El acceso al cuidado infantil es uno de los principales determinantes de si una mujer puede trabajar o no, especialmente durante la primera infancia. En contextos donde la cobertura de servicios de cuidado es limitada, las redes familiares cumplen un rol central en la organización cotidiana de las familias. Dentro de esas redes, las abuelas suelen ser una fuente clave de apoyo, aunque su contribución no siempre es visible ni cuantificada. ¿Qué sucede cuando esas abuelas dejan de trabajar y disponen de más tiempo? ¿Puede su retiro del mercado laboral tener un efecto directo sobre la actividad económica de sus hijas que están criando niños pequeños?
Un estudio realizado en Argentina muestra que la jubilación de las abuelas tiene un impacto significativo sobre el empleo de las madres. Cuando las abuelas que viven en el mismo hogar dejan de trabajar, sus hijas tienen muchas más probabilidades de volcarse (o volver) al mercado de trabajo. Este hallazgo pone sobre la mesa algo que muchas familias viven día a día: la red familiar, y en particular las abuelas, son un engranaje crucial en la organización del cuidado infantil en muchos países de la región.
El cuidado y la participación laboral femenina
La llegada de un hijo suele marcar un punto significativo en las trayectorias laborales de muchas mujeres. En América Latina, por ejemplo, más del 50% de las mujeres que no participan en el mercado laboral señalan razones vinculadas al trabajo doméstico y de cuidados como principal motivo. La falta de servicios públicos de cuidado accesibles y de calidad agudiza este patrón, lo cual limita las oportunidades de muchas mujeres para sostener o retomar el empleo tras la maternidad.
Ante este escenario, la provisión de cuidado informal adquiere gran relevancia en las familias, en especial paralas abuelas. En Argentina, por ejemplo, un 34% de las mujeres de entre 60 y 74 años declara cuidar regularmente a un niño de su familia, según datos de la Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Adultos Mayores. Sin embargo, este aporte suele estar ausente en los diagnósticos y en el diseño de políticas públicas.
Una reforma previsional como experimento natural
El estudio compara dos grupos de madres de niños menores de 5 años que convivían con una abuela: por un lado, aquellas cuya madre (o suegra) ya había alcanzado la edad para jubilarse; por el otro, aquellas cuyas madres aún no cumplían con ese requisito. El estudio estimó cómo cambiaron la participación laboral y el empleo de las madres en ambos grupos antes y después de la implementación de esta política.
Los resultados muestran que cuando una abuela se jubila, la probabilidad de que la madre participe del mercado laboral aumenta en 4 puntos porcentuales, y su probabilidad de estar efectivamente empleada crece en casi 8 puntos.
La primera explicación parece obvia: si la abuela deja de trabajar, tiene más tiempo libre, y ese tiempo puede destinarlo a cuidar a sus nietos (en particular, dado que el estudio examina abuelas co-residentes con sus hijas y nietos). Pero también puede haber un efecto ingreso: al recibir una pensión, la abuela aporta recursos al hogar que podrían usarse, por ejemplo, para pagar transporte, cuidados externos o cubrir gastos laborales.
El estudio pone a prueba ambas hipótesis. Encuentra que las abuelas efectivamente reducen su participación laboral después de jubilarse, lo cual sugiere que ganan tiempo disponible. Pero, si bien sus ingresos aumentan, no hay evidencia de que ese dinero se use para contratar servicios de cuidado. Tampoco se observa un efecto similar en los hogares donde quien se jubila es el abuelo, lo que refuerza la idea de que lo relevante es la disponibilidad de la abuela y no simplemente un aumento en los recursos familiares. Además, el efecto del retiro de la abuela es más fuerte cuando la madre es soltera o no tiene hijos mayores.
El cuidado, en manos de mujeres
Este hallazgo pone en evidencia una doble transmisión intergeneracional relacionada con la organización del cuidado. Por un lado, son las abuelas quienes, ante la imposibilidad de sus hijas de compatibilizar trabajo y crianza, terminan asumiendo las tareas de cuidado. Por otro lado, esta disponibilidad de las abuelas se vuelve un elemento determinante para que sus hijas puedan insertarse en el mercado laboral.
El estudio confirma lo que muchas familias viven día a día: sin redes de apoyo, conciliar trabajo y crianza es una tarea difícil de lograr. Por eso, avanzar en políticas públicas que amplíen el acceso a cuidados (jardines maternales, licencias familiares, horarios flexibles), es importante para garantizar que todas las mujeres tengan las mismas oportunidades. Mientras tanto, muchas abuelas seguirán cumpliendo un rol silencioso, pero fundamental, en el bienestar de sus familias. Lee más sobre este estudio publicado en el University of Chicago Press aquí.
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