Las mujeres en América Latina y el Caribe han logrado avances significativos en los últimos 30 años. La mortalidad materna durante el parto ha disminuido a más de la mitad, las mujeres jóvenes tienen un nivel educativo ligeramente superior al de los hombres jóvenes, y la región registró la mayor tasa de convergencia entre la participación masculina y femenina en la fuerza laboral en el período 1990 – 2015, en comparación con otras regiones del mundo. No obstante, se siguen reportando muchos casos de maltrato doméstico, y existen notorias diferencias entre hombres y mujeres en materia de salarios, estabilidad laboral, distribución del trabajo no remunerado en relación con tareas domésticas y cuidado de los niños. Y, aparte de eso, la pandemia COVID-19 puede estar agravando aún más la situación de la mujer en esos ámbitos, lo que revela una enorme necesidad de hacer frente a este asunto en medio de una de las mayores crisis económicas y de salud en muchas generaciones.
Existe evidencia de Estados Unidos que sugiere que en los países desarrollados la pandemia está afectando de manera desproporcionada el lugar que ocupan las mujeres en el mercado laboral, ya que tienden a estar sobrerrepresentadas en los sectores más afectados como servicios, educación, entretenimiento y turismo. Lo mismo parece ser cierto en América Latina y el Caribe. Como queda claro con la reciente Encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus y el Gráfico 1 abajo, las mujeres solteras tienen más probabilidades que los hombres solteros de declarar que al menos un adulto de su hogar ha perdido su fuente de ingresos durante la pandemia. Existe una brecha similar, aunque más pequeña, en lo que respecta a las mujeres casadas en relación con los hombres casados.
Gráfico 1: porcentaje promedio de encuestados en edad de trabajar que perdieron su trabajo o cerraron su propio negocio durante el mes anterior a la encuesta, por Género
Fuente: Cálculos del personal del BID basados en datos de la Encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus.
Nota: Promedio regional del porcentaje de encuestados en edad de trabajar (18 a 64 años) que declaran que al menos un miembro de la familia ha perdido su empleo o ha cerrado su propio negocio a petición de las autoridades locales o debido a la falta de demanda, el mes anterior a la encuesta. Promedio para ALC sobre la base de los 17 países incluidos en la encuesta, excluyendo a Chile.
Más allá del mercado laboral
Las desigualdades durante la pandemia no son solo un reflejo del mercado laboral. También tienen que ver con las decisiones que se toman en los hogares mientras las familias se adaptan al choque de la pandemia, y los roles de género influyen considerablemente en ello. Por ejemplo, durante el confinamiento, la carga de las tareas domésticas y del cuidado de los niños y de personas mayores aumenta, y se espera que las mujeres asuman gran parte del trabajo adicional debido al papel que se les atribuye como cuidadoras principales. Una encuesta reciente en el Reino Unido sugiere que las madres, en relación a los padres, perdieron más sus empleos durante el confinamiento. Pero ellas además han asumido la mayor parte de la carga en materia de tiempo y esfuerzo necesarios para realizar las tareas domésticas y atender el cuidado de los niños.
El panorama es aún más desalentador en América Latina y el Caribe. El tiempo dedicado a las tareas domésticas era incluso más desigual antes de la pandemia. Durante el confinamiento, las mujeres han sido las únicas responsables de realizar las labores domésticas no remuneradas en muchas áreas, según datos de la Encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus. Por ejemplo, mientras que dos tercios de las mujeres encuestadas afirmaron ser las únicas a cargo de realizar las tareas de limpieza y cocina, menos de una cuarta parte de los hombres afirmaron hacerlo (véase el Gráfico 2). Las mujeres además han soportado la mayor parte de la carga adicional del cuidado de los niños: cerca del 60% de las mujeres encuestadas afirmaron ser las únicas responsables de la educación de sus hijos en el hogar, en comparación con solo el 14% de los hombres.
Gráfico 2. Porcentaje de encuestados que son exclusivamente responsables de las tareas domésticas no remuneradas durante el confinamiento, por Género
Fuente: Cálculos del personal del BID basados en datos de la Encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus.
Nota: En el caso de encuestadas y encuestados por separado, se informa la proporción promedio de encuestados que declararon ser responsables exclusivamente de cada tarea del hogar.
