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Migrar a las ciudades no siempre trae consigo mayores oportunidades; al menos, no para las mujeres indígenas. Su traslado de áreas rurales a urbanas marca una triple condición de vulnerabilidad en ellas: ser mujeres, ser indígenas y ser migrantes. La discriminación racial, el acceso desigual a un trabajo digno o servicios públicos básicos, así como la residencia en asentamientos informales vulnerables a los desastres naturales, caracterizan la vida de las mujeres indígenas urbanas de América Latina y el Caribe (ALC).
Por ello, en conmemoración del “Día Internacional de la Mujer Indígena”, celebrado cada 5 de septiembre, en este blog compartimos algunos datos básicos y buenas prácticas vinculadas con el acceso igualitario y el empoderamiento de las mujeres indígenas en ciudades de ALC.
¿Cuáles son los problemas que enfrentan las mujeres indígenas en las ciudades?
La presencia de mujeres indígenas en áreas urbanas es un hecho generalizado en la región. En países como México, Perú y Uruguay, un alto porcentaje de las mujeres indígenas residen en zonas urbanas (54,1%, 56,1% y 97,4% respectivamente). Contrariamente, según datos de la CEPAL, en países como Colombia (77,8%), el Ecuador (79%), y Panamá (76,4%), las mujeres indígenas están más concentradas en áreas rurales.
Se estima que alrededor de 23 millones de mujeres indígenas de América Latina se enfrentan a situaciones de desigualdad, persistentes brechas de género y discriminación. De acuerdo con el Informe 2020 del Convenio núm. 169 sobre pueblos indígenas y tribales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), firmado por 15 países de ALC, más del 85% de las mujeres indígenas dependen de la economía informal (en su mayoría empleadas domésticas sin protección social) y el 7% viven con menos de 2 dólares diarios. Por ejemplo, los hogares encabezados por una mujer indígena tienen 6% más probabilidades de ser pobre en Ecuador y 4% más en Bolivia (véase el gráfico).
Aumento de la probabilidad de que el hogar indígena sea pobre si está encabezado por una mujer
De igual modo, las mujeres indígenas que habitan en zonas urbanas tienen menor acceso a la titulación de vivienda, viven en condición de hacinamiento y tienen una mayor probabilidad de carecer de servicios básicos. Por ejemplo, en servicios como saneamiento y electricidad su acceso es 18% y 15% menor, respectivamente, que el de otros latinoamericanos.
Así mismo, según datos de ONU Hábitat, las familias indígenas que migran a ciudades suelen renunciar a sus viviendas tradicionales y culturalmente adaptadas. En este sentido, es interesante mencionar que mucho del conocimiento ancestral indígena en términos de vivienda, materiales o tecnologías de construcción podría contribuir a la adaptación o mitigación de los efectos del cambio climático en muchas de nuestras ciudades. El poder rescatarlo y aplicarlo es aún un tema pendiente.
No son solo “personas vulnerables” sino agentes valiosos de acción
El primer paso para superar la discriminación racial y desigualdad de género que sufren las mujeres indígenas es el deber de los Estados y ciudadanos para reconocerlas como ciudadanas plenas, sujetas de derechos y actores económicos clave en la recuperación económica de nuestras ciudades.
También es primordial cambiar la percepción de ellas como simples “mujeres vulnerables” para pasar a una visión de “mujeres productoras sujetas de derechos” que reconozca sus contribuciones y capacidades de contribuir con propuestas valiosas al diseño de políticas públicas.
Construyendo ciudades más justas para las mujeres indígenas: Buenas prácticas de la región
Para desarrollar ciudades que promuevan un acceso igualitario para las mujeres indígenas, es recomendable llevar a cabo estrategias que adapten, prioricen, capaciten o empoderen a esta población. A continuación, algunas buenas prácticas de la región para lograrlo:
- Adaptación de los servicios urbanos a las necesidades de la población indígena.
En La Paz, Bolivia, se creó el sistema de funiculares “Mi Teleférico”, y por tierra, el Pumakatari, en respuesta a las necesidades de movilidad de la población indígena y las personas con discapacidad. Mi Teleférico conecta a la ciudad de El Alto de 922 mil habitantes, que se encuentra en el altiplano boliviano, con La Paz, una ciudad de 767 mil habitantes. La mayoría de los residentes de El Alto pertenece a la etnia indígena aymara, por lo que los nombres de las estaciones han sido adaptados a su lengua. El uso de este servicio supone un ahorro del 22% del tiempo de viaje y un beneficio neto promedio para el pasajero de 0.58 USD, con respecto a la situación previa a la existencia de estos medios de transporte.
- Empoderar económicamente a través de la capacitación.
El programa “Aceleración en comercio electrónico para mujeres artesanas” diseñado en conjunto con el Ministerio de Cultura de Panamá, apoyó la contratación de consultorías para la capacitación en comercio electrónico para 60 mujeres artesanas indígenas. El programa, que terminó en noviembre de 2020, incluyó 4 talleres de capacitación y mentorías en los temas “Arquitectura de Colecciones para Mercados Digitales”, “Buenas Prácticas de Publicaciones Digitales” y “Relato Identitario”.
- Priorización de subsidios de viviendas adecuada.
El “Programa de Integración Urbana de Campamentos” diseñado en conjunto con el Programa de Campamentos de Chile, tiene por objetivo mejorar la integración urbana y habitabilidad de hogares nacionales y migrantes residentes campamentos. Priorizará subsidios de vivienda a personas indígenas, muchas de ellas mujeres cabezas de familia, que habitan dichos asentamientos informales. Según el censo de 2017, en las áreas urbanas Metropolitana (30,1%), Araucanía (19,6%) y los Lagos (13,1%) son las que abarcan la mayor concentración de población indígena residiendo en campamentos chilenos.
El Programa de Vivienda de Interés Social del BID (2006) desarrollado en el municipio de Lepaterique, en el área peri-urbana de Tegucigalpa, Honduras, fue un programa de subsidios para financiar viviendas autoconstruidas, en el cual un grupo de mujeres aprendieron técnicas de construcción. Posteriormente, ellas se trasladaron a diferentes municipalidades para enseñar a otras mujeres cómo construir sus viviendas. Se han construido alrededor de 10,500 viviendas, todas hechas por mujeres, muchas de ellas de origen indígena. A continuación, un video del programa:
Hacia un futuro inclusivo, sostenible y justo
Una ciudad se mueve en la dirección correcta cuando elimina las barreras para las personas más vulnerables y genera oportunidades y entornos culturalmente adaptados a las necesidades de sus habitantes. Si bien ese esfuerzo por eliminar barreras debe verse como un derecho, también puede aplicarse al beneficio que conllevará para nuestras ciudades. Tener ciudades sostenibles, con identidad y basadas en la igualdad de género, nos beneficia a todos.
¿Qué más se debe hacer para lograr ciudades sostenibles de calidad? Déjanos saber tus comentarios.
Roberto Montemayor dice
Gracias por el articulo, detalla a fondo cual es la realidad y los retos de las mujeres indigenas y lo mucho que hay que trabajar por una igualdad en sus condiciones..
Deco&Lemon dice
¡Qué buen artículo!
Cada vez son más personas las que apuestan por añadir espacios verdes a sus viviendas. La decoración ecológica esta triunfando y eso hace generar una buena calidad de cultivo.
Saludos.
frank dice
buen artículo, es un sector de la población que sufre los embates de las ciudades y que están expuestas a todo tipo de vicisitudes ..
frank dice
Es un sector de la población que sufre los embates de las ciudades y que están expuestas a todo tipo de vicisitudes ..