Con los pies en el agua turquesa de una playa paradisiaca de la isla Hispaniola, Jane y Arturo disfrutaban de una sabrosa langosta asada con una piña colada. Descansaban después de una linda excursión turística con la cual avistaron aves migratorias y bucearon con manatís en unos verdes y densos manglares. Lo que no sabían Jane y Arturo, era que, a lo largo de su vida, esta langosta había pasado varias fases de su crecimiento en estos bosques anfibios resistentes a la salinidad, que crecen en zonas de estuarios y aguas someras.
Los 483 km2 de manglares de la isla Hispaniola (225 km2 en Haití y 258 km2 en República Dominicana) son fundamentales para la reproducción de la langosta espinosa (Panulirus argus), pero son también uno de los albergues más importantes para la biodiversidad costero-marina de la isla, ya que hospedan centenas de especies de aves domésticas y migratorias, reptiles, peces, moluscos, crustáceos y mamíferos.
La gran mayoría de los 85,000 pescadores de la isla (75,000 en Haití y otros 10,000 en República Dominicana) sacan todo o parte de su pesca de especies que dependen de estos bosques húmedos. El manatí vive en aguas poco profundas tales como en los manglares, y muchos de los miles de turistas que vienen a la Hispaniola sueñan de nadar con estos, tal como se disfruta excepcionalmente en Bayahibe o en el Santuario de Mamíferos Marinos de Estero Hondo. Sin ser un turismo tan especializado como el buceo, los manglares son accesibles para los turistas de todas las edades.
Los manglares protegen las zonas costeras y los asentamientos contra los tsunamis, los vientos y el oleaje extremo, ya que sus raíces y ramas disipan la energía de estos elementos. En Haiti, en octubre de 2016, los manglares (en verde en el mapa) protegieron una gran parte del pueblo de Aquin contra las olas de 3 a 4 metros producidas por el huracán Matthew.
Los manglares son esencialmente constituidos por las especies leñosas de Rhizophorae mangle (mangle rojo), Avicennia germinans (mangle negro), Laguncularia racemosa (mangle blanco) y Conocarpus erectus (mangle botón), y por lo tanto representan una fuente importante de captación de dióxido de carbono. En 2016, se desarrolló en Haití una metodología para medir este potencial de fijación de carbono a través del uso de imágenes satelitales, estereoscopia, datos de campo y modelos estadísticos, demostrando que los manglares del área protegida de Les Anglais/Aquin pueden captar unas 9,2- 27.5 Teq CO2/ha/año.
El manglar es un nexo biológico, ya que filtra las aguas turbias provenientes de las escorrentías terrestres dejándolas limpias y claras para que los herbarios y arrecifes coralinos puedan realizar la fotosíntesis y por lo tanto desarrollarse. El manglar es un nexo que conecta América del Norte con el Caribe y el continente latinoamericano, ya que sustenta el descanso y la alimentación de numerosas aves migratorias. El manglar es un nexo entre los pescadores haitianos y dominicanos en la costa norte de la isla, que explotan recursos comunes de los manglares de los parques naturales de las Tres Baías (Haití) y de Montecristi (Rep. Dominicana). El manglar es un nexo entre protección del medioambiente y desarrollo económico, que favorece la creación de entornos sobresaturados que permiten la salicultura y la acuicultura fuera del suelo.
Incluso en Haití el manglar es un nexo entre la isla y su historia, ya que unos ejemplares de mangle rojo se instalaron entre la punta de la Compañía y el Fuerte Militar “Les Oliviers” en la península de Saint Louis du Sud, construido por los franceses en 1751 en plena lucha contra los ingleses para el control de las rutas marítimas del Caribe.
El manglar es un nexo entre mar y tierra, entre la naturaleza y el ser humano, el manglar nos alimenta, nos protege, nos limpia el aire y el agua.
Los manglares pueden representar una alternativa efectiva, eficiente y sostenible de infraestructura verde, y métodos innovadores de financiamiento pueden ser explorados para su conservación y gestión sostenible (climate bonds, seguros con capital privado y público tal como para los arrecifes coralinos de Cancún, etc.). Pero el tiempo apresura, y las amenazas son cada vez más: urbanización, producción de carbón, desarrollos turísticos, aguas residuales, desechos sólidos, entre otros.
Desde hace mucho tiempo, los manglares han sido considerados como lugares insalubres y por ende maltratados, destruidos, descuidados. El Caribe alberga cerca del 12% de los manglares del planeta (22,000 km2) (Spalding et al. 2010). Concienticémonos hoy de la importancia que tiene este ecosistema a causa de los numerosos servicios ecosistémicos que nos provee.
Por pura casualidad, la edición de este blog coincidió con el anuncio del nuevo informe de la Convención de Ramsar sobre los Humedales que advierte sobre la desaparición acelerada de los humedales en el mundo. Según este informe, estos ecosistemas están disminuyendo a un ritmo tres veces mayor que el de los bosques, con graves consecuencias para nuestro futuro.
Remanguémonos y echemos raíces al agua para preservar estos ecosistemas tan importantes para el ser humano.
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