“Nadie es una isla, completo en sí mismo…” Todos hemos leído o escuchado el poema antes. Ciertamente, ninguno de nosotros es tan independiente como se cree. ¡Tampoco lo son los ecosistemas! De hecho, la gente y la naturaleza son interdependientes. Todo son relaciones. Hagamos lo que hagamos afecta al equilibrio medioambiental. Si no te habías dado cuenta hasta ahora, ¿no sería buena idea decírselo a los niños cuanto antes? Después de todo, ya que ellos heredarán la tierra, necesitarán saber cómo el mal manejo de sus desechos, tales como una envoltura de helado, puede afectar los suelos, litorales, océanos, cielos y principalmente ¡a ellos!
El ser consciente hoy aumenta las posibilidades de respirar aire fresco, jugar en aguas limpias y comer alimentos más nutritivos mañana. La búsqueda de la sostenibilidad ambiental despierta la conciencia de sus congéneres y de las generaciones venideras. Entonces, ¿dónde se inicia la conciencia sobre biodiversidad? La iniciativa “Súbete” del Banco Inter-Americano de Desarrollo pone en marcha en las escuelas la prevención y adaptación al cambio climático. ¡Echemos un vistazo!
Los espacios educativos, además de su funcionalidad y del uso eficiente de los recursos naturales, potencian el aprendizaje al tiempo que ofrecen comodidad y seguridad a sus ocupantes. Construidos para tomar en cuenta a dichos ocupantes y sus condiciones ambientales circundantes, estos espacios, sus estructuras y procesos de mantenimiento operan de formas que transforman los comportamientos sociales indiferentes que amenazan con desestabilizar a los ecosistemas. En las aulas, los profesores alternan entre nueve sets básicos de planes de estudio referentes a diferentes temas asociados al cambio climático, tales como conservación de los suelos y nutrición. Los estudiantes aprenden cómo aminorar los daños que la sociedad infringe al ambiente a través de la práctica diaria de actividades educativas. Estas discusiones y experimentos vienen reforzadas con historietas, juegos didácticos, 26 videos educativos, y el “Kit Verde de Herramientas”. Los niños descubren además cómo convertir basura en herramientas de aprendizaje. Por ejemplo, botellas plásticas desechadas se ven recicladas en geniales sistemas de filtración de agua o pequeños jardines; techos y azoteas se adaptan como centros agrícolas urbanos.
Los educadores ajustan sus planes para educación primaria y secundaria, a fin de llegar a todos, trátese de pensadores moderados, intermedios o avanzados. Gracias a estos planes adaptados los estudiantes comprenden conceptos básicos pero difíciles, como la influencia que montañas, mares, desiertos y mesetas tienen sobre el clima, los vientos y el agua. Se puede aprender, a todos los niveles, cómo la interacción entre litosfera, atmósfera, hidrosfera y biosfera resultó en la conformación de la tierra. Una vez interesado, TODO niño se apropia del concepto de salvar el planeta, así como de trabajar para preservar la biodiversidad. Entonces en verdad percibe y aprecia las tuberías de la ciudad que proveen agua para los jardines en los hogares, y el H2O que corre por las mangueras y se escurre hasta llegar a arroyos, que fluyen convirtiéndose en ríos y finalmente en marismas u otros cuerpos de agua más grandes. Sin negar la indiscutible evidencia científica sobre sequías, inundaciones y temperaturas globales en rápido ascenso – mismas que potencialmente comprometen los futuros suministros de agua y comida – cada lección integra estrategias bio-diversas de largo alcance, capacitando así a los niños para la búsqueda de respuestas. Al centrarse en las soluciones, forman parte de una inversión en América Latina y el Caribe que contribuye a la salvación y enriquecimiento del planeta niño por niño. ¿No es eso hermoso?
Esencialmente, este acercamiento expone a niños y jóvenes a cambios de estilo de vida dirigidos a la preservación del ambiente. Al desarrollar una generación de personas que puedan enfrentar cualquier reto y superar cualquier obstáculo con fuerza, tenacidad y rigor, los niños se vuelven conscientes de cómo sus comportamientos diarios afectan al mundo. Las discusiones desafían al pensamiento a posarse en ideas como “¿Cómo será tu vida en 10 o 15 años? ¿Te imaginas siendo feliz, desplazándote por tus espacios favoritos, trabajando en lo que te gusta y disfrutando de hermosas plantas y aire limpio y fresco? ¿Cómo afecta tu estilo de vida hoy a tus posibilidades de disfrutar todo ello en un futuro?” ¡No se trata de un mero soliloquio! Dichas discusiones también revelen quizás verdades salidas de instituciones como la Organización Mundial de la Salud, que reporta que todas las ciudades y pueblos deberían tener un mínimo de nueve metros cuadrados (m²) de espacios verdes por persona. En América Latina hay 3,5 m² per cápita. Los niños entonces cuestionan sus realidades, comparándolas.
Con la completa consciencia de que la solución al cambio climático es compleja, “Súbete” impulsa a los docentes y más jóvenes de la región a ir por un camino diferente. Con ayudas como el “Kit Verde Escolar” los docentes inculcan la biodiversidad en sus estudiantes que tomarán la responsabilidad de salvaguardar su mundo. A través de una filosofía de ‘manos a la obra’ que promueve, mejora e incluso celebra la sostenibilidad, los niños adquieren hábitos a lo largo de sus años de aprendizaje, que se transfieren de la casa a la escuela y a la comunidad.
Sin saberlo se convierten en ciudadanos de un mundo en el que todo esfuerzo lleva a un uso más eficiente de los recursos. Mientras que distorsiones como el calor excesivo causan estragos en la agricultura global, producción de comida y recursos hídricos en varias partes del mundo, estos jóvenes embajadores aprenden a contener o incluso revertir dichos estragos con tan solo aprender a vivir de un modo diferente. Este refrescante concepto da forma a una conciencia menos influenciada por la presión académica y, lo que es más importante, casi carente de miedo. Los niños aprenden que nos son ‘islas’ individuales y que todo mundo es responsable. Así que, espabilémonos TODOS y ‘subámonos’ en contra del cambio climático.
¡A eso le llamamos poesía en movimiento!
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