La reciente imagen apocalíptica del océano en llamas en el Golfo de México a raíz de la explosión de un gasoducto nos hizo recordar al Señor de los Anillos. Sin embargo, la dependencia del mundo en los combustibles fósiles y su desastroso impacto en el calentamiento global y en el medio ambiente está lejos de ser una fantasía.
La quema de carbón, petróleo y gas es la fuente dominante de emisiones de gases de efecto invernadero, que condujeron la temperatura media global en haber subido alrededor de 1,1 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. La última evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático afirma de forma inequívoca que las actividades humanas son las responsables.
La Agencia Internacional de la Energía afirma que, para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados, no se pueden desarrollar nuevos yacimientos de petróleo o gas ni construir nuevas centrales eléctricas de carbón en ningún lugar. Sin embargo, el informe sobre la brecha de producción de la ONU muestra que los países tienen previsto aumentar la producción de combustibles fósiles en un 2% de media anual, lo que en 2030 supondría más del doble de la producción compatible con el objetivo de 1,5 grados.
Los países de América Latina y el Caribe se enfrentan a decisiones difíciles. Pueden seguir apostando por los combustibles fósiles o embarcarse en una transición energética ordenada y justa en línea con el Acuerdo de París y una recuperación sostenible de la pandemia. Esta última, ofrece la oportunidad de crear un 1% de crecimiento adicional y 15 millones de nuevos empleos en la región, según el informe macroeconómico del BID para 2021.
Entre la espada y la pared
Por un lado, muchos países dependen de la demanda de combustibles fósiles para obtener ingresos fiscales, ya que cerca de la mitad de lo que se produce en la región es exportado. Por ejemplo, entre 2013 y 2018 un promedio de 8,0% de los ingresos públicos en Ecuador, 6,6% en Trinidad y Tobago y 5,4% en México dependían de la explotación de petróleo y gas natural.
Con la reciente subida de los precios del petróleo y la urgente necesidad de rescatar las economías, muchos países de la región buscan desarrollar sus combustibles fósiles. Hasta la fecha, se les ha destinado bastante más financiamiento que a las energías renovables como parte de los paquetes de recuperación. Aunque algunas compañías petroleras nacionales están mejorando su eficiencia energética y reduciendo la quema de gas, el sector energético de la región no está alineado con los objetivos del Acuerdo de París de alcanzar las emisiones netas cero en 2050.
Por otro lado, el crecimiento de las energías renovables y la movilidad eléctrica plantea retos a las economías dependientes de los combustibles fósiles. Las energías renovables ya son más baratas que los combustibles fósiles para la mayoría de los nuevos usos y cerca del 90% de toda la nueva capacidad de generación de electricidad en el mundo procede de las renovables. El aumento de las ventas de vehículos eléctricos también muestra la nueva dirección del camino.
El Sexto Informe de Evaluación del GIEC afirma que para un 66% de posibilidades de limitar el calentamiento a 1,5 grados, el mundo tiene un presupuesto de carbono restante de 360GtCO2, equivalente a nueve años de emisiones actuales. A medida que aumenta la presión para mantener viva la meta de 1,5 grados, los países pueden decidir seguir el ejemplo de países como Costa Rica y Chile, y acelerar sus esfuerzos de descarbonización, lo que podría conducir a una disminución drástica de la demanda de combustibles fósiles.
Esto tendría como consecuencia que las reservas de combustibles fósiles quedaran bajo tierra si el mundo se atuviera a un presupuesto de carbono alineado con el objetivo de 1,5 grados. Estas reservas se convertirían en activos abandonados al haberse devaluado o retirado antes del final de su vida útil estimada, lo que podría suponer una importante pérdida de ingresos para los países exportadores de petróleo y los que dependen de los ingresos fiscales procedentes del consumo de combustibles fósiles, especialmente del transporte.
¿Una película de acción en cámara lenta?
El concepto de emisiones comprometidas es útil para evaluar el impacto de las infraestructuras energéticas en el cambio climático a lo largo de su vida útil prevista, que puede ser de entre 30 y 40 años. Las emisiones comprometidas son aquellas que generará el funcionamiento de las actuales centrales eléctricas de combustibles fósiles durante ese periodo.
Las emisiones comprometidas de las centrales eléctricas actuales en América Latina y el Caribe son incompatibles con el Acuerdo de París. Si se construyeran todas las centrales eléctricas de combustibles fósiles previstas y anunciadas en la región, la mayoría de ellas basadas en el gas natural, las emisiones comprometidas superarían el límite establecido en un 150%.
