El martes pasado les conté sobre algunos estudios, específicamente sobre Jamaica, que fueron presentados en la Conferencia “Promises for Preschoolers: Early Childhood Development and Human Capital Accumulation” que se desarrolló en Londres la semana pasada. Hoy quiero compartir algunas impresiones sobre algunas otras presentaciones (sobre todo aquellas relacionadas con Latinoamérica) que se hicieron en esta reunión.
Fue muy enriquecedor contrastar los resultados de dos proyectos recientes implementados en Colombia y Nicaragua que trabajan en la misma línea de evaluar los impactos de programas de visitas domiciliarias. El proyecto colombiano, presentado por Marta Rubio-Codina (y resultado de una colaboración con Orazio Attanasio, Emla Fitzsimons, Sally Grantham-McGregor y Costas Meghir), consistió en acompañar a un grupo de niños de entre 12-24 meses y a sus madres, durante un año y medio, con visitas domiciliarias semanales que enseñaban a las madres a estimular mejor a sus hijos (en un artículo anterior habíamos hablado ya sobre este estudio). Se implementó en 96 comunidades semi-urbanas (de entre 5 y 50 mil habitantes). La evaluación de este proyecto identifica un impacto positivo de las visitas domiciliarias sobre varias dimensiones del desarrollo infantil, mayor en magnitud para los niños que inician la intervención con más de 18 meses de edad que para los más jóvenes. Este impacto es de mayor tamaño para los hijos de madres con menores niveles educativos. Los investigadores documentan que el mecanismo a través del cual parece operar este efecto es mediante una mayor inversión de los padres y madres en sus hijos, reflejada en un ambiente del hogar de mejor calidad y en más recursos y materiales para que los niños jueguen.
El proyecto evaluado en Nicaragua fue presentado por Karen Macours (sus co-autores son Patrick Premand, Norbert Schady y Renos Vakis). Esta intervención fue implementada en una zona rural, con altos niveles de pobreza extrema, en donde la economía local depende fuertemente de la agricultura y se ve afectada con mucha frecuencia por episodios de sequía. La intervención acompañó a hogares con niños de entre 0 y 6 años con visitas domiciliarias quincenales. Dentro del diseño del estudio, se quiso investigar si existía un efecto diferenciado de incorporar al padre (y no solo a la madre) en las actividades de la visita, que buscaban promover mejores conocimientos y prácticas sobre el desarrollo infantil y la estimulación temprana. La intervención también ofrecía a cada hogar participante un paquete de juguetes y materiales para que los niños pudieran realizar actividades en su casa y además convocaba (con menor frecuencia) a reuniones comunitarias para abordar temas relacionados. Tras haber recibido, en promedio, 9-10 visitas domiciliarias, 2 reuniones comunitarias y los juguetes, los investigadores encuentran un impacto positivo sobre el desarrollo motor, cognitivo, social y sobre el comportamiento de los niños. Interesantemente, el impacto parece operar, sobre todo, a través del efecto que los papás participantes tienen sobre sus hijos varones. En cuanto a los mecanismos a través de los cuales opera este impacto, los autores sugieren que la intervención cambia ciertas actitudes de padres y madres con respecto al desarrollo infantil y a los roles de género en el juego, y que promueve maneras positivas para disciplinar a los chicos. También se observa que los adultos realizan más actividades con sus hijos y mejoran sus prácticas nutricionales como resultado de esta intervención.
Relacionado con el tema de las actitudes y creencias sobre el desarrollo infantil, hubo dos presentaciones muy interesantes, de proyectos que se encuentran iniciando. Emanuela Galasso presentó un avance de la evaluación de impacto del proyecto “Nadie es Perfecto”, en Chile (este trabajo es una colaboración con Pedro Carneiro e Italo López). A través de este proyecto, se busca aumentar la conciencia entre los padres sobre: (a) el efecto de sus acciones sobre sus hijos, y (b) cómo sus creencias sobre su propia capacidad como padres influye sobre los hijos. El proyecto identifica a través del sistema de salud a hogares en condición de vulnerabilidad y los acompaña con un ciclo de 6-8 sesiones grupales en las cuales se abordan estos temas a través de un currículo bien estructurado.
Por su parte, Flavio Cunha presentó un estudio que busca entender cómo la información y creencias de las madres sobre cuáles deberían ser los hitos de desarrollo de un niño afectan su propio esfuerzo e inversión en sus hijos (trabajo conjunto con Jennifer Culhane e Irma Elo). La hipótesis de este estudio (que se apoya ya en alguna evidencia empírica recogida a través de métodos muy originales por los autores) es que muchas madres tienen una percepción equivocada sobre los hitos del desarrollo infantil y tienden a pensar que los niños son capaces de tener ciertos logros más tarde de lo que en la realidad ocurre. Los autores argumentan que, de tener mayor y mejor información sobre los hitos de desarrollo y cómo sus hijos los están alcanzando o no, las madres de niños en desventaja invertirían más y mejores esfuerzos en estimular y apoyar a sus chicos.
Tras una discusión muy rica, los asistentes reflexionaron sobre los desafíos pendientes. Quiero comentar brevemente tres de ellos: (a) Persiste la necesidad de entender mejor las modalidades más costo-efectivas para llevar los programas de desarrollo infantil a escala. (b) Se habló del reto en términos institucionales que implica trabajar en desarrollo infantil en cuanto a coordinar acciones inter-sectoriales y sincronizar intervenciones que aseguren atención oportuna. (c) También se identificó la importancia de entender mejor las complementariedades dinámicas entre las diferentes intervenciones que pueden afectar el desarrollo en la primera infancia y el ambiente familiar.
María Caridad Araujo dice
Hola, quiero hacer una aclaración sobre el post anterior. El programa Nadie es Perfecto es una iniciativa importante que ha sido llevada a cabo por el Gobierno de Chile.