El cuidado es una necesidad universal. Todas las personas hemos recibido y recibiremos cuidados algún día: lo hicimos en nuestra primera infancia y lo haremos a lo largo de la vida para hacer frente a la vejez, a una enfermedad o una potencial discapacidad. Sin embargo, son principalmente las mujeres quienes asumen este rol en América Latina y el Caribe, dedicando el 71% de las horas dedicadas a cuidar a los demás (tanto de hijos como de otros adultos).
Las actividades de cuidado no suelen pagarse o son inadecuadamente remuneradas y se realizan frecuentemente en el ámbito desregulado o informal de los mercados laborales, ya que cuidar no se considera una actividad “productiva”, con retornos económicos inmediatos o visibles.
Que el cuidado recaiga principalmente sobre las mujeres, particularmente el cuidado de niños pequeños, constituye una barrera estructural para impulsar el empleo femenino. El Índice de Mejores Trabajos 2024, por ejemplo, muestra una diferencia de 20,3 puntos, que se explica parcialmente por brechas de más de 24 puntos porcentuales en la participación laboral de las mujeres. En algunos países, esta diferencia supera los 40 puntos. Por su parte, la llegada de un hijo continúa explicando parte importante de las brechas de género en los ingresos.
Eliminar estas barreras supone ventajas para el desarrollo pleno de las capacidades de las mujeres, pero también para la economía de la región, que podría ver aumentos de hasta 20 puntos porcentuales en su producto interno bruto al equiparar la participación de las mujeres en los mercados de trabajo.
En el marco del Día Internacional de las Mujeres, nos preguntamos: ¿cómo podemos transformar los cuidados para que sean más equitativos y mejor valorados en nuestra región?
Tiempo de calidad y corresponsabilidad para el cuidado de los niños
La evidencia muestra que las licencias de maternidad y paternidad benefician la salud y el desarrollo infantil, además de impulsar la participación laboral femenina, siempre que estén vinculadas a la seguridad social y promuevan la corresponsabilidad masculina en el cuidado.
El involucramiento de los hombres en la crianza también tiene múltiples ventajas para las familias. Por ejemplo, contribuye a un menor estrés en las madres y a la felicidad y salud física y mental de los padres. Sin embargo, a 2023 solo 18 de 26 países en LAC fomentaban la corresponsabilidad vía licencias por paternidad, con una duración de entre 2 y 14 días. En otros países, como Noruega o Japón, estas licencias son considerablemente más largas, y duran entre 14 y 52 semanas, respectivamente.
Además es importante asegurar el pleno aprovechamiento de las licencia por parte de los padres, lo que implica la eliminación de estereotipos que distancian a los hombres del cuidado, el fomento de una participación más activa en la crianza y la adopción de medidas complementarias para optimizar los beneficios esperados de estas licencias en la igualdad de ingresos.
Más allá de licencias parentales: licencias familiares
Transformar la distribución del cuidado no es solo una cuestión de equidad, sino también una estrategia clave para el desarrollo social y económico.
En este sentido, en Suecia por ejemplo se han implementado políticas que permiten a los abuelos recibir una remuneración por cuidar a sus nietos durante el primer año de vida del niño, medida con la que se busca fomentar la flexibilidad en el cuidado infantil y mejorar la conciliación familiar.
Se espera que este tipo más flexible de licencias familiares, valiosas para redistribuir las cargas de cuidado, adquiera progresivamente más relevancia en la región frente a los ritmos rápidos de envejecimiento y los flujos migratorios que la caracterizan. Estas tendencias demográficas supondrán aumentos en la demanda de servicios de cuidados, así como la reconfiguración de roles en las cadenas globales de cuidado.
¿Y el reconocimiento de los saberes asociados al cuidado?
Cuidar a otras personas exige de un conjunto de conocimientos, habilidades y aptitudes que pueden variar en diversos grados de complejidad. Aproximarse a los roles y a las cadenas de cuidado con una mirada técnica y profesional ofrece ventajas para fortalecer la calidad de la atención. Establecer estándares de calidad, brindar formación relevante para cumplir esos estándares, y reconocer los saberes y la experiencia práctica de quienes cuidan –en su mayoría mujeres– constituyen medios para valorar el trabajo de cuidados y activar trayectorias de mejor calidad en los mercados laborales.
Impulsar el desarrollo económico de América Latina y el Caribe incluye resolver los desafíos asociados a la organización de los cuidados. Para ello, es necesario asegurar un enfoque integral de atención desde la primera infancia, fomentar la corresponsabilidad en los cuidados a lo largo del ciclo de vida y valorar el trabajo de cuidados. Sólo así la carga de cuidados dejará de ser una barrera para que las mujeres puedan alcanzar una verdadera igualdad en el ámbito laboral y social.
Si deseas saber más sobre cómo la inversión en primera infancia reduce desigualdades y potencia el desarrollo, te invitamos a leer nuestra infografía sobre desarrollo infantil temprano haciendo clic aquí.
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