangas. No nos hará declarar que la primavera ya llegó ni quejarnos de los calorones del verano. Apenas si lo notamos.
Pero lo cierto es que en los últimos 10.000 años —la duración de toda la civilización humana y más— las temperaturas del planeta han fluctuado en apenas un grado centígrado. En comparación, la vertiginosa industrialización que se ha venido desarrollando durante el último siglo ha causado casi tres cuartas partes de ese aumento, o 0,7°C. Eso representa un ritmo casi diez veces más rápido de lo que experimentó el planeta durante los 5.000 años siguientes a la última era de hielo. Un aumento de 4°C, que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU considera enteramente posible antes del año 2100, nos acercaría peligrosamente al aumento de temperatura de 4,5-7 °C que nos separa de la era en la que una gran masa de hielo cubría la mayor parte de Europa y Estados Unidos.
Los procesos físicos y biológicos del planeta son extremadamente frágiles y sensibles a la temperatura, y ya estamos comenzando a ver la transformación en un mundo más cálido. En Centroamérica, el número de huracanes ha aumentado de 15 en la década de 1980 a más de 35 desde el comienzo del siglo. La sequía ha inutilizado la producción hidroeléctrica en Venezuela y Brasil. Ha acabado con grandes cantidades de ganado y flora y fauna silvestre en Colombia. La superficie de los glaciares andinos se ha reducido en 15% y el gran arrecife coralino mesoamericano, que se extiende a lo largo de 1.100 kilómetros desde la Península de Yucatán hasta las Islas de la Bahía de Honduras, acusa los efectos del calentamiento de las aguas marinas y su acidificación causada por el dióxido de carbono, lo que amenaza a cientos de especies marinas.
La situación empeorará mucho más a medida que las temperaturas sigan subiendo, porque hasta pequeños aumentos pueden producir una gran diferencia. En América Latina y el Caribe hay más de 450 millones de personas que viven a menos de 200 kilómetros de la costa. Un informe del IPCC preparado en 2014 advierte que las marejadas ciclónicas y las inundaciones —sin contar los huracanes— se irán volviendo cada vez más graves, y que golpearán con gran fuerza a la región del Río de La Plata entre Argentina y Uruguay. El arrecife coralino mesoamericano puede quedar destruido para mediados de siglo, causando pérdidas anuales de cientos de millones de dólares a las industrias turística y pesquera, así como enormes costos de protección de litorales tan solo en Belice. Las pérdidas de productividad en cultivos de maíz, frijol y arroz, junto con un aumento de las afecciones del cafeto, pueden resultar especialmente devastadoras para Centroamérica. Según el informe, pueden afectar a los habitantes más pobres de la región y aumentar los índices de malnutrición crónica.
Las ciudades tampoco están a salvo. Como reveló un blog reciente y un estudio del BID, los grandes movimientos migratorios de zonas rurales a centros urbanos causados por el cambio climático amenazan con aumentar las emisiones, a medida que más y más gente accede a aparatos electrónicos y electrodomésticos, con el concomitante consumo de energía eléctrica. A su vez, eso va a acrecentar los efectos del calentamiento del planeta y empeorará todo, desde el transporte hasta las instalaciones de atención médica y educación. Los servicios alimentarios, las compañías de seguro, el comercio minorista y mayorista, y el sector inmobiliario también pueden verse perjudicados. Como se explicó en otro blog reciente y estudio del BID, un aumento de 1° Fahrenheit de la temperatura promedio de verano en Estados Unidos entre 1997 y 2011 causó una disminución de la tasa de crecimiento del comercio minorista de 0,241 puntos porcentuales y del sector de servicios alimentarios y de establecimientos de bebidas de 0,387 puntos porcentuales.
La región ya está trabajando para crear especies vegetales resistentes al calor y sistemas de riego más eficientes. Vastas campañas de reforestación están ayudando a conservar recursos hídricos. Y ya hay sistemas de transporte menos contaminantes y más eficientes en servicio desde Bogotá hasta Curitiba. Pero en muchos lugares del mundo todavía se requiere urgentemente avances como la construcción de edificios que usen menos electricidad y el reforzamiento de las estructuras de protección contra la acción del oleaje, como rompeolas, malecones, diques y escolleras, así como toda una serie de otras medidas de adaptación, para hacer frente a los estragos que se avecinan.
En última instancia, el desafío para la región y el resto del mundo está en mantener las emisiones de carbono en niveles bajos. La comunidad científica acuerda abrumadoramente que, dados los objetivos de reducción de las emisiones suscritos en París, el mundo no podrá limitar el aumento de las temperaturas a los 2°C asumidos como compromiso para este siglo. El aumento podría llegar a 1,5°C en tan solo una década. Entonces, un aumento de dos grados no es tan poca cosa, después de todo. No es más que una parada en el camino hacia un posible calentamiento de cuatro grados y una catástrofe este siglo, a menos que la comunidad internacional redoble formidablemente sus esfuerzos.
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