¿Por qué es importante el océano? El océano cubre tres cuartas partes de la superficie de la Tierra y juega un papel crucial en el ciclo vital de una enorme cantidad de especies. El océano ayuda a regular el clima al absorber el exceso de dióxido de carbono y calor de la atmosfera. El océano también es importante para la economía global; según la OCDE (2016), su contribución económica anual se valoró en US$ 1.5 billones en 2010, una contribución que podría aumentar a US$ 3 billones para 2030. Sin embargo, el océano enfrenta una crisis debido al aumento de los niveles de químicos, sólidos, calor, nutrientes, carbono y especies invasoras, así como por la reducción de oxígeno en su composición. Una de las causas de esta crisis es que, a pesar de la importancia económica, biológica, social y climática del océano, los encargados de formular políticas ambientales alrededor del mundo han adoptado una actitud de “fuera de la vista, fuera de la mente” cuando tienen que enfrentarse a estos problemas (Comité de Auditoría Ambiental, 2019). Específicamente, la evidencia empírica muestra que los gobiernos de todo el mundo han tardado en establecer e implementar políticas efectivas de protección y manejo sostenible del océano (Halpern, 2012; Pauly y Zeller, 2016; Webster, 2015). Como resultado, la agenda internacional de conservación se ha centrado más en el establecimiento de políticas y medidas enfocadas en los ecosistemas terrestres que en el océano. Por ejemplo, el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático contiene tan sólo una breve referencia al océano, y por el contrario en varios artículos a lo largo de dicho documento se exigen a las partes que tomen medidas de conservación relacionadas con los distintos ecosistemas terrestres en nuestro planeta.
Una de las principales razones detrás de esta “ceguera oceánica” en el diseño e implementación de políticas públicas es que la mayoría de los problemas que sufre el océano se encuentran cubiertos por su inmensidad, lo que los hace difíciles de percibir, sentir y medir. Sin embargo, en los últimos años, uno de estos problemas, la contaminación por plásticos y otros desechos sólidos, se ha vuelto extremadamente visible lo cual ha obligado a los países a dirigir su atención hacia el océano. Dicha atención ha ayudado a iniciar fuertes movimientos y acciones sociales y políticas para crear conciencia sobre la salud del océano. Sin embargo, la debilidad fundamental de estos movimientos es que han centrado sus esfuerzos y agendas políticas en el tema de contaminación por plásticos exclusivamente. Este énfasis ha distorsionado en cierto grado la percepción pública a través de un mensaje ambiguo que se traduce en que la contaminación por plásticos es el principal problema e incluso el único que afecta al océano.
Es innegable que la contaminación por plásticos es un problema importante que afecta la integridad del océano, pero este es tan sólo la punta del iceberg. Enfocarse en solucionar este problema no debería distraer a los gobiernos y a las personas de lidiar con los otros problemas que afectan al océano, especialmente aquellos que son más serios y urgentes, como la contaminación por químicos (derivada de la escorrentía de fertilizantes y aguas residuales) y la sobrepesca; problemas cuyos efectos se ven exacerbados por el fenómeno ambiental global más importante de nuestros tiempos, el cambio climático. El PNUD (2012) estimó que el costo económico de las “zonas muertas” en el océano debido a la contaminación por químicos oscila entre US$ 200 y US$ 800 mil millones cada año. Este costo es entre 15 a 60 veces mayor que el impacto económico generado por la contaminación por plásticos. Además, las zonas muertas se han cuadruplicado en tamaño y se han multiplicado por diez desde 1950 (Breitburg et al., 2018). Según los científicos, si esta tendencia continúa, es probable que los ecosistemas marinos colapsen, lo que en última instancia podría causar daños sociales y económicos irreversibles.
Por otro lado, la pesca comercial insostenible es un factor importante para la pérdida de biodiversidad marina en todo el mundo. Este problema no solo afecta la salud de los ecosistemas oceánicos, sino que también produce pérdidas económicas significativas. Según el Banco Mundial (2017), se pierden aproximadamente US$ 83 mil millones cada año debido a la mala gestión de la pesca en todo el mundo. Esa cantidad es seis veces mayor que la pérdida económica producto de la contaminación por plásticos del océano.
En resumen, la contaminación por plásticos es un problema grave que, debido a su visibilidad, finalmente ha atraído la atención y los esfuerzos de los gobiernos y el público en general para proteger el océano. Sin embargo, este renovado interés en la salud del océano se ha limitado principalmente a los plásticos; todo esto pese a que se necesitan cambios sistémicos a gran escala para abordar otras preocupaciones ambientales relacionadas con el océano. Entonces, es nuestra recomendación no descuidar los otros problemas serios que afectan la salud del océano y cuyos impactos negativos son muy superiores al impacto derivado de la contaminación por plásticos. Aún más, se debe aprovechar el hecho de que el problema de los plásticos ha generado una “ola” lo suficientemente grande como para atraer la atención del público y los gobiernos hacia el océano y su salud, haciéndolos superar su mentalidad de “fuera de la vista, fuera de la mente”. Sin embargo, advertimos que, como todas las olas, esta también tiene una vida limitada. Consecuentemente, es imperativo no solo actuar, sino también hacerlo de inmediato para no perder tanto el interés público, así como la voluntad política de los gobiernos para abordar todos y cada uno de los problemas que afectan al océano y recuperar su integridad.
En la actualidad, se perciben vientos de cambio que nos permiten ser optimistas sobre el futuro de las acciones de protección del océano y nos hacen pensar que se estaría tomando el rumbo correcto. Por ejemplo, Chile, que será la nación anfitriona de la conferencia climática de la ONU COP 25, ha denominado a esta reunión como la “COP azul”. Además, el IPCC tiene previsto publicar un informe en septiembre sobre cambio climático y su impacto sobre el océano. Entonces, es posible que, en un futuro cercano, la agenda internacional se alinee para tomar medidas para proteger lo que consideramos que es la sangre y uno de los pulmones de nuestro planeta y humanidad, el océano, pero con suerte con acciones que vayan más allá de los plásticos.
Foto cortesía de Comunicacion Inecc
Este blogpost es parte de la Campaña “Rumbo a COP25” del Grupo BID. COP25, bajo la presidencia del Gobierno de Chile, tomará lugar en Madrid del 2 al 13 de diciembre de 2019, con apoyo logístico del Gobierno de España.
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