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Por María Caridad Araujo.
En el área del desarrollo infantil, todos conocemos intervenciones maravillosas que han sido implementadas con éxito por organizaciones locales en escalas muy modestas (una comunidad, una escuela, un centro comunitario). Pero, ¿qué sucede cuando decidimos llevar ese modelo a una escala mayor? Ocurre que nos encontramos con una serie de dificultades prácticas que pueden llegar a poner en riesgo la factibilidad y los resultados del programa.
Aquí te ofrezco algunas herramientas para anticipar y resolver este tipo de problemas:
- Identificación de los beneficiarios.
No se trata de reinventar la rueda. Aprovecha los sistemas de focalización con los que cuentan ya la mayoría de los países de la región, muchas veces asociados a otros programas de bienestar social como los de transferencias monetarias condicionadas.
- Disponibilidad de recursos humanos que cumplan con el perfil profesional requerido.
Esto es particularmente complejo cuando se trabaja en zonas rurales o dispersas. Requiere entender con anterioridad la oferta local de recursos humanos, ofrecer condiciones laborales atractivas y tener cierta flexibilidad en los procesos de selección. En el mediano plazo, requiere también trabajar con las instituciones de educación superior para asegurar que se produzca el personal que requiere el programa.
- Capacitar a escala.
Con frecuencia se cae en la tentación de sacrificar la duración, cantidad y calidad de las capacitaciones en el esfuerzo de hacerlas masivas. Este es un error que hay que evitar planificando adecuadamente los recursos y los cronogramas. Es indispensable seleccionar bien a las personas que llevarán a cabo las capacitaciones. También se requiere prever no solo la capacitación previa para el personal que se incorpora al programa, sino también diseñar procesos de capacitación continua.
- Supervisión y mentoría.
Parte de la capacitación continua, la supervisión y mentoría son esenciales para asegurar que la intervención se implemente con fidelidad además de ser una pieza clave del sistema de monitoreo y seguimiento del programa. Es importante invertir en la capacitación adecuada de los supervisores y proveer condiciones laborales atractivas y oportunidades de desarrollo profesional, de tal manera a minimizar la rotación de personal. La supervisión y mentoría deben realizarse en un ambiente constructivo ya que es deseable que el personal de campo no vea este como un espacio de evaluación constante ni que genere estrés. Por el contrario, es el espacio en el cual los supervisores demuestran el tipo de relaciones que se quiere construir entre proveedores y familia: de respeto mutuo y de apoyo.
- Producción y distribución de materiales.
Es indispensable conocer los procesos de compras públicas a fondo y anticipar los cronogramas de implementación de manera realista. Esto asegurará que el material esté listo y llegue a donde debe llegar antes del inicio del programa.
- Rotación frecuente del personal.
Este es un desafío común a los programas de desarrollo infantil en todo el mundo. Se puede mitigar con incentivos laborales adecuados (salarios y beneficios competitivos), con procesos de mentoría y supervisión de buena calidad y con oportunidades de crecimiento y desarrollo profesional para el personal del programa.
- La condena del éxito.
Puede ocurrir que si el programa alcanza una escala importante y opera con éxito, se convierte en una plataforma efectiva de llegada a las familias. En estas circunstancias, existe la tentación de otros programas y servicios sociales que han sido menos exitosos en ese proceso, de “sumarse” a esa plataforma para llegar a las familias con una oferta más amplia de servicios.
Es muy importante manejar ese proceso con cuidado pues se puede llegar a sobrecargar al programa original de componentes y al personal de responsabilidades, sacrificando el logro de los objetivos esenciales. Para prevenir este riesgo, recomendamos:
a. Manejar con cuidado las expectativas de otras entidades del sector;
b. Pensar en estrategias de articulación inteligentes que reconozcan las limitaciones de cada uno de los actores que se articulan;
c. Entender el costo y beneficio marginal de cada uno de los componentes del programa;
d. Identificar si todos los componentes considerados son necesarios para toda la población beneficiaria o si es posible diseñar esquemas diferenciados.
¿Se te ocurren otras consideraciones a tener cuenta? Compártelas con nosotros en la sección de comentarios abajo o siendo parte de la conversación siguiendo a @BIDgente en twitter.
María Caridad Araujo es economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
María Inés dice
Lo que se me ocurre es lo que estoy haciendo.
El supuesto de la existencia de una producción subjetiva del cuidado en salud – el cuál están estudiando desde la investigación cualitativa en atención primaria en Brasil – lo puedo confirmar desde el ejercicio de la praxis profesional, en lo que un consultor calificó como ‘ mi master -ad hoc – en gestión ‘.
El programa en cuestión se ocupó de la promoción del primer nivel de atención en salud materno infantil en territorios en los cuáles viven poblaciones en condiciones de pobreza estructural. Sus estrategias de interjursdiccionalidad e intersectorialidad con la participación comunitaria en el primer nivel de atención de los gobiernos locales, garantizaban el abordaje integral.
