La primera vez que llegué a San Salvador de Jujuy en el noroeste argentino, a comienzos de 2014, me cautivó de inmediato lo espectacular y agreste de la región. Las coloridas montañas del Cerro de los Siete Colores cercadas por el pueblo vecino, Purmamarca, y los ríos inmaculados y los salares que bordean al valle.
Con este paisaje de fondo, yo aguardaba entusiasmado los días por venir en los que trataría un proyecto nuevo con el gobierno del lugar y una empresa de agua potable.
Siendo una de las más pobres del país, la provincia de Jujuy no posee suficiente agua potable para satisfacer la demanda actual de sus habitantes. El objetivo del proyecto es servirse de agua de un pequeño río cercano, el río Yala, a fin de duplicar la cantidad de agua potable disponible y cubrir la demanda estimada de la comunidad, que está en expansión, por los próximos 20 años.
Con respecto a eso, uno de los objetivos de fondo de la Política de Salvaguardia Ambiental del Banco es asegurar que el desarrollo de los proyectos apoyados por el BID no cause daños irreversibles al mundo natural ni a sus habitantes. Es primordial analizar de cerca los potenciales impactos que este proyecto pueda tener sobre el río. Los datos históricos que hemos recibido sobre el caudal del río muestran una gran variación entre las temporadas húmeda y seca. Durante la temporada seca, el caudal no es suficiente para satisfacer la demanda de Jujuy. Esto significa que para intentarlo, el proyecto necesitaría remover el 100% del agua del Río Yala por períodos de hasta un mes.
Esto plantea una importante cuestión: ¿deberíamos permitir que se seque el río? Si bien es indiscutible que la gente de Jujuy necesita el agua, el río cumple también otras funciones. Los ríos son redes naturales para especies que necesitan el agua para subsistir y alimentarse. Asimismo, ofrecen una conexión con otros ríos, permitiendo el pasaje de nutrientes, individuos y alimentos. Este río, corriente arriba del punto de extracción del agua, también pasa por el Parque provincial Potrero de Yala que forma parte de la Reserva de Biósfera de las Yungas. Tras dialogar con los actores locales y teniendo siempre en cuenta el medio ambiente y la comunidad, quedó claro que el Río Yala posee un gran valor y relevancia para la biodiversidad del área. No podíamos dejarlo secarse, ni siquiera por unos pocos metros, antes de alcanzar su afluente.
La pregunta que quedaba por hacerse entonces era cuánta agua podía ser extraída sin dañar a los peces que dependen de ella. Este es el llamado “caudal ecológico”. Para poder conocer la respuesta, era necesario saber qué especies se encuentran presentes en el curso de agua, cuál es el caudal disponible, cómo varía el flujo a lo largo del año, y qué otras especies dependen de sus aguas.
Si bien calcular el caudal ecológico parecería ser algo sencillo, se fue dificultando en la medida en que tomamos noción de la escasez de datos disponibles. Idealmente, se necesitan por lo menos 10 años de meticulosas mediciones para comprender la dinámica de un río. ¡No contábamos con 10 años para esperar a recolectar esa información! Entonces recurrimos al historial de datos de medición y seguimiento de flujo de agua y de precipitaciones para poder estimar el régimen hidrológico anual (ver figura siguiente).
Otro desafío se nos presentó cuando notamos que no teníamos información alguna acerca de las especies afectadas. Como Argentina no posee regulaciones específicas en cuanto al caudal ecológico, trabajamos junto a expertos regionales y actores y seleccionamos el Código de Aguas de Chile de 1981 y el decreto 014 del Reglamento para la Determinación de Caudal Ecológico Mínimo. Ambos documentos, considerados entre los más avanzados de la región, recomiendan que el caudal ecológico sea de por lo menos el 20% del caudal mensual promedio del río.
Teniendo en cuenta la información con respecto al caudal ecológico y el Código de Aguas, en la temporada seca (entre julio y diciembre) la extracción de aguas del Río Yala debía ser menor para garantizar que no se seque. Sin embargo, esto no resolvería nuestro dilema ya que la menor extracción se traduciría en la imposibilidad de cubrir la demanda de agua de Jujuy.
Finalmente, tras debatir acerca de los resultados obtenidos con proveedores locales de agua y el experto en aguas de la división de Agua y Saneamiento del Banco, y con el apoyo del organismo gubernamental a cargo del proyecto (ENOHSA), se llegó a una solución al problema: respetar en todo momento el caudal ecológico del Río Yala y en los meses de sequía, extraer aguas de otra fuente, el Arroyo Lozano, a un nivel en que no le causara un impacto significativo.
Como resultado, logramos que por primera vez se considerara el concepto de caudal ecológico al implementar un proyecto en la provincia de Jujuy. Esto se consiguió a través de una aproximación científica, aplicando las mejores prácticas, y sobre todo, colaborando con expertos y actores regionales para garantizar que la situación real en el terreno fuera tenida en cuenta a fin de no dañar al medio ambiente ni al río al cubrir la demanda de agua de la comunidad. Espero regresar a Jujuy en los años venideros y ver cómo nuestro trabajo ayuda a preservar la belleza de su ambiente a la vez que sus habitantes tienen acceso a la tan necesaria agua.
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