Algunos errores son difíciles de olvidar, y más aún cuando los cometes en un idioma distinto al tuyo. Al crecer como una finlandesa sueco-parlante, recuerdo con claridad cuando le dije a todos en mi primera clase de finlandés que “Yo era una pelota” en vez de “Tengo una pelota”. Y aunque mi historia ocurrió en Finlandia, mi experiencia puede parecerse a la de millones de niños en América Latina y el Caribe que entran a un sistema educativo que habla un idioma distinto al suyo. ¿Cómo asegurarnos de que ellos también reciban las oportunidades que necesitan para alcanzar su máximo potencial?
En febrero, la UNESCO celebra el Día Internacional de la Lengua Materna para destacar la importancia del dominio de esa lengua para adquirir las habilidades básicas de lectura, escritura, y matemáticas. En Finlandia, el sueco es, junto al finlandés, un idioma oficial que solamente hablan 300.000 personas (cerca del 5.5% de la población). Desde la educación temprana hasta la universidad, yo tuve la oportunidad de “aprender a aprender” en mi propio idioma, utilizando conceptos que me eran familiares y que entendía en su totalidad, no solo a medias. Mis maestros podían entonces usar el tiempo para explicarnos contenidos más complejos, en vez de asegurarse que todos entendieran las instrucciones básicas. Los recursos de aprendizaje estaban también en mi lengua materna y, además, los maestros mismos se habían formado en su primer idioma. Esta realidad todavía elude a maestros alrededor del mundo.
El aprendizaje de un idioma puede tomar diferentes formas, y el juego es tal vez una de las más efectivas para un niño. Una opción que se ha probado en Finlandia y que fácilmente podría inspirar a países de América Latina y el Caribe es la organización de grupos bilingües para niños, especialmente en educación temprana donde participan dos profesores, cada uno hablando su idioma o un idioma distinto. De esta manera, los niños se van acostumbrando a recibir instrucciones y a trabajar en otro idioma en un ambiente que es seguro, familiar y menos hostil.
Cuando los niños pueden adquirir las competencias básicas en su propio idioma, se les está equipando para que puedan aprender durante toda su vida. Desde el BID apoyamos a programas como Tikichuela en Paraguay que desarrollan y emplean materiales instruccionales en español y guaraní, logrando mejorar los resultados en habilidades matemáticas tempranas. Siguiendo este ejemplo, países como Panamá han comenzado a desarrollar una metodología radio-interactiva de matemáticas enfocada en preescolar. Otra iniciativa similar es MiMate en Perú que promueve la adquisición de competencias matemáticas tempranas en niños de preescolar con estrategias en quechua y español. Similares a los resultados vistos en Tikichuela, la evidencia muestra que después de un año los niños que fueron parte de MiMate mejoraron sus habilidades matemáticas en comparación a sus pares que no.
Una educación multilingüe es una apuesta por promover la igualdad de oportunidades y la inclusión; se trata de fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia. El propósito principal no es cuestionar la importancia de dominar el idioma mayoritario con fluidez, sino de proporcionar a los niños los espacios seguros que necesiten para aprender y desarrollarse efectivamente. Al mismo tiempo, aprender en tu propio idioma te genera motivaciones para aprender, estar más seguro de ti mismo y mantenerte en el sistema escolar, lo que a la larga podría mejorar el desempeño académico y reducir las posibilidades de repetición y abandono.
¿Cuáles son algunas acciones que se pueden tomar para mejorar el aprendizaje de los niños en América Latina y el Caribe que estudian en su segundo o tercer idioma? Únete a la conversación y comparte tus opiniones a través de @BIDEducación.
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