Trabajar en capacitación en servicio y coordinar una experiencia piloto de auditoría social en la cuál el auditor era la misma población objetivo, es la fuente de conocimiento colectivo que me permite confirmar la existencia de producción subjetiva del cuidado en salud, en educación, en los vínculos sociales y en el ‘ trabajo vivo’ de trabajadores, profesionales, funcionarios, cómo en la vida misma.
El ejercicio profesional durante 30 años en distintas áreas del gobierno nacional y 12 años en el gobierno local de una ciudad cosmopolita, me encuentran actualizando estrategias y propuestas a directoras, docentes y familias de instituciones educativas asistenciales que cuidan a los niños de 45 días a 4 años mientras sus padres trabajan.
Han sido algunos hechos de vulneración de derechos en los niños pequeños por los cuáles la necesaria articulación de distintos actores, sectores e instituciones tomando conciencia que cada hecho que se produce construye subjetividad e intersubjetividad en la red, es muy necesario. Acompañar a las instituciones hasta que se dinamice la dimensión humana que se juega en éste flujo de hechos, con los distintos actores y procedimientos que garantizan que nuestros niños sean amados como las personas que son por todos los adultos que los cuidan, es un trabajo artesanal en cómo nos relacionamos en el nivel interpersonal, intergrupal e interinstitucional. Entiendo que el proceso iniciado es lento y en algún momento se encontrará en campo con otros esfuerzos …. creo que éste movimiento sinérgico,es de abajo hacia arriba. Garantizarlo desde una escala más amplia, implica un cambio estructural en el cuál también está implicado lo actitudinal de cada persona que es parte del proceso.
Dice Winnicott : `la tercera parte de la vida de un ser humano, una parte de la cual no podemos hacer caso omiso, es una zona intermedia de experiencia a la cuál contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Se trata de una zona que no es objeto de desafío alguno….’
¿ cuántos podemos decir que nos ocupamos de nuestra realidad interior integrada a nuestro trabajo ? ¿ consideramos en las decisiones que tomamos, las cuáles producen hechos en la vida exterior que afectan la calidad de vida de niños y sus familias? ¿reconocemos que lo aplicaremos eficazmente en la vida de cada niño y su familia, si lo consideramos juntos ?
Rubén Gaete dice
Antes que nada señalar que me parece un buen articulo que nos da algunas pistas para llevar a escala intervenciones o proyectos que han resultado exitosos o han demostrado efectividad. Aportando al planteamiento del artículo, creo que llevar a escala algunas intervenciones o proyectos, no es solo repetir una acción o implementar una herramienta en una región diferente, implica además de repetir la acción o implementar una herramienta; mantener la perspectiva política, la potencialidad transformadora, los valores y principios del proyecto.
Por otro lado, no todo buen proyecto es susceptible de ser replicado, pues existen algunos atributos o virtudes que hacen que un proyecto sea replicable, por ejemplo su flexibilidad, bajo costo, su nivel de sistematización, adecuada simplicidad que facilite su comprensión, nivel de sostenibilidad, fuerte liderazgos individuales o colectivos que lo impulsen, tanto liderazgos iniciales como nuevos liderazgos que lo sostengan; entre otros.
Saludos desde Paraguay
IDA LUZ SOLIS MADRID dice
Muy interesante el articulo, gracias por compartirlo. Son medidas viables y productos de una práctica reflexiva. Puedo comprender que se ha tomado el trabajo de campo como un espacio privilegiado de aprendizaje y a los usuarios como protagonistas.
Jhony Heredia dice
Buenas propuestas en el artículo. Hay dos temas que en mi opinión también podrían incluirse para saber si es posible llevar un programa a una escala mayor:
1. La preparación de una línea base para medir y evaluar si es exitoso o no el programa, y que además éste sirva para detectar caracterizaciones y posibles dificultades de lograr la escala deseada. Los resultados podrían ser insospechados, y nos ayudaría a conocer la mejor ruta a seguir o la inconveniencia de continuar con la idea de una escala mayor.
2. La evaluación de la disponibilidad de recursos económicos y financieros, siempre escasos, para observar las limitaciones o licencias para producir “escalabilidad”.
Lucia van Isschot dice
Muchas gracias, María Caridad por compartirnos tus conocimientos y comentarios, y por permitirnos no sólo actualizar conocimientos sino reflexionar sobre la práctica. El curso “Políticas Efectivas en Desarrollo Infantil” recientemente culminado fue muy enriquecedor; al menos sentí que se ajusta a la realidad ecuatoriana, a la cual me debo.
Respecto a este artículo en el que nos aportas herramientas para “ampliar proyectos a escalas más abarcadoras”, éstas dependerán del rol y responsabilidades del lector. Desde la perspectiva del equipo técnico central, mi primera reflexión es que en esto hay que tener mucho cuidado. La mayoría de los servicios que actualmente se implementan desde los gobiernos muchas veces responden a decisiones precipitadas que, por exitosas que hayan sido en algunas poblaciones, no necesariamente responden asertivamente en otras condiciones sociales y culturales.
