Los hombres y las mujeres son diferentes. Esa diferencia es muy buena la mayoría de las veces, pero no es así cuando hablamos de desempleo. Una mujer puede ser capaz de hechizar a su pareja, pero cuando se trata de salir a trabajar, es ella quien se encuentra bajo un poderoso embrujo: un maleficio de desempleo, así de simple. Una investigación reciente en Colombia arrojó a la luz algunos de los problemas que rodean a las mujeres dentro y fuera del mercado laboral.
Veamos el escenario. A finales del 2014 en Colombia el desempleo femenino fue de 10.7 % mientras que el desempleo masculino fue de alrededor del 7.9 %, diferencia que ha permanecido en el tiempo y se ha amplificado por las recesiones. Estas disparidades son geográficamente heterogéneas y su tamaño no está asociado con las tasas de empleo. La brecha es aún más grande en las ciudades costeras, las cuales, registran generalmente tasas de desempleo más bajas que en Bogotá y Medellín.
Curiosamente, las mujeres, generalmente más educadas que los hombres (10 y 9 años de escolaridad, respectivamente), presentan peores resultados en mercado laboral en todos los niveles: mayores tasas de desempleo, menor participación, menor ocupación y salarios más bajos. Cuando observamos el desempleo nos damos cuenta de que las diferencias de género no se distribuyen homogéneamente. Características tales como la edad, el estado civil y educación marcan la diferencia. Las mujeres menores de 25 años, con educación secundaria terminada y que son la cabeza del hogar experimentan las mayores consecuencias de estas brechas. Sin embargo, las disparidades más impactantes surgen entre las parejas casadas. Las mujeres casadas muestran tasas de desempleo dos veces más grandes que la de los hombres. Estar casada parece limitar las posibilidades de que las mujeres participen en el mercado laboral y aumenta las tasas de desempleo, cuando no participan. No es sorprendente, que esto resulte coherente con el doble papel que desempeña la mujer en la familia, dividida entre el trabajo y la crianza de los hijos en el hogar, dónde estos efectos se refuerzan.
De acuerdo a las investigaciones independientes de Tenjo, Alvarez y Jimenez (Tadeo Lozano University) y la de Arango y Rios, (“Duración del desempleo en Colombia: género, intensidad de búsqueda y anuncios de vacantes.”), las diferencias en el tiempo de desempleo pueden ser explicadas por cuestiones de género. Las mujeres sufren de períodos de desempleo más largos que los hombres, los cuales, se vuelven aún más largos si la mujer está ya casada y con hijos. Mientras que el desempleo es un estado natural de transición en los mercados de trabajo, parece que la búsqueda de empleo es un asunto de perseverancia y esfuerzo que se conforma de acuerdo a los individuos.
Arango y Ríos afirman que a las mujeres casadas con hijos pequeños les toma más tiempo encontrar trabajo, ya que en algunos casos pueden depender de los ingresos de su pareja durante la búsqueda. Las responsabilidades familiares también podrían explicar la búsqueda más larga. Incluso las técnicas de búsqueda de empleo parecen diferir; las mujeres son más propensas a utilizar métodos formales, mientras que los hombres prefieren las fuentes informales, como familiares y amigos.
Si bien las diferencias se vuelven más heterogéneas entre las regiones, Tenjo, Alvarez y Jiménez encontraron que en la actividad económica local, indicador de la demanda de trabajo, no sólo influyen esas cuestiones, sino que puede tener un sesgo por género, presentando un efecto negativo en la duración del desempleo, que resulta mucho mayor para el caso de mujeres. A 1% de aumento en el tamaño de la economía local (medido por el valor añadido) disminuye la duración del desempleo entre las mujeres en un 0,15% y un 0,13% en el caso de los hombres.
El rol que juegan las familias tiene un impacto crucial en equilibrar la vida laboral y la vida familiar e impone una responsabilidad más pesada sobre las mujeres, la pregunta es ¿cómo aliviar esa carga?
Las iniciativas de políticas públicas para mejorar la prestación de servicios públicos, especialmente los centros de cuidado infantil, podrían dar lugar a una mayor igualdad de condiciones para las mujeres. Cardona y Morales en el Banco Central de Colombia encontraron que en Medellín, el Programa Buen Comienzo (Buen Comienzo) financiado por el municipio, facilitó la inserción de las madres al mercado laboral. Seis de cada diez madres pudieron trabajar en los barrios con estas instalaciones. En las zonas que carecen de este servicio, este número se redujo a la mitad (3 de 10). Las largas búsquedas de empleo para las mujeres destacan las dificultades que enfrentan para encontrar información relevante.
Por otro lado Colombia renovó recientemente el servicio nacional de empleo haciéndolo más funcional, así como los anuncios de vacantes, lo cual, sin duda ayudará a reducir los costos, especialmente si logran ajustarse a las necesidades de las mujeres. Todo lo anterior, sin mencionar aún la importancia de horarios flexibles. La educación y la formación profesional certificada también actuarían como un dispositivo de señalización y facilitar el proceso.
Así las cosas, no es brujería, ni maleficio, lo que se requiere es la implementación de todas estas medidas para reducir eficientemente el desempleo femenino.
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