Temperaturas ardientes; aumento del nivel del mar. Lluvias, sequías y huracanes cada vez más amenazadores e intensos. En los últimos siete años se han registrado las temperaturas más altas de la historia. América Latina y el Caribe no solo hace frente a los efectos directos del cambio climático, sino que también se enfrenta a una serie de efectos económicos indirectos potencialmente agravados por los desafíos del desarrollo, como el bajo crecimiento económico, la elevada pobreza, la desigualdad y las vulnerabilidades en materia fiscal.
Teniendo esto en cuenta, la Red de Centros, una iniciativa del BID que lleva décadas financiando trabajos de investigación en América Latina y el Caribe, recientemente encargó y publicó una serie de estudios sobre las repercusiones económicas del calentamiento global. Dichos estudios abarcan desde el impacto de la sequía sobre las mujeres indígenas en Chile hasta el efecto de las catástrofes meteorológicas sobre el comercio, pasando por las desigualdades en la adaptación. Estos artículos, que fueron publicados junto con otros sobre este tema en la revista académica Economics of Disasters and Climate Change, pretenden profundizar en el conocimiento y aportar soluciones en medio de un cambio climático sin precedentes históricos.
El amplio abanico de efectos del cambio climático
Estos estudios, y la literatura general sobre el cambio climático, ofrecen nueva evidencia de la amplitud de las repercusiones de un clima cambiante. La intensificación del calentamiento está afectando y seguirá afectando el crecimiento económico, el comercio y el capital humano. También podría tener repercusiones negativas sobre la desigualdad, tanto entre países y regiones como entre ciudadanos dentro de las fronteras nacionales.
Una grave preocupación es el impacto sobre los pobres, quienes están especialmente expuestos a los riesgos climáticos. Los pobres pierden una mayor parte de su riqueza cuando se producen desastres, cuentan con menos acceso a recursos financieros para hacer frente a emergencias relacionadas con el clima y tienen menos mecanismos de seguro a su disposición. De hecho, sufren los efectos del cambio climático tanto a corto como a largo plazo. Por ejemplo, un estudio de consumo doméstico de electricidad en Colombia realizado por Shaun McRae, muestra cómo los hogares más ricos utilizan el aire acondicionado en un grado significativamente mayor que los hogares pobres para lidiar con las altas temperaturas. Aunque el consumo de electricidad de las familias con menores ingresos se duplicó con creces en el país entre 2011 y 2019, y la brecha en el uso de aparatos de aire acondicionado se está reduciendo, siguen existiendo disparidades significativas en la propiedad y el uso de estos aparatos entre los hogares de bajos y de altos ingresos en las regiones cálidas de Colombia. Muchos hogares siguen desprotegidos.
Un estudio realizado por Rodrigo Pérez, Mayarí Castillo y Chiari Cazzuffi revela otra dimensión de estas desigualdades: cómo las mujeres indígenas en Chile se han visto perjudicadas por la ola de sequías más prolongada de su historia. No solo no han podido cosechar lo habitual en sus pequeñas parcelas agrícolas. Sino que además deben dedicar más tiempo a actividades no remuneradas, como comprar agua, ir a buscar agua a ríos lejanos para las tareas domésticas y desplazarse hasta los ríos para lavar y bañarse. Como resultado, se enfrentan a una mayor disminución de ingresos en comparación con otros grupos, una realidad agravada por vulnerabilidades económicas y sociales de larga data que les dificulta emigrar a climas más acogedores.
Desigualdades entre regiones
También entran en juego las desigualdades entre regiones geográficas. Un documento escrito por Preeya Mohan revela la especial vulnerabilidad de los estados insulares del Caribe Oriental a la intensificación de las tormentas tropicales provocadas por el cambio climático, en comparación con otras regiones, dada su gran dependencia del comercio internacional. Según ella, una caída del 20% de sus exportaciones en el mes siguiente a una tormenta de este tipo, y hasta tres meses después, puede reducir los ingresos, el empleo y los ingresos fiscales para financiar la recuperación tras la catástrofe.
No cabe duda de que los países de bajos y medianos ingresos en América Latina y el Caribe, en su conjunto, se verán desproporcionadamente afectados por el cambio climático. Por ejemplo, un estudio reciente concluye, por un lado, que los países de bajos y medianos ingresos sufren una pérdida promedio de entre 2,1 y 3,7 puntos porcentuales del PIB tras los desastres relacionados con el clima que provocan una elevada mortalidad humana, y por otro lado, que las tasas de crecimiento de los años posteriores no consiguen compensar dichas pérdidas en grado suficiente. Además, los países más pobres, con sus economías menos diversificadas, son menos capaces de absorber los shocks localizados geográficamente mediante el desplazamiento de fondos y recursos entre sectores y regiones. Esto ocurre particularmente en los estados insulares del Caribe. Pero también en otros países de la región.
Las consecuencias fiscales de los eventos meteorológicos extremos
Los países que ya enfrentan problemas con la deuda y los déficits fiscales tendrán consecuencias importantes. El costo fiscal promedio de los fenómenos meteorológicos extremos en la región se situó entre el 0,2% y el 0,3% del PIB en el periodo 2001-2019, más del 10% del déficit fiscal promedio (2,6%) en esos años. Algunos instrumentos de financiamiento alternativos disponibles son los fondos de reserva (que implican ahorrar para constituir una reserva); las líneas de crédito para imprevistos (por ejemplo, la Facilidad de crédito contingente para emergencias causadas por desastres naturales del BID (CCF, por su sigla en inglés); los fondos regionales de riesgo (como el Caribbean Catastrophic Risk Insurance Facility – CCRIF) o los seguros contra desastres. Estos instrumentos podrían aliviar las presiones fiscales a corto plazo, como las que se crean tras un huracán. Pero se requiere mayor investigación para determinar realmente su posible impacto fiscal. América Latina y el Caribe se enfrenta a inmensos desafíos a medida que las repercusiones económicas del cambio climático se arraigan más profundamente. Aquejada por efectos negativos sobre el crecimiento y la pobreza, y por otros que afectan la desigualdad y la estabilidad, la región está entrando en una nueva era en la que el cambio climático asumirá un papel cada vez más destacado en su destino. Esto está obligando a los formuladores de políticas públicas y a los investigadores a redoblar sus esfuerzos para encontrar estrategias resilientes, equitativas y sostenibles que logren aliviar los efectos más duros del aumento de las temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos. La contribución de la Red de Centros y el journal Economics of Disasters and Climate Change son peldaños importantes en este camino, del que aún nos queda mucho por recorrer.
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