Desde esta primera óptica, los gobiernos con frecuencia cometen el error de invertir, buena parte de los escasos fondos destinados a la atención a la primera infancia, en grandes infraestructuras que no necesariamente responden a las condiciones geo-climáticas, estructurales y/o culturales de las poblaciones que potencialmente van a hacer uso de ésas. La infraestructura es importante pero, considero, más aún lo es invertir en aspectos sostenibles, tales como la formación del recurso humano y la construcción de una fuerte articulación intersectorial, en la que no sólo intervienen los gobiernos de turno y sus instituciones, sino también la población local.
Efectivamente, coincido en que, en las zonas rurales, la escasez de personal calificado, comprometido y que conozca la realidad y dinámica de los niños y las familias es evidente, lo que lleva a la movilización forzada y temporal de profesionales sin conocimiento de la cultura local. No se trata de reubicar profesionales de otros sectores sociales que al cabo de los pocos años emigra; se trata de seleccionar personal de la comunidad y capacitarlo técnica y teóricamente con apoyo y seguimiento de instituciones calificadas para ello (quizás sea esto lo que nos falta), para reforzar sus habilidades y conocimientos (técnicos, sociales, culturales, etc).
Al momento, el diploma se ha convertido en una medida de validación. Sí, la calificación certificada es un elemento primordial pero hay otros factores que no se miden y son esenciales, como es el compromiso con el sector y la comunidad.
Otro factor clave para la calidad es el involucramiento y capacitación de las familias. Hoy se ha podido comprobar (el BID mismo lo ha comprobado) que la participación familiar en los programas para la primera infancia es fundamental, especialmente en los programas para menores de 3 años. La madre/padre es la/el experto; el profesional guía, orienta, estimula, fortalece la confianza, revé las estrategias, favorece el cambio de actitud, provoca la reflexión y la autoconciencia.
Pero ¿qué cualidades deben desarrollarse en este profesional? En Ecuador se suele considerar al educador/a inicial como el profesional clave en la atención a la primera infancia; sin embargo, no se trata sólo de fortalecer el “desarrollo infantil”. En los servicios públicos de atención a la primera infancia aquél debe contar con herramientas que favorezcan el vínculo y la responsabilidad de la familia y comunidad; es decir, ello va a depender de las condiciones (carencias y oportunidades) del entorno y de las necesidades más apremiantes de las niñas y niños más pequeños. Me atrevería a decir que, en algunas localidades, especialmente en los sectores rural y/o urbano marginal, el personal de salud con habilidades en el trabajo familiar y comunitario podría jugar un papel preponderante. Aunque no queda duda que el profesional observador, sensible, con liderazgo y comprometido con el sector, cualquiera fuere su formación inicial, se forma en la práctica.
Un tema que con frecuencia mencionas en tu artículo y resulta importante que las autoridades analicen es la valoración, sostenibilidad, reconocimiento y condiciones laborales del personal responsable de los niños/as. La constante rotación del personal constituye un freno a la calidad, sostenibilidad y metas de los programas, aspecto que está estrechamente vinculado, entre otros, a la falta de flexibilidad de las leyes de contratación pública y a factores políticos, al menos en Ecuador.
Quedo muy de acuerdo con lo que expresas respecto de la importancia de la supervisión y mentorías, aspecto que está fuertemente condicionado al presupuesto del programa; es decir, no se toma en cuenta el número de técnicos dada la dispersión poblacional, la calidad de las vías, el costo de la movilización, entre otros factores, en los diferentes distritos organizados.
A todo ello se suma la tendencia de las instituciones públicas a universalizar normas, estándares, metodologías, horarios, estrategias de capacitación, de seguimiento, que terminan invisibilizando las necesidades y características particulares de cada comunidad.
Considero que son necesidades básicas:
– Monitorear las estrategias y resultados de la política pública en desarrollo infantil.
– Fortalecer la articulación intersectorial, vinculando a ésta a la academia, a las organizaciones (públicas y privadas) y la participación comunitaria.
– Conformar los equipos técnicos distritales en función de las necesidades, dinámica y características de la población a ser atendida y destinar los fondos a cada territorio a partir de las prioridades determinadas y del Plan de trabajo estipulado y aprobado.
– Revisar el presupuesto, de modo que se garantice la sostenibilidad de los programas de desarrollo infantil (familiar y comunitario) más allá de los gobiernos de turno.
– Monitorear y evaluar los servicios con herramientas e instrumentos que validen la calidad de los programas con criterio técnico. Recordando aprendizajes del curso, La calidad no se mide, exclusivamente, tomando medidas de control (calidad estructural). Esta se mide, ante todo, considerando el seguimiento que se hace a los procesos: monitoreando el crecimiento, desarrollo y aprendizaje de los niños; las condiciones de seguridad de la infraestructura, la efectividad de las redes de apoyo, el grado de satisfacción las familias, las mejoras en la distribución de los tiempos, espacios y recursos, la organización del servicio, etc. todo lo cual debe redundar en el desarrollo de las niñas y niños.