Pablo Rivas es el CEO de Global Alumni, la primera edtech hispanoamericana dedicada a la transformación de las mejores universidades del mundo que ofrecen programas de posgrado en línea, y también es un invitado especial en nuestra serie de blogs sobre el desarrollo de #skills21 en América Latina y el Caribe.
Como piezas involuntarias de un gigantesco dominó, en un efecto en cadena como nunca antes se había visto, prácticamente todos los países del mundo han sucumbido al COVID-19 en cuestión de semanas. La pandemia ha paralizado la economía global y, según la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, la recesión que se avecina será “mucho peor” que la sufrida en 1930. A esta doble crisis –sanitaria y luego económica– hay que añadir un tercer vértice: el educativo. Las instituciones educativas se vieron obligadas a alterar su normal funcionamiento para prevenir contagios. El 70% de la población estudiantil mundial se encuentra fuera de las aulas según la Unesco, lo que sin duda ha modificado el proceso de aprendizaje de muchos, con mayor impacto en aquellos que carecen de medios e infraestructura en sus hogares. Un problema que debemos solucionar inmediatamente. Ningún hogar sin conexión ni ordenador.
El sector educativo, en gran parte impermeable a la ola transformadora de esta Cuarta Revolución Industrial que ya estamos viviendo, no estaba preparado para absorber un problema de tal magnitud. Pero más que lamentarse, hay que mirar al futuro y prepararse para usar la tecnología y mejorar la educación en todas sus etapas y niveles.
Los avances tecnológicos son la antesala de cualquier gran salto cualitativo en la forma de vivir de las sociedades. En la Primera Revolución Industrial, originaria de Inglaterra en 1780, se pasó de un sistema manual de producción basado en la agricultura a otro de producción mecanizada. Como consecuencia del gran éxodo rural hacia las ciudades, mejoraron el alcantarillado y las condiciones de salubridad, lo que aumentó la esperanza de vida de los 35 a los 50 años. El principal avance tecnológico fue la utilización de una maquinaria nueva: la máquina de vapor. Su introducción señaló el camino definitivo de la industrialización y transformó el devenir de la civilización.
De maquinaria, a algoritmos y robots
La Segunda Revolución Industrial, iniciada a mediados del siglo XIX, estuvo marcada por el desarrollo del ferrocarril, la introducción de combustibles fósiles (petróleo y gas), y los nuevos sistemas de comunicación (teléfono y radio). El mundo estaba más conectado que nunca y la economía comenzaba a dar sus primeros pasos hacia la interconectividad. Las siguientes décadas produjeron significativos avances a nivel tecnológico: llegaron las computadoras, la informática y uno de los mayores avances en lo que a nuevas costumbres sociales se refiere; asimismo, surgieron nuevos tipos de organizaciones y se abrió la puerta hacia la conexión total.
Internet alumbró un nuevo mundo plagado de posibilidades. Se crearon grandes empresas, sectores e industrias digitales que cambiaron para siempre la economía. Los cambios desde entonces se suceden a velocidad de vértigo. Veamos un ejemplo típico pero ilustrativo: desde que Bell presentó el teléfono en 1874 hasta que tuvo 50.000 usuarios pasaron 3 años. Y tardó otros 75 en llegar a cincuenta millones de hogares, más de una generación. Cuando Tim Berners–Lee creó la World Wide Web, tardó cuatro años en tener 50 millones de usuarios. La mitad de tiempo necesitó Facebook para pisar esa marca, el Candy Crush tardó dos meses y solo 19 días Pokémon Go. Tik-Tok ha machacado esas cifras al superar en el primer trimestre de 2019 las mil millones de descargas.
Hemos pasado de la evolución tecnológica a la disrupción económica, en un contexto donde estamos vislumbrando solo la primera capa de la Cuarta Revolución Industrial, distinta a cualquiera que hayamos vivido antes. Es una nueva dimensión, de mayor alcance y complejidad, como afirma en su libro el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab. El riesgo del cambio es elevado, pero muchos podremos decir que hemos vivido dos revoluciones industriales, incorporando cambios en nuestro día a día, aprendiendo, desaprendiendo lo aprendido y volviendo a empezar.
La nueva frontera de la educación
Ajeno a la digitalización del mundo prácticamente desde el nacimiento de las primeras universidades, sobre el siglo XV, es ahora cuando vemos las consecuencias de esta ausencia tecnológica en el sector educativo. La crisis del coronavirus ha obligado a colegios y universidades a adaptarse –en el mejor de los casos– a una educación a distancia, lo que en muchas ocasiones ha consistido únicamente en subir una serie de archivos a una plataforma virtual para que los alumnos puedan continuar con su “aprendizaje”. Esto no es suficiente, pues el objetivo tiene mayor calado y trascendencia.
