¿Qué esperarías si te ofrecieran un trabajo en el que se te pide una gran dedicación horaria y compromiso y que, además, requiere destrezas técnicas específicas, habilidades interpersonales, un poco de psicología, empatía, capacidad de reacción ante imprevistos y, ante todo, mucha paciencia? Seguramente, esperarías al menos dos cosas: un buen nivel de remuneración y una preparación técnica que te permita realizar ese trabajo de la mejor manera posible.
Te sorprenderá entonces saber que existen en América Latina y el Caribe alrededor de 13 millones de personas (publicación próximamente disponible) que realizan un trabajo de tales características, pero sin recibir remuneración alguna ni formación para la tarea. Son los cuidadores familiares de personas mayores.
Una encuesta reciente del BID (autoadministrada), que estudia las experiencias de personas cuidadoras en 25 países de la región, muestra que, en efecto, ocho de cada diez cuidadoras familiares de personas mayores no tienen ninguna formación. La situación no es mucho mejor entre las cuidadoras remuneradas: más del 30% trabaja sin haber recibido ningún tipo de formación, y solo tres de cada diez hizo un curso de 150 horas o más.
¿Por qué es importante la situación de las personas cuidadoras en la región?
Las personas cuidadoras, remuneradas o no, son la piedra angular de cualquier política de cuidados. Ya sea en el ámbito institucional o dentro de los hogares, son ellas quienes brindan su tiempo y apoyo para que, día tras día, quienes reciben los cuidados puedan llevar adelante aquellas actividades que son esenciales para su vida y su bienestar.
En la encuesta, el 78% de las cuidadoras de personas mayores no remuneradas expresó que el rol de cuidar le brinda satisfacción y el 60% dijo que cuida porque desea hacerlo. De igual manera, cerca del 70% de las cuidadoras remuneradas declara que les gusta su trabajo.
Pero hay otra cara de la moneda. Los altos niveles de satisfacción están asociados con altos costos emocionales y económicos. Alrededor del 25% de las cuidadoras no remuneradas y del 20% de las remuneradas experimenta síntomas de depresión, cifras que son elevadas en comparación con el promedio de la población. Además, cerca de la mitad de las cuidadoras no remuneradas reconocen haber descuidado su salud debido a las responsabilidades de cuidados.
Los resultados de esta encuesta están en línea con los reportados por otra investigación sobre los cuidadores remunerados que trabajan en instituciones de Colombia, Costa Rica y Uruguay. En la muestra, el 41,8% reporta desgaste físico, un 35,5% desgaste emocional y un 22% reporta tanto desgaste físico como emocional.
Además del costo en salud, existe también un costo económico. Entre las cuidadoras no remuneradas, el 48% tuvo que dejar de trabajar y el 20% debió reducir su jornada laboral debido a las responsabilidades de cuidados. Entre quienes reciben un pago por su labor, el 70% gana apenas el salario mínimo o menos.
La evidencia muestra que el acceso a formación mitiga los efectos negativos del cuidado tanto en la salud como en la autonomía económica de las personas cuidadoras. En nuestra encuesta, las cuidadoras que recibieron formación reportaron menores niveles de estrés y de depresión. El análisis también evidencia que la formación está asociada con mayores ingresos y que este efecto es mayor cuanto más largo es el curso realizado.
¿Cómo podemos cuidar a las cuidadoras?
Con base en los resultados analizados, la respuesta a esta pregunta parece ser sencilla: una de las principales maneras que tenemos de cuidar a quienes cuidan es brindándoles formación.
La formación permite también mejorar el cuidado de quienes lo reciben. Especialmente aquella que considera un enfoque de atención centrado en la persona, donde el usuario se convierta en protagonista de su propio cuidado y se tengan en cuenta sus gustos y preferencias. Este enfoque tiene como objetivo que la persona cuidada conserve su dignidad, autonomía, mantenga el control sobre su vida, desarrolle sus proyectos de vida y realice actividades significativas y con sentido, por el mayor tiempo posible.
Esto a veces no es fácil. Si bien existe evidencia acerca de los beneficios del enfoque de atención centrado en la persona, también se reconocen dificultades en su implementación. El establecimiento de rutinas, la homogenización de tareas, tiempos y procedimientos propios del modelo tradicional de atención con enfoque sanitario es muchas veces más sencillo. Por ejemplo, cuando la persona mayor conserva capacidad funcional para colaborar en el proceso de higienización, pero el procedimiento es realizado por completo por la persona cuidadora, la tarea es más rápida. Sin embargo, desde la perspectiva de la atención centrada en la persona, la persona cuidadora debe fomentar la autonomía de la persona cuidada, apoyándola para que pueda realizar la actividad por sus propios medios.
Para romper con los viejos paradigmas, es fundamental transversalizar el enfoque de atención centrada en la persona en las formaciones y brindar tanto contenidos como estrategias que permitan profundizar en la importancia y los beneficios del modelo de atención centrada en la persona.
Dada la importancia de la formación, el BID está apoyando en esta política pública a varios países de la región, incluidos Uruguay, Republica Dominicana, México, El Salvador, Colombia, Costa Rica y Ecuador. Este apoyo incluye diagnósticos de la situación de los cuidadores y de las políticas destinadas a mejorarla, el desarrollo de las currículas y la formación de miles de formadores y cuidadores.
Para conocer más sobre la situación de las cuidadoras de la región, puedes leer el informe completo en Cuidadoras de personas mayores: sobrecargadas y mal pagadas: evidencia de una encuesta del Banco Interamericano de Desarrollo en América Latina y el Caribe.
Si cuidas de una persona mayor, o conoces a alguien que lo haga, y quieres hacer escuchar tu voz, puede completar la encuesta en línea aquí.
Xiomara Aleman dice
Buen día. Muchas gracias por presentar los resultados de las encuestas a personas dedicadas al cuidado de personas mayores en los tres países mencionados. Sería importante pensar además de propuestas para la formación para cuidadores y sus familias, establecer incentivos y carteras de servicios para las personas cuidadoras que les permita contar con mayor tiempo de respiro y puedan desarrollarse integralmente. y muy importante también invertir para apoyar a que el cuidado no sea mayoritariamente un rol de la mujer (división sexual del trabajo). Muchas gracias y felicidades. Excelente artículo. ayuda a reflexionar en la materia.
Pedro f. taveras dice
muy buen articulo
Emilse dice
fui cuidador de una anciana de 81años de edad, pues era como mi madre de corazon, no autovalida, ty les aseguro que lo hice 24/7, durante 2 años, tuve que contratar una ayudante para higienizarla pues pesaba unos 80 k. y me resultó totalmente extenuante, x suerte ahora esta en un residencial, pienso mejor cuidada, pues cuando tenia algun retroceso en su salud debía llamar médico y puedo asegurarles que la atención que le dispensaban era solo para conformarme y si no les puedo relatar la lamentable historia de los profesionales de la salud, parecen en uruguay que cuando ase trata de gente mayor solo te dispensan una atención superficial, para mi fue un shock emocional vivirlo directamente