Todo el mundo está de acuerdo en que los arrecifes de coral son una maravilla natural, un fenómeno que atrae a turistas ávidos de bucear para echar un vistazo a un mundo submarino desconocido lleno de peces de colores. Pero la realidad es que la mayoría de la gente no conoce el valor real de estos hermosos ecosistemas que, de hecho, proporcionan un número incalculable de servicios para los seres humanos.
La región del Caribe posee la segunda mayor barrera de coral del mundo, el arrecife mesoamericano, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por las Naciones Unidas en 1996. Este arrecife se extiende más de 1.000 km desde la Isla Contoy, en la punta de la Península de Yucatán en México, hasta Belice, Guatemala y las Islas de la Bahía en Honduras.
Los arrecifes, proveedores de servicios del Caribe
El servicio más obvio que los arrecifes de coral proporcionan está relacionado con el sector turístico, uno de los principales motores de las economías del Caribe. Bahamas, Belice, Jamaica, Barbados y la República Dominicana dependen en gran medida del turismo para crear empleo y generar ingresos. En Belice por ejemplo, a pesar de que la agricultura es el principal sector económico, el turismo se ha convertido en el mayor contribuyente al PIB del país y en su mayor fuente de divisas. El turismo representa unos ingresos de cerca de US$200 millones anuales -un 17 % del PIB belicense- y la gran mayoría de los turistas visitan el país para visitar su barrera de coral.
Un delicado escudo de protección
Los arrecifes actúan además como barreras naturales que protegen los activos y ecosistemas costeros. actuando como amortiguadores de huracanes, tormentas e inundaciones y ayudando a prevenir la pérdida de vidas humanas, los daños en la infraestructura costera y la erosión de las playas.
Los arrecifes son también una fuente rica de biodiversidad: en ellos habitan aproximadamente el 25 % de todas las especies de peces marinos del mundo, lo que resulta extremadamente importante para las comunidades de pescadores que dependen de los peces de los arrecifes para garantizar sus ingresos.
Desde una perspectiva económica, el valor de todos estos servicios, incluyendo las pérdidas de productividad de las pesquerías, la protección de las costas y los ingresos por turismo se estima en entre US$5.000 y US$11.000 millones por año, una suma muy significativa para una región como el Caribe.
Un tesoro en peligro
La mala noticia es que se estima que alrededor del 20 % de los arrecifes de coral del mundo han sido destruidos en las últimas décadas y que un 20 % adicional están gravemente degradados, especialmente en el Mar Caribe y el sudeste de Asia. Algunos de estos daños se debe a causas naturales, pero por desgracia las fuentes antropogénicas están ganando relevancia. Además, estos ecosistemas han sido identificados como altamente vulnerables a los impactos del cambio climático y, aunque los impactos pueden variar según las regiones y localidades, es prácticamente seguro que sus efectos serán muy negativas. Las tensiones térmicas, la baja capacidad de adaptación de los sistemas de arrecifes de coral junto con pequeñas variaciones en las temperaturas superficiales del mar provocarán un aumento de la decoloración de los corales y de la desaparición de estos ecosistemas.
Los efectos negativos de estos impactos relacionados con el cambio climático se verán agravados por factores antropogénicos como el crecimiento demográfico, la pesca excesiva y la contaminación de los mares.
En este contexto, el BID está participando en la conservación de los corales y los programas de restauración con el fin de proteger los arrecifes que aún se mantienen y mejorar la calidad de los que han sido dañados. Para ello se va a poner en marcha un programa para identificar las especies de corales resistentes al clima y las técnicas de cultivo adecuadas, así como la implementación de intervenciones de adaptación para restaurar las partes dañadas del arrecife mesoamericano; todo con la esperanza de preservar este tesoro natural (y económico) de nuestra región.
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