Crecemos como parte de un proceso biológico, pero crecer no es lo mismo que desarrollar. El crecimiento refiere a cambios físicos, como la estatura o el peso, que pueden medirse según ciertos estándares. El desarrollo, por otra parte, es un proceso complejo, que involucra cambios biológicos, psicológicos y sociales, que influyen en etapas posteriores de la vida. Dado que el 43% de las niñas y los niños menores de cinco años corren el riesgo de no alcanzar su potencial desarrollo, la primera infancia no puede esperar.
En esta entrada de blog, examinamos algunas definiciones clave para fomentar el desarrollo integral durante esta etapa crucial.
Atender no es lo mismo que cuidar
Atender es dar respuesta a las necesidades vitales para la subsistencia, como la alimentación o la salud. Cuidar es brindar apoyo afectivo considerando la singularidad de cada niño y cada niña: sus necesidades, emociones, capacidades y contexto. Implica prácticas de crianza que guíen el proceso de desarrollo, respetando siempre la dignidad y los derechos del niño, promoviendo el bienestar en todas sus dimensiones. Por eso, el cuidado es una tarea compleja que requiere la corresponsabilidad entre las familias, la comunidad y el Estado para que cada niño alcance su máximo potencial.
Entretener no es lo mismo que jugar
Entretener no es igual que jugar cuando el adulto no se involucra activamente en lo que hace el niño o la niña. Esto suele ocurrir con el uso de pantallas –a pesar de que la OMS recomienda evitarlo en menores de dos años y restringirlo entre los 2 y 5 años, con supervisión adulta. El juego es una actividad interactiva, en la que el niño se conecta, con otros o con su entorno, para explorar el mundo que lo rodea a través de las formas, los colores y las texturas, para aprender de manera práctica a través de los sentidos.
Desde los primeros meses, el juego tiene una función clave como instancia de disociación del adulto, porque jugando el bebé se percibe separado de su madre o padre, para explorarse y percibirse: sus pies, manos, cara. Más adelante, el niño adquirirá habilidades para jugar de forma autónoma y con otros pares, estimulando el desarrollo cognitivo y socioemocional. Por eso, jugar es más que entretener: es una experiencia que implica interacciones afectivas y propuestas estimulantes, donde la calidad es esencial.
Decir no es lo mismo que hablar
Es sabido que la cantidad de palabras que los pequeños pueden expresar está relacionada con la cantidad de palabras que los adultos les dicen. Pero decir no es lo mismo que hablar.
Hablarles implica reconocer la intención detrás de la comunicación. Y aunque los pequeños no entiendan completamente el significado de las palabras, sí perciben la intención a través del tono de voz, las vocalizaciones, las expresiones faciales, la mirada y las emociones que se transmiten. Hablar de manera consciente a los niños y niñas y estar disponibles influye en su desarrollo social y emocional. Por eso es importante generar el espacio de interacción con un ida y vuelta entre el infante y el adulto.
Alimentar no es lo mismo que nutrir
Los niños no solo necesitan ingerir alimentos, necesitan nutrirse para poder crecer y desarrollarse. En la actualidad, muchos países de la región enfrentan la doble carga de malnutrición, donde coexisten un retraso del crecimiento, el sobrepeso y la obesidad. La mala nutrición durante las primeras etapas de la vida provoca daños que afectan tanto el crecimiento físico como el desarrollo cognitivo. Por ello es fundamental el tipo de alimento, empezando por la lactancia materna (exclusiva hasta los 6 meses), así como la introducción gradual de alimentos sólidos ricos en nutrientes. Pero proveer una nutrición de calidad requiere de acciones oportunas para que las familias dispongan de los medios y la información suficiente.
Tener un lugar no es lo mismo que tener un ambiente-entorno
Se dice que “nacemos dos veces”: la primera al salir del vientre materno y la segunda cuando adquirimos el lenguaje, la capacidad de pensar y gestionar las emociones. Pero este proceso está influenciado por el contexto en el que vivimos, y por tanto el ambiente y entorno son fundamentales.
Es importante que cuenten con espacios que sean físicamente seguros (para evitar accidentes), pero eso no es suficiente: es necesario un microambiente familiar estimulante y un macroambiente social que ofrezca posibilidades para que reciban el cuidado oportuno. Esto implica también sostener a los adultos, acompañar a las familias y cuidar a quienes cuidan.
Construyendo un futuro desde la primera infancia
Cada interacción, cada palabra y cada gesto en los primeros años de vida deja una huella en el desarrollo de un niño o una niña. Entender las diferencias entre atender y cuidar, entretener y jugar, o alimentar y nutrir, no solo transforma la forma en que vemos la crianza, sino que también nos impulsa a tomar acciones conscientes para crear ambientes que potencien su desarrollo integral.
La infancia no se detiene, y cada día es una oportunidad única para contribuir al bienestar y la autonomía de los más pequeños, estableciendo las bases de un futuro pleno. Porque apoyar la primera infancia es invertir en un mañana más justo, equitativo y humano para todos.
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