La única manera de reducir las emisiones comprometidas es cerrando las centrales eléctricas existentes y sustituyéndolas con capacidad de energía renovable, y dejando bajo tierra las reservas de gas natural, petróleo y carbón. Sin embargo, hacerlo con rapidez exigiría retirar los activos físicos antes del final de su vida útil prevista, convirtiéndolos en activos abandonados e incurriendo en costos significativos para los propietarios de los activos y los trabajadores.
Los activos abandonados pueden ser causados por algunas políticas gubernamentales. La eliminación de las subvenciones al diésel impone un nuevo costo a las empresas de taxis y autobuses, reduciendo sus ingresos futuros y, por tanto, el valor actual de su negocio. El cambio tecnológico también puede dar lugar a activos abandonados: por ejemplo, si las nuevas centrales eléctricas renovables merman la competitividad de las antiguas centrales de carbón, diésel o gas natural.
La devaluación brusca de los activos financieros podría crear diversos grados de inestabilidad en los mercados financieros, lo que a su vez podría provocar inestabilidades macroeconómicas. Los activos abandonados también podrían crear inestabilidad política debido a la rápida pérdida de riqueza entre los propietarios de los activos y los trabajadores afectados. Si se cumplieran los objetivos de reducción de emisiones del Acuerdo de París, se prevé que el valor global de los activos abandonados asociados a proyectos que aún no han recuperado su inversión inicial sea de $304,000 millones de dólares en 2035, de los cuales $180,000 millones corresponden a las industrias del petróleo y el gas.
Un estudio del BID muestra que, en escenarios consistentes con el objetivo de 1,5 grados, la producción de petróleo en América Latina debe caer a menos de 4 millones de barriles por día en 2035, un 60% menos que los niveles anteriores a la pandemia. Esto significaría que entre el 66% y el 81% de las reservas probadas, probables y posibles de petróleo no se utilizarán antes de 2035. El impacto fiscal sería enorme: los exportadores regionales de petróleo podrían perder hasta cerca de 3 billones (es decir, 3 millones de millones) de dólares en regalías para 2035 si se concreta una fuerte acción climática mundial.
Una transición justa y ordenada debe comenzar ahora
Estas estimaciones ilustran la importancia de que los gobiernos diseñen políticas para identificar y gestionar los riesgos fiscales asociados a la transición hacia las economías de emisiones netas cero.
Los ministerios de Finanzas pueden desempeñar un papel estratégico en la gestión de estos riesgos diseñando una estrategia fiscal para manejar la incertidumbre de potenciales menores ingresos por hidrocarburos. También pueden identificar y gestionar los riesgos de los activos abandonados en las infraestructuras y la industria. Estos ministerios además pueden diseñar políticas que consideren y aborden los impactos distributivos en los sectores económicos y los trabajadores afectados así como ayudar al sector financiero a internalizar los riesgos climáticos en la toma de decisiones. La llamada transición justa es, por lo tanto, crucial para garantizar que las políticas relacionadas con el clima no exacerben la desigualdad y la pobreza.
En Sudáfrica se han hecho esfuerzos para gestionar mejor los riesgos de los activos abandonados. La Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) y el Banco Sudafricano de Desarrollo llevaron a cabo una evaluación en la que se analizaron los riesgos, incluyendo una caída significativa de los precios de los combustibles fósiles y cualquier inversión que pudiera aumentar la exposición al abandono de activos. El caso sudafricano sugiere que los gobiernos pueden trabajar para evitar o retrasar las inversiones que puedan aumentar la exposición del país al riesgo de activos varados y planificar una retirada progresiva de las actividades más expuestas a la transición energética.
El ritmo de retiro también es importante. El cierre demasiado rápido de las capacidades de producción de combustibles fósiles puede aumentar la factura energética del país, reducir la capacidad del gobierno para financiarse y afectar a los trabajadores y a las comunidades. Por el contrario, un plan demasiado lento – con grandes inversiones en infraestructuras adicionales y supuestos demasiado optimistas sobre las futuras exportaciones de hidrocarburos – llevaría a una transición más abrupta con más quiebras, mayor deuda e incumplimiento de pagos cuando no se satisfaga la demanda de exportación prevista.
Mirando hacia el futuro, una tarea clave para los políticos, destacada en la estrategia del BID para el sector extractivo, es alinear los objetivos mineros y energéticos, climáticos y fiscales de los países. De hecho, hoy en dia, la falta de un enfoque holístico impide una transición ordenada. A medida que los gobiernos diseñan estrategias de descarbonización a largo plazo y emprenden inversiones para apoyar la recuperación de la pandemia, habrá que considerar cuidadosamente la futura demanda de petróleo y las perspectivas de producción nacional. Para reducir el riesgo de abandono de activos en esta década y las probables consecuencias fiscales y políticas, una transición justa y ordenada debe comenzar hoy.
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Foto: veeterzy – Unsplashed.com
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