En un momento sin precedentes como este, todos los países con capacidades científicas y tecnológicas se han sumado a la búsqueda de terapéuticos contra el virus SARS-CoV-2, causante del COVID-19, ya sea en la búsqueda de una vacuna o de medicamentos para diferentes etapas de la enfermedad. La OMS tiene registradas, ya, 167 vacunas potenciales en desarrollo de las cuales 28 están en fase clínica. América Latina se ha hecho presente y hoy día presenciamos de manera inédita más de diez vacunas en desarrollo contra el COVID-19, y también estudios del redireccionamiento de varios medicamentos.
Un seminario organizado por el Instituto Radcliffe de la Universidad de Harvard, sobre Investigación y Desarrollo (I+D) de Terapéuticos y Vacunas, es una muestra del trabajo que se viene desarrollando en América Latina y que hasta ahora se ha mantenido bastante invisible al público. Los países más activos en ciencias de la vida —bioquímica, biología molecular, biotecnología, que son Argentina, Brasil, Chile, Cuba, y México han aumentado de manera creciente sus publicaciones en revistas de alta calidad, como lo acredita el índice de la Revista Nature. Esta tendencia ha ido acompañada también del desarrollo de nuevas vacunas y de medicamentos, cuyo foco, ha sido enfermedades infecciosas tales como la influenza, el virus respiratorio sincicial, el dengue, y el zika.
Los países más activos en publicaciones científicas y en el desarrollo de vacunas preventivas y terapéuticas son los mismos que hoy trabajan desarrollando vacunas contra el COVID-19. De los más de diez proyectos en desarrollo, México lidera con cuatro vacunas, mientras Argentina, Brasil, y Cuba con al menos dos, y Chile, y Perú con una por país.
La mayoría de las vacunas del COVID-19 en desarrollo en América Latina utilizan tecnologías probadas por décadas, y se encuentran en la etapa preclínica, o fase uno. Esto contrasta con algunas vacunas que utilizan tecnologías genéticas y están en fase avanzadas de pruebas clínicas, pero cuya seguridad es incierta. Y aunque las vacunas desarrolladas con métodos tradicionales son más lentas, estas podrían ser efectivas en dosis únicas o tener otras características que las hagan más seguras y fáciles de escalar. Y como dice, el Dr Seth Berkley, director de la Alianza Mundial para las Vacunas y la Inmunización, (GAVI, por sus siglas en inglés): puede que la vacuna que empecemos a usar no sea ideal, y luego pasemos a una mejor.
Todos los proyectos de vacunas cuentan en distintos grados con el apoyo de sus respectivos gobiernos, ya que éstos temen que, si una vacuna o un medicamento se vuelve disponible, su precio será muy alto, inaccesible en el corto plazo, o poseerá características inadecuadas para ciertos grupos de la población. Algunos de estos diez proyectos, son parte de consorcios que incluyen universidades, fabricantes de vacunas, y acuerdos que cruzan fronteras, como es el caso de la vacuna que desarrolla la Universidad de Sao-Paulo, asociada con la compañía Butantan, y con apoyo financiero del estado de Sao-Paulo y la Unión Europea. Varios países han contribuido recursos a la Coalición para Innovaciones en Preparación para una Epidemia (CEPI por su siglas en inglés). Originalmente fundado por filántropos y gobiernos para financiar vacunas contra infecciones emergentes (como el zika), CEPI ha contribuido al desarrollo de nueve vacunas contra el COVID-19, entre las que se cuenta la de AztraZeneca, que ya entró en la fase clínica 2-3. México presentó cuatro proyectos de vacunas, y una compañía farmacéutica argentina otro, para consideración de CEPI. Con ello, buscan obtener más financiamiento, pero sobre todo buscan interactuar directamente con uno de los grupos más fuertes en la búsqueda global de vacunas.
Una vez probada eficaz, la producción de una vacuna en montos suficientes no es automática. Por lo tanto, el mes pasado, GAVI lanzó la llamada Gavi Advance Market Commitment for COVID-19 Vaccines (Covax), una propuesta para incentivar el aceleramiento de la producción de vacunas. Covax ya tiene recursos donados para comprar vacunas para países de bajos ingresos. Si la propuesta se concretiza, cualquier país, no importa su nivel de ingreso, puede entrar como socio, incluyendo los de América Latina con sus propios recursos. Este instrumento suma compromisos de compra por parte de los países y, pagando un adelanto, el país reserva el acceso a un monto prefijado de dosis de la vacuna que resulte exitosa. Actualmente, los países de la región se han expresado su interés en participar a través de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Otra iniciativa regional, aún más reciente, es un acuerdo entre Argentina, México y la Universidad de Oxford, con participación de la Fundación Slim, para producir la vacuna de esta universidad en el caso que sea exitosa en la prevención de la enfermedad.
Sabemos que, en momento de alta incertidumbre lo mejor es una estrategia diversificada. Esto significa buscar acceso a múltiples candidatos de vacunas o medicamentos, a través de múltiples iniciativas. Apoyar el desarrollo de una vacuna a nivel nacional, buscar alianzas científicas a nivel global, y unirse a una estrategia regional de compra anticipada, aumentarán las posibilidades de acceder a una vacuna o medicamento que resulte exitoso. Todas estas iniciativas son muy bienvenidas.
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