¿Y qué tiene que cambiar? Prácticamente todo. El sector educativo debe olvidar algunas viejas prácticas, disonantes y obsoletas, para más adelante romper con lo establecido: ir a clase, tomar apuntes, memorizarlos, acudir a clases magistrales y examinarse. Todo esto va a cambiar porque la sociedad y el sector productivo así lo demandan, pero hay que ir dando pasos en la dirección adecuada. Pensemos por un instante en los exámenes. ¿Qué sentido tienen esas pruebas basadas en la memorización? ¿Cuántas veces se usa la memoria como medio en el trabajo? Estas tareas las hace mejor cualquier algoritmo y una base de datos. Los humanos debemos enfocarnos en aportar, contribuir, crear y desarrollarnos de manera diferente. Y vayamos un paso más allá: ¿qué sentido tiene reunir en una misma aula a los alumnos más aventajados con aquellos que necesitan más tiempo para aprender la misma materia? Un aprendizaje individualizado, digital y que implique más al estudiante permitirá a todos llegar al mismo lugar, pero cada uno a un ritmo diferente.
Por último, con los constantes avances tecnológicos, ¿por qué no vemos en las universidades esa misma innovación? ¿Nadie se está dando cuenta de que estamos incorporando una gran mayoría de profesionales poco capacitados para el mercado laboral? Debemos ser conscientes de que el aprendizaje constante va a ser una de las grandes necesidades del siglo XXI. Estamos obsoletos de serie por haber estudiado con metodologías de la Tercera Revolución Industrial para desempeñarnos profesionalmente en la Cuarta.
Una nueva oportunidad para reinventarnos
Estos cambios se introducirán en nuestras sociedades paulatinamente, aunque los frenos para llevarlos a cabo siempre nos acompañarán. Una encuesta realizada por Bay View Analytics en la que han participado unos 900 profesores de escuelas y universidades de Estados Unidos arroja una serie de datos interesantes al respecto. El 90% de las instituciones activaron algún sistema de educación online de urgencia y el 56% de los encuestados dijeron haber utilizado por primera vez las herramientas que les permitieron dar las clases en remoto.
Preguntados sobre esa tecnología utilizada, la mayor parte de ellos respondió haber utilizado algún sistema de gestión ya existente en su institución (83%) y software para realizar videoconferencias (80%). Los profesores que nunca habían llevado a cabo una experiencia educativa a distancia han adaptado sus métodos tradicionales al visor de una webcam. Sin embargo, el estudio desvela que aquellos con experiencia en remoto han utilizado alguna plataforma de LMS (Learning Management System), limitando el uso de las videoconferencias a la comunicación con los alumnos. En esta segunda actitud se aprecia el reflejo de un cambio en la metodología. Lo correcto no es adaptar los mecanismos tradicionales, sino desaprender para volver a aprender y crear nuevas metodologías de enseñanza.
Muchos profesores y maestros continuarán con las mismas prácticas, pero otros habrán descubierto un nuevo mundo de posibilidades, donde la enorme cantidad de herramientas tecnológicas disponibles y su aplicación en estas circunstancias cambiarán el futuro de la educación. Es muy importante para nuestra evolución que el sector educativo no dé la espalda a la innovación y a la tecnología. Los sistemas educativos de todo el mundo y a todos los niveles –enseñanza básica, universitaria y de posgrado– deben tomar buena nota de lo que ha ocurrido: con millones de estudiantes en sus casas, las nuevas metodologías han pasado de ser un complemento a una necesidad.
Debemos salir más reforzados de esta crisis. Lo anterior ya sabemos que no funciona demasiado bien. Las mejores universidades del mundo ya se están digitalizando, permitiendo el acceso desde cualquier parte del planeta, rompiendo las barreras del idioma y de la distancia. Estas instituciones han emprendido ya un viaje sin retorno sin renunciar a la excelencia académica. Porque el objetivo es ser cada vez mejores y aprovechar los avances a nuestro favor. La sociedad actual es profundamente digital y la educación debe ayudar y promover este cambio, no ser un ancla adicional. Saquemos conclusiones de esta nueva oportunidad ante esta dolorosa crisis. Aprovechemos los pequeños pasos que se han dado en la buena dirección para construir un nuevo sistema educativo, más conectado con el mundo, más adaptado a la resolución de problemas y el trabajo en equipo, más cercano a entender y comprender la tecnología. Si lo hacemos, lograremos las ventajas competitivas necesarias para salir de la dura crisis en la que ya estamos inmersos.
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Maria dice
Excelente, hay que adecuarse a los requerimientos culturales y tecnológicos actuales!!!
Andrea dice
Excelente observación! La educación ha sido golpeada para que reaccione y se pongo a tono con la realidad y las necesidades de hoy en día.. las aulas magistrales y la memorización de los contenidos ya no tienen sentido..
Marielys Flores dice
Excelente aporte, muy completo y con un enfoque integral que no solo abarca la posibilidad de la incorporación de nuevas herramientas, metodologías y tecnología, sino del desarrollo de nuevas habilidades en las personas (tanto en los docentes como en los estudiantes).