El 3 de junio se celebra el Día Mundial de la Bicicleta, una invención de casi 200 años que ha agregado un valor inestimable al mundo.
Ante la actual pandemia por el COVID-19, la bicicleta presenta una oportunidad sin precedentes dado que permite una mayor movilidad más higiénica, contribuye a la recuperación sostenible de la economía y apoya la transformación del transporte urbano hacia la descarbonización.
Es preciso continuar rescatando las calles y el espacio público, al tiempo que avanzamos en la solución de la crisis climática a través de una transición justa.
Antes y durante la pandemia del COVID-19
En América Latina y el Caribe, las ciudades no se caracterizan por contar con una distribución eficiente ni equitativa del espacio público. Las calles están congestionadas y se sigue subsidiando generosamente la gasolina. Aun cuando algunas ciudades han intentado recuperar espacio para el peatón y el ciclista, queda trabajo por hacer.
Las medidas para contener el avance del nuevo coronavirus han provocado el cierre de establecimientos y la cancelación de eventos sociales. Con el distanciamiento físico, el uso del transporte público se disminuyó a niveles bajísimos, algunos proveedores de micromovilidad (medios de transporte eléctrico pequeños, ligeros y de baja velocidad, utilizados para distancias cortas) interrumpieron sus operaciones y los viajes de “ridesharing” se desplomaron. El tráfico vehicular privado cayó estrepitosamente y los cotizados estacionamientos están vacíos, receta perfecta para reclamar espacios en nuestras ciudades.
Les contamos algunos factores determinantes para aprovechar el contexto actual, potenciar la bicicleta como agente de cambio y atacar algunos de los retos más urgentes de esta década.
-
Acelerar la construcción de infraestructura peatonal y ciclista
En el contexto actual, las aceras peatonales son insuficientes para mantener el distanciamiento físico mínimo de dos metros, al tiempo que existe mucho espacio en las calles por la baja en tránsito vehicular. Soluciones como la introducción de ciclovías emergentes, la expansión de senderos peatonales o calles de tránsito calmado y compartido, que ya se venían probando en ciudades anteriormente, se perfilan como algunas de las posibles medidas que varias ciudades pueden implementar rápidamente y con beneficios.
Por ejemplo, en nuestra región, en Bogotá se anunció la dedicación de 80 km de carriles para bicicletas, mientras que la Ciudad de México está adecuando 66 km en importantes avenidas de la ciudad. La clave es, entonces, procurar que la mayor parte de esta infraestructura permanezca a largo plazo.
-
Fomentar el uso de la bicicleta durante y después de la pandemia
Si bien la demanda total de viajes cayó drásticamente, los trabajadores en sectores esenciales siguieron viajando, muchos de ellos en bicicleta. En Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, las tiendas de bicicletas reportaron un aumento en sus ventas de hasta 700%, comparado al año anterior.
En París, el sistema de bicicleta pública afirmó que en la segunda semana de mayo se hicieron más de 400,000 viajes, casi 120,000 de ellos en un solo día. En Londres, los viajes en bicicletas eléctricas se duplicaron en menos de tres semanas. Al otro lado del mundo, los viajes de las bicicletas públicas en Nueva York incrementaron casi 70% comparado con el 2019. Y en América Latina tampoco hay marcha atrás.
Sin duda, durante la crisis ha habido un incremento en el uso de la bicicleta como alternativa más higiénica de transporte y como respuesta a la demanda de provisión de bienes básicos a domicilio. Sin embargo, para que su uso pueda seguir fomentándose, se requiere una mayor seguridad vial, ya que si bien en la mayoría de las ciudades ha disminuido la cantidad de viajes en auto, también han aumentado la velocidad y las consecuencias de los incidentes de tránsito.
-
Caída del precio del petróleo: desaparición de subsidios a la gasolina
A principios de 2020, el precio del barril de petróleo se desplomó hasta llegar a US$ -4.47 debido a la casi inexistente demanda de viajes durante la pandemia. En los últimos años, muchos países han eliminado los subsidios a la gasolina creando espacio fiscal para financiar proyectos más sostenibles.
Dichos recursos pueden destinarse a la creación de “fondos de fomento a la movilidad activa”. Además, la adopción de los “impuestos al carbono” pueden contribuir significativamente al cumplimiento de las metas del Acuerdo de París, y así limitar el calentamiento global a menos de 1.5 °C, respecto a niveles preindustriales de emisiones de dióxido de carbono.
-
Micromovilidad y la explosión de la e-bike
Las metas de las empresas de micromovilidad como las bicicletas y los patinetes eléctricos compartidas y sus reguladores necesitan estar alineadas. En este sector existe una sobrerregulación que no incentiva la innovación y la competencia, y el cobro de permisos de operación incrementa el costo final al usuario. Los recursos por una eventual eliminación de los subsidios a la gasolina podrían invertirse en la micromovilidad, de manera que los servicios sean más equitativos y las empresas puedan prosperar.
Asimismo, las bicicletas eléctricas tienen un enorme potencial en zonas donde los sistemas de transporte público son deficientes y donde el ingreso de los habitantes no es suficiente para adquirir un auto. Incentivar el uso de la e-bike puede ser determinante para reactivar la economía ya que la recuperación del transporte público sucederá de manera paulatina.
En Colombia, ya existe una empresa que, por un poco más de US$50, provee membresías mensuales de e-bikes que incluyen soporte y mantenimiento. De esta forma, se puede desincentivar la necesidad de adquirir un automóvil y, con ello, también reducir las emisiones contaminantes del sector.
En América Latina se han empezado a evidenciar los beneficios de los Sistemas de Bicicletas Compartidas. Es preciso incrementar la adopción de dichos sistemas en ciudades grandes y fomentarla con fuerza en ciudades intermedias, garantizando la integración de su operación con los planes de movilidad de la ciudad.
El BID, el World Resources Institute (WRI) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) han diseñado la Guía para la Estructuración de Sistemas de Bicicletas Compartidas. Esta herramienta busca orientar a los tomadores decisiones en la definición de los elementos de una inversión óptima en estos sistemas, la identificación de las fuentes de recursos para financiar dicha inversión, la distribución de riesgos y responsabilidades de los diferentes actores involucrados, y la movilización del capital de inversión.
Es hora de montarse en la bicicleta
Se presenta la oportunidad de crear un círculo virtuoso de promoción e inversión en infraestructura y movilidad amigables con el medio ambiente, apalancando a la bicicleta como motor de este cambio.
Es el momento para que los ciudadanos demanden y los gobernantes demuestren la voluntad política de priorizar la salud, la calidad del aire y la armonía en la vida urbana; de tomar la decisión oportuna de afrontar la pandemia impulsando el uso de la bicicleta y transformar de manera permanente la movilidad en beneficio de la sociedad.
Lea el nuevo informe, Guía para la Estructuración de Sistemas de Bicicletas Compartidas aquí.
Foto: World Resources Institute
Twitter: @BIDCambioClima
Leave a Reply