Hace un par de semanas tuve la oportunidad de reunirme con el equipo de un Ministerio de Salud en un país de la región, que estaba preparando un proyecto de inversión para un nuevo hospital general. Les pregunté cómo habían dimensionado su tamaño y me indicaron que usaron el “estándar internacional” de 3 camas por mil habitantes. Esto resultó en una brecha de 2.000 camas, por lo que decidieron hacer un hospital de 500 camas. Les pregunté si habían analizado si, efectivamente, existía la demanda que ellos esperaban y respondieron que no, pero que ellos creían que sí existía pues en varios hospitales tenían personas hospitalizadas en los pasillos de la unidad de emergencia.
Entonces les mencioné que el uso de un “estándar internacional” es atractivo, primero por su simpleza y segundo porque da la sensación de que responde a un conjunto de buenas prácticas o evidencia preestablecida. Sin embargo, en realidad se trata de un valor referencial y no da cuenta necesariamente de un valor óptimo o adecuado a la realidad del país.
¿Qué nos dice el número de camas sobre la demanda hospitalaria?
En los países de la OCDE, por ejemplo, el valor promedio de camas es de 3.42 camas por mil habitantes, sin embargo hay países como Estados Unidos y Reino Unido que tienen entre 2.41 y 2.56 camas, respectivamente, mientras Japón y Corea del Sur cuentan con 7.95 y 5.91 camas cada uno. No hay evidencia de que en los países con mayor disponibilidad y uso de camas hospitalarias se generen mejores resultados sanitarios. Ejemplo de ello es que la mortalidad por infarto agudo al miocardio es similar entre los países.
Al observar la disponibilidad de camas en la región, se observa que el promedio para América Latina es de 2.1 camas por mil habitantes. La disponibilidad de camas presenta un rango que va desde Guatemala y Honduras que cuentan con 0.6 y 0.7 camas respectivamente, hasta Cuba y Argentina que disponen de 5.3 y 4.5 camas. Los países con baja disponibilidad de camas presentan un déficit de las mismas. Esta situación quedó evidenciada a través del Estudio de Red Asistencial de Guatemala (ERAGU), que determinó que en las actuales condiciones epidemiológicas la demanda de hospitalización era de 0.9 por cada mil habitantes.
En base a estos antecedentes, los riesgos de utilizar un “estándar internacional” de número de camas para la planificación de un hospital son dos: caer en el sobredimensionamiento o subdimensionamiento de su tamaño. Es decir, que se dispongan más camas de las necesarias, convirtiéndose en un “elefante blanco”, o que de partida el hospital quede más pequeño de lo que la demanda requiere (“nació pequeño”).
Un nuevo paradigma
Para mitigar estos riesgos, es necesario utilizar dos enfoques adicionales, uno que se centra en caracterizar la demanda observada y otro que considera variables epidemiológicas.
El enfoque de demanda analiza la demanda efectiva sobre los servicios de salud, para lo cual se analizan los datos de las personas atendidas y los registros de personas que están en espera de ser atendidas. Lo positivo de este enfoque es que da cuenta de la capacidad efectivamente instalada. Sin embargo, existe el riesgo de que no se cuente con registros de listas de espera o que estas estén muy incompletas.
El enfoque epidemiológico considera, en primer lugar, determinar la brecha sanitaria a partir del perfil de incidencias de los problemas de salud, que se utiliza para estimar los recursos necesarios para cerrar dicha brecha. Lo atractivo de este enfoque es que da cuenta del perfil de enfermedades de la población, para las cuales no se están generando necesariamente los servicios requeridos, en particular respecto a las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), que constituyen el grupo de mayor prevalencia. Su riesgo, por otro lado, tiene que ver con la planificación de recursos. Concretamente, implica ser cuidadosos al momento de traducir los problemas de salud a demanda de servicios y recursos.
Lo recomendable al planificar un proyecto hospitalario es combinar estos tres enfoques para poder recoger la historia sanitaria e incluir ajustes que permitan resolver brechas y carencias en la oferta de servicios. Asimismo, recordar que el hospital es un elemento más de la red de salud. Por tanto, al planificar su dimensionamiento debe considerarse el rol de la red ambulatoria, especialmente en el manejo de las personas con ECNT.
Nuevo curso te dará las herramientas necesarias para una planificación sólida
Te preguntarás, ¿por qué es importante no equivocarse? La respuesta es simple: las inversiones asociadas a una cama hospitalaria tienen un costo promedio regional de US$ 205.000 en infraestructura y US$ 71.750 de equipamiento médico. Adicionalmente, este costo equivale a dos puestos de salud rural e implica un costo de funcionamiento anual cercano a los US$ 100.000.
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