Gran parte de los procesos de participación están envueltos en un ambiente de escepticismo y desconfianza donde nadie está seguro si los espacios de encuentro entre la ciudadanía y las autoridades sirven y van a llevar a alguna parte. Abiertamente o en secreto muchas personas se preguntan: ¿Qué ideas podrían aportar los ciudadanos en el diseño de políticas? Más aún si se trata de políticas de adaptación climática donde se requiere una alta especialización y capacidades para proyectar y enfrentar las esperadas variaciones del clima.
La sociedad civil puede aportar mucho. Les muestro rápidamente un proceso participativo muy interesante que tuvo lugar en el barrio de Policarpa Salavarrieta, Cartagena, Colombia, ciudad que se ubica en el Mar Caribe, –región altamente expuesta a riesgos climáticos– y que recién se integró a la Red de Ciudades ICES.
En este barrio de suelo pantanoso dada su proximidad con la bahía, donde habitan 7.200 personas en asentamientos informales, un equipo de investigadores de la Universidad de Manchester y la Universidad Tecnológica de Bolívar, logró involucrar a los residentes en la evaluación de los riesgos climáticos a los que está expuesta la comunidad y en la definición de medidas que fortalecerían su resiliencia
¿Cómo? Basándose en la metodología Asset Planning for Climate Change Adaptation y en las experiencias y memoria histórica de la gente del barrio. El primer paso fue la identificación de los eventos climáticos más importantes (lluvia, inundaciones, calor y fenómenos como mal olor y polvo provocados por el viento) que afectaban sus activos y bienestar, tales como la movilidad de la gente, el estado de las viviendas, la electricidad, la salud y las operaciones de los pequeños negocios.
De diagnóstico a un plan: los ciudadanos aportan a la adaptación climática
Una vez hecho el diagnóstico, representantes del barrio y del gobierno local, junto con organizaciones sociales, empresas y otros actores con presencia en la comunidad se reunieron en un taller para proponer las medidas más importantes que fortalecieran la capacidad de respuesta del barrio ante eventos climáticos. La discusión se dividió en 5 grupos temáticos: mejoramiento de viviendas de la población que vive cerca de los canales del drenaje abierto, pequeños negocios, salud, infraestructura, y servicios públicos, los cuales identificaron y priorizaron las medidas de acuerdo a la urgencia, costo y viabilidad técnica y normativa.
Cuando los grupos concluyeron el ejercicio de priorización, se definieron cuáles eran los pasos necesarios para instrumentar las medidas y quién sería la institución responsable de darlos. Al final, las dos medidas prioritarias de cada grupo se integraron en un plan de adaptación climática del barrio, el cual ha servido de carta de presentación ante la alcaldía y otras instituciones para discutir la asignación de recursos a las propuestas que la comunidad plantea.
De esta experiencia uno puede aprender que con herramientas y procesos bien organizados, los ciudadanos tienen el conocimiento y las capacidades para generar soluciones técnicas a complejos problemas que afectan a su comunidad.
Procesos como éste contribuyen a tender puentes entre los distintos actores para incrementar la resiliencia de barrios informales ubicados en zonas altamente vulnerables al cambio climático – acordémonos que más del 30% de las personas en América Latina vive en asentamientos informales con alto riesgo de inundaciones y deslizamientos. La creación de espacios de diálogo en Policarpa que permitieron encontrar soluciones a problemas compartidos, seguramente hicieron que el barrio también fortaleciera los lazos y valores de solidaridad y confianza entre la comunidad y el capital social de Policarpa para responder y recuperarse de futuros fenómenos climatológicos.
La adaptación climática es una oportunidad
La experiencia en Cartagena, nos vuelve a recordar que la adaptación climática lejos de ser una complicada y onerosa carga en la gestión urbana, es una oportunidad para planear el mejoramiento de los barrios marginados y vulnerables de la ciudad. De las redes y alianzas que la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles ha ido impulsando entre los actores de las ciudades de la región, se desprenden lecciones importantes de por qué la sociedad civil es un aliado fundamental para avanzar en los procesos de sostenibilidad urbana que a todos nos interesa.
En principio, las evaluaciones de vulnerabilidad y riesgo que realiza la Iniciativa podrían complementarse con las evaluaciones elaboradas a nivel del barrio y así, incorporar la voz de las personas más vulnerables (y como hemos visto, no por ello menos capaces de proponer políticas) en los planes de nuestras ciudades.
(fotos cortesia GURC, Universidad de Manchester)
Leave a Reply