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Hombres al cuidado

¡Hombres… a compartir el cuidado!

March 8, 2020 por Patricia Jara Males 6 Comentarios


Una de las consignas más importantes que trae la conmemoración del Día Internacional de la Mujer este 2020 es “comparte el cuidado”. Lo que seguro se nos viene primero a la cabeza es a hombres cambiando pañales, preparando biberones, estimulando el desarrollo del habla o llevando de las manos a un niño guiando sus primeros pasos. Aunque todavía nos queda mucho camino por recorrer en la lucha cotidiana por democratizar el cuidado y hacer de ésta una tarea compartida por hombres y mujeres, afortunadamente se avanza en la dirección correcta. Pero ¿qué pasa si en lugar de un niño los pañales que se cambian, las papillas que se preparan, la estimulación cognitiva y la marcha que se asiste son de una persona mayor? ¿Aplica aquí la premisa de compartir el cuidado? Debemos tener en cuenta tres factores para responder esto.

Primero: la población mundial está envejeciendo

Primero, la población mundial está envejeciendo y el grupo de edad que crece más rápido es el de 65 años o más. Según el informe “Perspectivas de la población mundial 2019” de Naciones Unidas, para 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años y este grupo se duplicará entre 2019 y 2050 en varias regiones del mundo, incluyendo América Latina y el Caribe. Aunque vejez no es sinónimo de enfermedad, discapacidad o dependencia, inevitablemente una porción significativa de las personas requerirá de apoyo de otros para llevar a cabo actividades de la vida diaria. Aquellos que van perdiendo más capacidades funcionales, necesariamente requerirán del cuidado de otros. Por lo tanto, mientras más envejecidos nuestros países, mayor será la necesidad de cuidados.

El Panorama de Envejecimiento del Banco Interamericano de Desarrollo viene levantando con fuerza el tema de la dependencia funcional. se estima que en nuestra región el 12% de las personas de 60 años o más no pueden llevar a cabo de manera independiente al menos una actividad básica de la vida diaria, como bañarse, comer, o acostarse y levantarse de la cama. Esta cifra puede llegar a una de cada de tres personas en esa condición cuando se trata del grupo de 80 años o más. Con estas tendencias es un hecho que, en los próximos 30 años, la demanda de servicios de atención a la dependencia será tres veces mayor a la actual.

Segundo: el principal proveedor de cuidados es la familia

Hay varias razones que explican esto, además del hecho que es la primera red natural de contactos y recursos a los que las personas pueden echar mano en situación de necesidad. Desde el lado de la oferta, no siempre hay un mercado de servicios suficientemente desarrollado o a precios accesibles como para que las personas adquieran ahí los apoyos que necesitan. Tampoco a nivel de políticas públicas las acciones de apoyo al cuidado se han integrado suficientemente a los catálogos de prestaciones sociales.

Por el lado de la demanda, la mayoría de las personas con dependencia prefiere ser cuidada en su lugar de residencia. Los países que han avanzado más señeramente en el desarrollo de sistemas de atención a la dependencia y cuidados de larga duración se han orientado fuertemente a intervenciones de apoyo al cuidado en el hogar, no solo porque la prestación de atención domiciliaria es más eficaz que la atención institucionalizada sino también porque son de menor costo. En consecuencia, una parte importante de estas políticas se orienta a reforzar el cuidado en el hogar.

Tercero: la distribución de tareas es desigual

La carga del cuidado informal al interior de los hogares está desigualmente distribuida. El cuidado de las personas dependientes es abrumadoramente una tarea asumida por las mujeres. Trabajen o no remuneradamente fuera de sus hogares, las mujeres son las que asumen en mayor proporción la tarea de cuidar de sus familiares dependientes. De muestra un botón: en Chile el 70% de las personas cuidadoras son mujeres, cifra que sube a 80% en Costa Rica y a 85% en Colombia.

La capacidad de las familias de asumir el cuidado de sus dependientes está disminuyendo considerablemente. Las familias son cada vez más pequeñas. Y las mujeres, que hasta ahora han asumido notablemente este rol, están migrando hacia el mercado del trabajo con menos tiempo para ejercer ese cuidado. Sin embargo, mientras las mujeres sigan siendo las principales proveedoras del cuidado al interior de las familias, parece urgente desarrollar ofertas de apoyo al cuidado que tengan en cuenta el bienestar y la seguridad de las personas dependiente y al mismo tiempo, el bienestar de las personas cuidadoras. Estos no deben ser objetivos contrapuestos. Al contrario, han de ser las dos caras de la misma moneda. El reconocimiento a la importancia del cuidado informal y el desarrollo de una oferta de apoyos al cuidado en domicilio, deberían estar presentes en cualquier esquema de protección social que se piensa en claves de inclusión social pero también con equidad de género.

