Hace unos días vi el dibujo que el hijo de una amiga que vive en Ciudad de México hizo luego del segundo terremoto ocurrido este año y me impresionó por dos razones: primero, por la forma como el niño graficaba la cercanía a su madre en el momento del terremoto y como salían de la casa con sus pertenencias (juguetes), y segundo, por como el niño había dibujado el movimiento de las estructuras en la casa. Con suerte él no fue uno de los 37 pequeños que perecieron en las escuelas colapsadas por el sismo de 7.1 de intensidad que se llevó a cabo el pasado 19 de septiembre.
Si hay un año en el que hemos visto y vivido más de cerca los eventos de desastres naturales en América Latina y el Caribe ha sido este: inundaciones y deslaves en Perú y Colombia, eventos de huracanes Harvey, Irma y Maria que afectaron a la mayor parte de países del Caribe y Centroamérica, y los recientes terremotos ocurridos en México, cuya cifra de personas fallecidas llego a pasar 350 y más de 2.3 millones de damnificados.
Cuando sufrimos este tipo de eventos nos enfocamos en el número de vidas perdidas, pues son invaluables e irrecuperables y marcan muy de cerca la generación que vivió durante el evento. Sin embargo, generaciones futuras tienden a olvidar consecuencias e impactos de los eventos ocurridos y tienden a prestar menor atención al poner en práctica medidas para prevenir, atenuar y mitigar la magnitud de dichas amenazas.
En México, además del exorbitante número de damnificados, existen una serie de efectos colaterales relacionados con infraestructura pues más de 153,000 inmuebles fueron afectados; y de estos, por lo menos 24,000 fueron destruidos y 46,000 presentan daños que los convierte en inhabitables. Dichos daños incluyen afectaciones a escuelas, hospitales y otra infraestructura crítica para la población.
También hemos observado el impacto del huracán Harvey en materia ambiental debido a la concentración de plantas petroquímicas en el área, que cuyas sustancias causaron dos explosiones en la planta química de Arkema en Crosby, Texas.. Además, el agua estancada se convirtió en lodo químico, poniendo en riesgo la salud de las comunidades.
En Puerto Rico, el huracán María ocasionó impactos significativos en la infraestructura, incluyendo daños en la red eléctrica debido al colapso de las torres de electricidad. Por consecuencia, el servicio de electricidad puede tarde en reactivarse entre 4 y 6 meses. Asimismo, 70 mil personas fueron evacuadas debido a la amenaza de un potencial fallo de la represa de Guajataca, además de carreteras, puentes y demás infraestructura. La evaluación de daños del Huracán Maria realizada por Moody’s analytics estima que los daños causados representan 150% del Producto Nacional Bruto ($95 mm).
Es ahora más que nunca, que observo la relevancia de la política OP-704 de Manejo de riesgo de desastres en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esta política fue aprobada en 1998 gracias a la asistencia técnica de donantes como Japón, uno de los países más afectados por desastres naturales. La política no solo es crítica en liderar el manejo estratégico de planeamiento para hacer frente a desastres, sino que también incluye una directiva relacionada con evaluar y mitigar el riesgo y viabilidad de proyectos que forman parte del portafolio del BID.
Con esta política, al evaluar un proyecto a ser financiado por el banco, se prevea cuando debemos estar alertos a un evento natural que tiene potencial de afectar el proyecto, su entorno y comunidades aledañas, y a la vez nos exige tomar las medidas para que el proyecto sea resiliente y pueda soportar eventos como sismos, huracanes e inundaciones – que se prevén sean más fuertes y de mayor frecuencia en la región de ALC debido al cambio climático – minimizando sus efectos.
Es la tarea del BID y un compromiso con nuestros contrapartes y con las generaciones futuras evitar pérdidas de vidas y económicas asociadas con las inversiones e infraestructuras del banco, por eso en este Día Internacional para la Reducción de los Desastres, es necesario recordar este compromiso. El tiempo de respuesta y la capacidad de saber cómo actuar, salvan muchas
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