Hace exactamente un año, emprendí con mi familia el retorno a mi querida Argentina, luego de casi 16 años de vivir entre Estados Unidos y Canadá. Me fui sin hijos, volví con 3. Y, como todos los padres, lo que más me preocupaba antes de mudarme era su inserción en la nueva vida. Un componente crucial de dicha inserción: el ambiente escolar.
Según mi experiencia, los estándares mínimos, tanto en Canadá como en Estados Unidos, son muy claros. Una escuela sin agua corriente o electricidad no se habilita. Todas las escuelas tienen agua, electricidad, techos, pisos de material, paredes y ventanas funcionales, aire cuando hace calor y calefacción en invierno. Sin contar las salas de usos múltiples, gimnasios y salas de profesores. Uno pensaría que estos mínimos niveles de suficiencia también se cumplen en nuestra región. Lamentablemente no es así.
La diferencia que encontramos con la mayoría de los países de nuestra región es notoria. Nos sigue sorprendiendo ver en los diarios con demasiada frecuencia que hay niños y jóvenes en nuestra región que van a clase en escuelas sin terminar, con pisos de barro y sin techo. Que toman clase a la intemperie con más de 30 grados de temperatura, o que el techo les gotea cuando llueve, arruinando sus libros y materiales.
Los datos lo corroboran: en un estudio del BID, que escribí con mis colegas Jesús Duarte y Mariana Racimo, encontramos que una proporción inaceptable de niños asisten a escuelas con infraestructura inadecuada. Y no sólo eso, sino que los recursos de infraestructura escolar están distribuidos de forma inequitativa, y los más desfavorecidos son los niños que viven en los hogares más pobres y los que viven en zonas rurales.
Por ejemplo, el 40% (¡!) de los niños de la región asisten a escuelas sin niveles suficientes de agua y saneamiento. Es decir, no tienen alguno de estos elementos: agua potable, cloacas, alcantarillados, baños en buen estado o recolección de basura. Algo impensable para muchos de nosotros, pero tristemente, es una realidad para demasiados de nuestros niños.
Si sólo miramos a los más pobres, el porcentaje sube al 75%. La inequidad en el acceso a infraestructura adecuada se exacerba cuando miramos la conexión a los servicios de electricidad y teléfono: mientras el 92% de los niños más ricos tienen conexión suficiente, sólo el 40% de los niños más pobres la tienen.
¿Cómo podemos pretender que esos niños aprendan? No podemos pedirles que concentren todo su potencial en leer, resolver problemas de matemáticas, hacer experimentos de ciencia, fortalecer su instrucción como buenos ciudadanos si ni siquiera le damos lo mínimo indispensable.
Y ¿Cómo disminuiremos las brechas de aprendizaje y daremos a todos las mismas oportunidades, sin importar el nivel de ingreso de los padres? ¿Consideramos eso una educación digna? ¿Para dónde estamos mirando mientras estos niños asisten a la escuela en estas condiciones? ¿Cómo puede ser nuestro criterio de suficiencia tan diferente al de los países desarrollados? ¿Cómo podemos ser parte del cambio?
Como adultos y personas involucradas en el sector educativo, tenemos que hacernos estas preguntas. Es nuestro deber darles una respuesta más temprano que tarde. Necesitamos que los responsables de nuestros sistemas educativos se replanteen qué es digno, qué es suficiente para que nuestros niños y jóvenes puedan aprender.
Afortunadamente, mis hijos tienen acceso a buenos docentes, buenas escuelas públicas que satisfacen todos los estándares mínimos, pero me da mucha pena no poder decir lo mismo para todos y cada uno de los niños y niñas de nuestra región. ¿Cómo hacemos para lograrlo?
Los invito a visitar nuestro portal CIMA donde podrán encontrar datos no sólo sobre el acceso a la infraestructura escolar en la región sino a múltiples temas relacionados que pueden facilitar el diálogo que nos ayude a discernir qué es lo mínimo indispensable para nuestras escuelas.
Entrada por Florencia Jaureguiberry, consultor de la División de Educación en el Banco Interamericano de Desarrollo.
En países como Venezuela la educación es limitada por pensums impuestos por razones políticas, es decir, las materias cientificas llevan años enseñando lo mismo, casi no se promueve a la investigación y todo es solo estudiar de los textos lo que se va a evaluar sin que se realizen análisis, discusiones o de expresar argumentos para defender o refutar los tópicos o temas que se estudien en el momento. A esto le sumamos el factor social del bullying…en las sociedades latinoamericanas ser muy inteligente parece ser malo, lo digo por que para muchos alumnos es inaceptable que alguien del entorno sepa más, los castigan y etiquetan por ser diferentes y hasta los agreden solo por burlarse o por que el resto piensa que se creen superiores. Es un problema real, parte de lo social es también que los profesores siguen enseñando lo mismo, ganan muy bajos sueldos, la infraestructura no siempre es la adecuada, nunca hay fondos para laboratorios, ferias de ciencias, inclusive para infraestructura deportiva en un país donde lo político supera lo social siempre ven estas cosas como gastos, cómo que invertir en los estratos más bajos de las sociedades no es rentable y es más fácil crear dependencia de limosnas acompañadas de todo tipo de vicios por falta de supervisión.
Cada ves más y más niños se ven estigmatizados por no encajar dentro del molde (fabricado) mediocre, anestesiados y enfocándolos de forma limitada, en tareas únicas no innovadoras y pasadas de tiempo sin dar a conocer la evolución, realidad y visión futurista para desarrollar verdaderos programas de aprendizaje que en realidad logren los objetivos obligando a los alumnos a someterse sin cesar a pruebas estandarizadas eliminando el margen para la creatividad e imaginación de los alumnos sin oportunidad alguna u oportunidad para expresar su individualidad y su genio. Es por esto que la educación en Latinoamérica se convierte en una experiencia muy tediosa, elevando así la tasa de deserción obligados por una mala situación económica familiar.
Nuestro sistema educativo ha logrado socavar la mete de muchas familias, hay que reanalizar los principios fundamentales de la educacion, no podemos seguir promoviendo la deserción escolar y los vicios en este entorno (loterías, alcohol, juegos de azar, drogas, FALTA DE OPORTUNIDAD) mucho menos por estupideces sociales o políticas según el país donde se encuentre. Una educación integral es posible, hay modelos a seguir muy innovadores pero porque no lo cambiamos? Por que no decidimos y tomamos la batuta de querer ser mejores??? Creo que cualquier país puede ser una potencia pero los patrones ya establecidos lo impiden y es por esto que debemos unificar el criterio para mejorar la educación en todos lo niveles y en cualquier país que lo necesite ya que somos los ciudadanos los que hacemos la diferencia. Gracias!