Ejemplos de sistemas de cuidado en la región

Uruguay ostenta quizás el esquema más estructurado de opciones en un sistema de cuidados: además de ofrecer servicios de asistentes personales en el domicilio para adultos mayores con dependencia severa, cuenta con alternativa de teleasistencia y con servicios de centros día, recursos que sin duda ofrecen un alivio al cuidado familiar.

El caso de la Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores (DINAPAM) de Argentina muestra cómo es posible avanzar en distintos frentes: ofrecer formación, certificación y apoyo a la inserción laboral de cuidadores domiciliarios, ha elaborado manuales gratuitos para cuidadores y una guía de autocuidado disponibles en línea. Por su parte el PAMI además de ofrecer subsidios para servicios en domicilio brinda atención en clubes, centros de día y residencias.

El Programa Chile Cuida va siguiendo una ruta similar: entre las alternativas que ofrece en apoyo al cuidado domiciliario, destacan los Asistentes de Apoyo y Cuidados que tienen por objetivo visitar a las personas en sus hogares con el propósito de ofrecer un respiro o alivio temporal a la tarea que emprende la cuidadora familiar, además de ofrecer guías educativas que van dirigidas justamente a brindar información sobre cuidados básicos como suministro de medicamentos, cambio de pañales, higiene personal o manejo de emergencias.

En Costa Rica los notables avances logrados en el ámbito de la inclusión social para personas con discapacidad, va trazando rumbo en materia de cuidados: la Ley de Autonomía Personal contempla explícitamente la figura del asistente personal para las personas con discapacidad que requieren un apoyo de este tipo. Aunque es una intervención pensada fundamentalmente para contribuir a la realización del derecho de las personas con discapacidad a vivir de forma independiente, es un invaluable recurso que ofrece alivio al cuidado familiar, otra vez a cargo principalmente de madres, hermanas, hijas, esposas, compañeras o nueras.

Reducir la disparidad

Seguramente hay muchas otras experiencias en la región que están contribuyendo de manera importante a apoyar a las familias en su tarea de cuidar y en mejorar la calidad de las acciones de cuidado. Sin embargo, la brecha del cuidado en cuanto a quiénes asumen la tarea del cuidado informal es un reto que llama con urgencia a actuar para reducir esa disparidad. Pareciera razonable que mientras se avanza en el desarrollo de sistemas de atención a la dependencia y cuidados de larga duración, nos hagamos cargo de la invocación de este 8 de marzo que llama a la paridad en el cuidado familiar. Hombres… ¡bienvenidos a compartir las tareas de cuidado!

¿Conoces otros programas que buscan lograr una carga equitativa en tareas de cuidado? Déjanos un comentario. 


Archivado bajo:Envejecimiento y dependencia Etiquetado con:Adultos mayores, América Latina, Banco Interamericano de Desarrollo, BID, Chile, cuidados, dependencia, discapacidad, envejecimiento, envejecimiento-y-dependencia, IDB, Inter-American Development Bank, longevidad

Patricia Jara Males

Patricia Jara is a specialist in Chile in the Social Protection and Health Division of the Inter-American Development Bank (IDB).

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Comments

  1. TITOVASS dice

    March 10, 2020 at 3:26 pm

    LA ESTRUCTURA MENTAL DE LOS ASISTENTES DE APOYO Y CUIDADOS PARA LOS ADULTOS CON DEPENDENCIA DEBE GUARDAR RELACIÓN CON EL MEDIO DE VIDA
    ACTUAL Y SUS RIESGOS. AHÍ LAS VARIABILIDAD DEL CONTEXTO SOCIO PRODUCTIVO DEBERÁ GARANTIZAR UNA PREPARACIÓN PREVENTIVA Y ESTABLECER CON EQUIDAD LOS BENEFICIOS DE UN PLAN INTEGRAL. POR SUPUESTO EL ESPACIO FÍSICO LIMITADO DEBE ESTABLECER ESTA SEGURIDAD Y DESARROLLO DEL PLAN.

