En el desarrollo económico urbano todo gira en torno a los compromisos. Como suelen decir los economistas, nada es gratis.
Pensemos en el caso de California. Los salarios astronómicos que pagan empresas como Google, Apple y otras firmas digitales atraen a miles de personas a Silicon Valley y al área alrededorde San Francisco, y los altos salarios de los estudios de Hollywood atraen a las personas a Los Ángeles. Sin embargo, esos altos salarios también provocan el aumento de los costos de la vivienda, lo cual hace prácticamente imposible que muchas personas de ingresos bajos o medios, como los profesores, puedan comprar o hasta pagar el alquiler de una vivienda decente. Las condiciones favorables del lugar —por ejemplo, el buen clima— tienen un efecto similar y atraen a personas de altos ingresos, mientras que numerosos residentes de larga data se enfrentan a precios inaccesibles. Estas son, en esencia, las disyuntivas urbanas: las buenas noticias en un frente normalmente tienen como resultado malas noticias en otro frente.
Las disyuntivas en América Latina
La existencia de estas disyuntivas es un lente útil para pensar en la migración laboral interna en América Latina y el Caribe, una región que aumentó su porcentaje de habitantes urbanos de 40% en 1950 a casi el 80% en 2011, hasta convertirse en la región más urbanizada del mundo en vías de desarrollo. El movimiento hacia las ciudades, que ha tenido como resultado ocho megaciudades de más de 10 millones de personas es, en su conjunto, un fenómeno positivo para la región. Allí confluyen empresas y personas, creando enormes economías de escala y generando fertilización cruzada de ideas tanto en la industria como en los servicios. La urbanización genera prosperidad y, a largo plazo, ayuda a las personas a salir de la pobreza. Sin embargo, el considerable flujo de personas hacia las grandes ciudades también provoca la escasez de vivienda, lo que, a su vez, lleva a un alza de los alquileres. De hecho, según un informe de Naciones Unidas publicado en 2012, América Latina sufre una escasez de aproximadamente 50 millones de viviendas, y casi el 20% de la población vive en barrios marginales, muchos de los cuales carecen de servicios básicos como la electricidad y el alcantarillado.
¿Cómo es esto relevante para los hacedores de políticas públicas? Resulta que, dado que estas disyuntivas existen, las políticas de desarrollo económico local a menudo pueden tener consecuencias inesperadas e incluso no deseadas. Históricamente, los gobiernos municipales en todo el mundo han promovido proyectos para crear empleos y mejorar las vidas de las poblaciones locales que los eligieron. Tomemos un ejemplo concreto. Es probable que la creación de un parque industrial genere empleo. Sin embargo, las oportunidades económicas en la ciudad también causan flujos migratorios internos, y es posible que algunos de los recién llegados se instalen en viviendas informales en barrios marginales. Sin embargo, si hay barreras institucionales o físicas para la expansión de los barrios marginales, los nuevos trabajadores buscarán ubicarse en viviendas formales en otros lugares de la ciudad. Esto a su vez, provocará la subida de los costos de vivienda locales —a veces desproporcionadamente— perjudicando el bienestar de los residentes locales. Si bien los migrantes tendrán mejores oportunidades económicas que en sus lugares de origen, la población local —con la excepción de los propietarios de viviendas— perderá.
El género influye en la migración
Para complicar aún más este asunto, las diferencias de género pueden influir en esta dinámica, como pude comprobar en un estudio reciente. Dado que los hogares tienden a migrar siguiendo las oportunidades de empleo de los hombres más que de las mujeres, es probable que el desarrollo local siga tendencias distintas dependiendo de si la creación de trabajos favorece al empleo masculino o femenino. Mi análisis reveló que esta decisión familiar, aparentemente no relacionada con el desarrollo económico de una ciudad, puede jugar un rol importante en determinar quiénes se benefician de las políticas locales de desarrollo económico.
El estudio abarcó 539 localidades en Brasil, que crecieron a tasas distintas a lo largo de los años noventa y la década del 2000. Para medir cómo la creación local de empleos favoreció a los hombres o a las mujeres, utilicé diferencias de género en el empleo de diferentes industrias en esas localidades. Esto reveló patrones claros y consistentes. El crecimiento de las industrias que normalmente contratan a hombres, como la construcción, el transporte, las refinerías de petróleo y otras, provocó aumentos importantes tanto en la migración hacia la ciudad como en los alquileres de viviendas, en la medida en que los hombres migrantes traían a sus familias a ubicarse en la ciudad. Sin embargo, este no fue el caso del crecimiento en industrias que normalmente contratan a mujeres, como las industrias de confección de textiles y confección de ropa. De hecho, mientras que un aumento de un 1% en la demanda de trabajo masculino llevó a un aumento de un 0,76% de la población local durante la década del 2000 y de un 0,63% en los alquileres locales durante las dos décadas estudiadas, el mismo aumento en la demanda de trabajo femenino tuvo como resultado sólo un aumento del 0,09% de la población urbana y un aumento de 0,01% en los alquileres. En otras palabras, la creación de empleo para los hombres estimuló la migración urbana e hizo a las ciudades más caras. Mientras tanto, crecimientos en demanda laboral femenina fueron satisfechos principalmente por la población local, sin generar presión en los mercados de vivienda ni afectar negativamente la economía de las familias ya asentadas en la ciudad .
Las ciudades se enfrentan a decisiones difíciles en materia de creación de empleo
Éste es, desde luego, sólo uno de los numerosos factores que determinan quién se beneficia de las políticas locales de desarrollo económico. Sin embargo, ilustra las complejas decisiones que deben adoptar los hacedores de política a nivel local. Si su objetivo consiste en mejorar las oportunidades económicas para la población local, pueden adoptar políticas que minimicen las potenciales respuestas migratorias—como promover trabajos en ámbitos que generan empleo femenino más que masculino. Sin embargo, esto implicaría reducir las oportunidades para los migrantes potenciales y los propietarios de viviendas, lo que frenaría la contribución, potencialmente importante, que estos grupos pueden hacer al futuro crecimiento de la ciudad. En definitiva, nada es gratis, y considerar explícitamente las disyuntivas en juego puede ayudar a los funcionarios locales a diseñar políticas que sean más efectivas en el logro de sus objetivos.
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