En el primer blog de esta serie analizamos cuál es el estado de América Latina y el Caribe (ALC) en términos de pobreza multidimensional y desigualdad urbana. Sin embargo, ¿cómo se materializa la pobreza y la desigualdad en nuestras ciudades? El día de hoy ahondaremos en aspectos concretos que ponen de manifiesto el carácter multidimensional de la pobreza y la desigualdad en nuestras ciudades.
Una de las formas de análisis de la desigualdad urbana más predominante ha sido a partir de la segregación residencial y distribución de servicios básicos tales como la educación y la salud. Las organizaciones multilaterales han contribuido de diversas maneras a abordar estos desafíos. Recientemente, la CEPAL y la Cooperación Regional Francesa han abordado el carácter multidimensional del desarrollo urbano, analizando las brechas desde el punto de vista económico, social y ambiental para luego dar cuenta de la importancia de la gobernanza urbana, la generación de información estadística y el aumento de capacidades institucionales instaladas.
En otro esfuerzo por entender las diversas formas de segregación y las desigualdades en torno al acceso a oportunidades, la OCDE analizó la concentración de grupos sociales por motivos de ingreso, culturales y país de origen, entre otros. Las principales conclusiones de este estudio focalizado en áreas metropolitanas, es que el rol de la gobernanza, las políticas de vivienda y suelo, y la accesibilidad de transporte son claves en este ámbito. Es más, el estudio asegura que la sola mezcla de clases sociales no reducirá la pobreza y la desigualdad, si no que se requieren acciones intersectoriales para avanzar hacia ciudades más igualitarias.
Si bien estos reportes contribuyen a la conceptualización de las causas y expresiones de la desigualdad urbana, ambos priorizan su dimensión económica y física, dejando de lado una visión multidimensional de este desafío.
Algunas pistas: Ciudades accesibles, diversas, equitativas y democráticas.
Recientemente, algunos autores afirman que la clave para resolver la desigualdad en el acceso a la ciudad está en acercar la urbe a la ciudadanía. Para resolver esto, la ‘Ciudad de 15 minutos,’ una propuesta del urbanista Carlos Moreno inspirada en Jane Jacobs, ha cobrado especial relevancia en el contexto de la pandemia global. Este tipo de ciudad es un lugar donde todo lo que necesitas se encuentra a una distancia caminable, lo cual se contrapone con la realidad de nuestra región, pues en muchas ciudades de ALC los tiempos de traslado promedio superan los 79 minutos. Este es el caso de las áreas metropolitanas de Buenos Aires, Sao Paulo, Bogotá, Santiago y Ciudad de México. Para Moreno, la clave para resolver este problema está en acercar la urbe a la ciudadanía. Esta iniciativa, sin embargo, no está ajena a críticas, al partir del supuesto que la desigualdad urbana está principalmente ligada a una dimensión exclusivamente física. Por otro lado, esta idea está contextualizada en la ciudad de París, lo que dificulta una comparación rigurosa con las ciudades de nuestra región.
Siguiendo con postulados académicos, Susan Fainstein asegura que una Ciudad Justa se materializa considerando tres conceptos: diversidad, equidad y democracia, es decir, integrando a grupos generalmente excluidos a través de una planificación urbana que garantice canales de participación. De forma similar, el sociólogo Richard Sennett propone el concepto de la Ciudad Abierta. En su libro “Construir y Habitar” invita a acercar la ciudad a la ciudadanía desde el diseño y la participación efectiva a través de ‘espacios democráticos’. Esto es importante, ya que según un estudio sobre 23 ciudades de ALC del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el 75% de la población no participa de ninguna organización ciudadana.
¿Cómo debemos entender la desigualdad urbana?
Además de las desigualdades físicas y económicas, la desigualdad urbana debe entenderse como las consecuencias materiales, políticas y simbólicas de diversas acciones tanto públicas como privadas que interactúan e impactan de forma simultánea, derivando en un sistema de desigualdades que tiene múltiples causas. Al no ser exclusivamente económica, ni tampoco física, este concepto requiere de nuevos instrumentos y metodologías de gobernanza urbana que permitan abordar esta complejidad desde todas sus aristas.
Por ejemplo, con el apoyo del BID, el proyecto Plan Abre de la Provincia de Santa Fe ha operado desde el 2013 con el objetivo de recuperar los vínculos sociales a través de la creación de Mesas de Gestión Barrial compuestas por gobiernos locales, gabinetes sociales, organizaciones y vecinos de la provincia. Para el año 2018, 51 barrios habían sido intervenidos, logrando diseñar, ejecutar y hacer seguimiento a políticas públicas innovadoras para enfrentar diferentes dimensiones de la desigualdad urbana. Por otro lado, desde 2017 el proyecto “Transformación Urbana del Área Metropolitana de Buenos Aires”, busca fortalecer las capacidades instaladas a partir de un enfoque de género y de autogestión. Estos son dos ejemplos de modelos de gestión territorial que abordan la desigualdad y fortalecen la gobernanza urbana desde un enfoque multiescalar y multidimensional.
¿Cómo medir la desigualdad urbana en ALC?
Resulta indispensable pensar una gestión urbana que entienda la desigualdad urbana desde un enfoque relacional más allá de lo meramente relativo o comparativo. En el próximo blog profundizaremos en esto y responderemos a la siguiente pregunta: ¿cómo se puede medir la desigualdad urbana en ALC?
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