    Reply
  2. Oscar serrato dice

    March 10, 2020 at 4:59 pm

    Excelente artículo, y creo así debe ser que el hombre se sume a la tarea de la mujer, hay que iniciar para que las labores sean parejas en todos los sentidos

    Reply
  3. Ana Yanil Rojas dice

    March 10, 2020 at 5:40 pm

    En Uruguay la ley 19353 aprobada en el año 2015, tiene como principal objetivo la promoción de la autonomía de las personas en situación de dependencia . En este sentido la ley consagra la creación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC) el cual a través del diseño e implementación de políticas públicas propone un modelo solidario y corresponsable entre las familias, el Estado, la comunidad y mercado, con perspectiva de género y de derechos. La ley consagra el cuidado en su doble vertiente: como un derecho y como una función.

    Reply
  4. Dr Hector Lamas Rojas dice

    March 10, 2020 at 5:58 pm

    De acuerdo contigo estimada Patricia.
    Quiero referirme a ciertos aspectos a consideaar en el tema de cuidadores: La intervención educativa y psicosocial no puede ser vista únicamente como un esfuerzo por contrarrestar las carencias, sino como una apuesta por las posibilidades; en el caso del adulto mayor, se plantean retos de adaptación y los esfuerzos de estas personas para acometerlos., y se supone que la integridad de la calidad de vida emana de las respuestas adaptativas. Por ejemplo, en relación a movilidad útil, actividades básicas de la vida diaria, capacidades de orientación, comunicación receptiva y expresiva, relaciones sociales e interpersonales, autonomía, percepción de salud, entre otras. Lo que podría interpretarse a partir de la teoría de la actividad. Según este enfoque, de raíces aristotélicas, una persona se sentirá bien en función de las actividades que realice y de la calidad con la que las lleve a cabo, aprehendida ésta a través de percepciones subjetivas: opiniones, actitudes, creencias y valores Por ejemplo: El desafío de adaptación es extraer placer de la vida. La pregunta que tendríamos que plantearnos es si la persona, el adulto mayor en nuestro caso, tiene respuestas ante éste desafío y su percepción de las mismas. Por ejemplo, actuar de acuerdo con los propios valores, seguir intereses, adherirse a experiencias religiosas y estéticas, relajarse en tiempo de ocio, valorar la vida a pesar del dolor y de los problemas, etc. Y, dos aspectos finales, no olvidemos que no hay un único estándar con el que sopesar el declive, el mantenimiento o la mejoría de la adaptación y que la adaptación se modifica en función del contexto, especialmente la motivación y el entorno. Por ejemplo, la reestructuración del hogar o la provisión de aparatos auxiliares puede aumentar o restablecer la adaptación o la independencia de la persona mayor

    Reply
  5. Dr Hector Lamas Rojas dice

    March 10, 2020 at 5:59 pm

    De acuerdo contigo estimada Patricia
    Pero quiero insistir en lo que debemos esperqr de los cuidadores: La intervención educativa y psicosocial no puede ser vista únicamente como un esfuerzo por contrarrestar las carencias, sino como una apuesta por las posibilidades; en el caso del adulto mayor, se plantean retos de adaptación y los esfuerzos de estas personas para acometerlos., y se supone que la integridad de la calidad de vida emana de las respuestas adaptativas. Por ejemplo, en relación a movilidad útil, actividades básicas de la vida diaria, capacidades de orientación, comunicación receptiva y expresiva, relaciones sociales e interpersonales, autonomía, percepción de salud, entre otras. Lo que podría interpretarse a partir de la teoría de la actividad. Según este enfoque, de raíces aristotélicas, una persona se sentirá bien en función de las actividades que realice y de la calidad con la que las lleve a cabo, aprehendida ésta a través de percepciones subjetivas: opiniones, actitudes, creencias y valores Por ejemplo: El desafío de adaptación es extraer placer de la vida. La pregunta que tendríamos que plantearnos es si la persona, el adulto mayor en nuestro caso, tiene respuestas ante éste desafío y su percepción de las mismas. Por ejemplo, actuar de acuerdo con los propios valores, seguir intereses, adherirse a experiencias religiosas y estéticas, relajarse en tiempo de ocio, valorar la vida a pesar del dolor y de los problemas, etc. Y, dos aspectos finales, no olvidemos que no hay un único estándar con el que sopesar el declive, el mantenimiento o la mejoría de la adaptación y que la adaptación se modifica en función del contexto, especialmente la motivación y el entorno. Por ejemplo, la reestructuración del hogar o la provisión de aparatos auxiliares puede aumentar o restablecer la adaptación o la independencia de la persona mayor

    Reply
  6. Carlos Villalobos dice

    March 11, 2020 at 8:51 pm

    Me parece interesante el tema de cuidados del adulto mayor y mas que todo como esta actividad recae en mayor medida en las mujeres, me gustaría compartir experiencias diferentes de otros países al respecto, y ver como se pueden aplicar en el nuestro.

    Reply

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