En otras palabras, la pandemia no ha incentivado a los hombres a participar más en las tareas domésticas. Todo lo contrario: la distribución desigual de estas tareas parece haber empeorado, poniendo en riesgo la igualdad de género en la región.
Abuso doméstico durante la crisis de la COVID-19
Las mujeres también son más vulnerables al abuso emocional, físico y sexual durante el confinamiento. Por un lado, la pérdida de ingresos puede reducir su poder de negociación en el hogar. Por otro lado, el repentino aumento del nivel de contacto interpersonal en el hogar, el aislamiento forzoso, así como el estrés y la ansiedad añadidos, tanto a raíz de la crisis de salud pública como de la pérdida de ingresos, exacerban los conflictos familiares y la violencia doméstica.
Durante el confinamiento, las mujeres tienen menos acceso a sistemas de apoyo y menos vías para reportar y escapar de situaciones en las que son víctimas. Varios gobiernos de la región han registrado grandes aumentos en el número de llamadas a las líneas de ayuda contra el maltrato.
Está claro que medir la prevalencia de la violencia doméstica a menudo resulta ser una tarea difícil, propensa a múltiples problemas de datos inexactos. Por ejemplo, el número creciente de llamadas a líneas de ayuda reportando maltrato puede coincidir con una caída en los reportes presenciales. Por otro lado, durante un confinamiento, obtener información precisa resulta aún más difícil debido a la repentina y drástica pérdida de privacidad en el hogar. No obstante, la reciente encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus reveló que, en promedio, el 15% de las mujeres experimentaron un aumento en los niveles de violencia doméstica durante la semana anterior, en relación con una situación de normalidad (sin confinamiento). Esto concuerda con los resultados que documentan un aumento de la violencia de pareja en áreas rurales de Uganda y Argentina.
Como se muestra en el Gráfico 3, las mujeres de menores ingresos tienen más probabilidades de experimentar peores conflictos y violencia doméstica durante la crisis de la COVID-19.
Gráfico 3. Porcentaje de mujeres que declaran un aumento de conflictos y violencia doméstica
Fuente: Cálculos del personal del BID basados en datos de la encuesta BID/Cornell sobre el coronavirus.
Nota: Porcentaje de hogares que declaran que el conflicto y la violencia en su hogar ha aumentado en relación con la situación antes a la pandemia.
Estudios recientes nos permiten entender mejor la forma en que la violencia se manifiesta durante la crisis, enfatizando en la profunda huella psicológica que la pandemia puede dejar. Un estudio para Argentina explora las variaciones en el momento en que se aplicaron las políticas de cierre, y muestra que el confinamiento condujo a la sustitución de la violencia física por la violencia psicológica. Entretanto, un estudio realizado en Estados Unidos sugiere que la pandemia desató episodios de violencia doméstica incluso en familias sin antecedentes de violencia intrafamiliar.
Se necesitan más estudios sobre la COVID-19 y las brechas de genero
Las políticas de recuperación requerirán que se estudie y se aborde el problema de las distintas desigualdades de género. Estudios sobre si la pandemia u otras crisis económicas refuerzan o debilitan las normas sociales con sesgo de género, incluso con respecto al trabajo, serán cruciales para el diseño de políticas. Por ejemplo, en las próximas fases de reapertura económica, las mujeres estarán en desventaja si las guarderías y las escuelas permanecen cerradas, ya que es menos probable que puedan reintegrarse a la fuerza laboral. De hecho, estudios recientes, basados en modelos, sugieren que las mujeres trabajadoras pueden tener más probabilidades de perder sus empleos debido al cierre de guarderías y escuelas. Eso significa que mientras trabajamos en el programa de recuperación, debemos proponer estudios que utilicen los nuevos datos disponibles para documentar el vínculo causal entre el cuidado de los niños y el cierre de escuelas durante la crisis.
América Latina y el Caribe ha avanzado en varios temas de la mujer en los últimos años. Pero necesita hacer mucho más. Los gobiernos deben, ahora más que nunca, hacer hincapié en políticas que reduzcan las diferencias entre hombres y mujeres. No podemos darnos el lujo de echar por la borda tantos años de progreso.
Nota: Nos gustaría agradecer a Julián Messina, Matías Busso, Ana María Ibáñez, Caridad Araujo, Suzanne Duryea y Monserrat Bustelo por sus esclarecedores comentarios.
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