Quinientos paraguayos se reúnen en grupos de diez. Intercambian opiniones, discuten, intervienen y concluyen que la baja calidad de la educación y la corrupción son las temáticas que más afectan a su entorno. Y no se quedan ahí. Proponen soluciones, hablan con la comunidad, se informan, investigan, buscan alianzas. Esta dinámica podría sonar parecida a la de algunos profesionales de la política o la de algún grupo activista, pero esa es la mejor parte: los protagonistas son jóvenes provenientes de 16 instituciones educativas en la ciudad de Asunción juntándose para ser agentes de cambios sociales en sus comunidades.
Estos encuentros de ciudadanía y liderazgo son financiados por el BID con el apoyo de Corea e implementados por el Ministerio de Educación y Scholas Occurrentes y, en Paraguay, se enmarcan dentro del gran proyecto del gobierno de extender la jornada escolar de 4 a 8 horas. Algo nada sencillo en comunidades y escuelas en donde los recursos son muy limitados, no hay docentes para cubrir todas las necesidades y falta formación para que las clases no se limiten a las materias tradicionales sino que se incorporen el arte, el deporte, la innovación y la tecnología y los valores cívicos. Pero aún con estos desafíos, las nuevas generaciones han demostrado estar listas para el cambio.
Conoce la historia de Osvaldo en este video
¿Quiénes son los protagonistas del cambio?
“Cuando llegamos aquí el primer día nos preguntaron: ´¿Ustedes creen que la juventud está perdida?´ Lo primero que vino a mi cabeza fue que no, porque hay 500 jóvenes reunidos en un solo lugar para intentar mejorar el Paraguay”, dice convencido Joaquín Aguerre, alumno de un colegio participante de Asunción. Por otro lado, Margarita Amarilla, Directora del Colegio Nacional República de Bolivia, agrega que lo más importante que se llevan los chicos a casa luego de estas experiencias es el reconocerse como ciudadanos capaces y útiles que descubren el valor que cada uno tiene dentro de sus propias comunidades.
Adicionalmente, los docentes también se benefician. Esos maestros que hacen su trabajo con pasión y dedicación son conscientes de que siempre se puede mejorar y están dispuestos a adaptarse a los nuevos desafíos para colocar al estudiante como protagonista del proyecto educativo. Juan Gabriel Saravia, Profesor Colegio Cerro Cora, es uno de ellos: “Cuando nosotros comenzamos a transformar la vida de los chicos, ahí empezamos a hablar de calidad educativa. Lo que a mí me importa es lo que van a hacer después de la escuela. […] [El programa] dio ese punto que le faltaba a mi trabajo docente. Trato de implementar lo que aprendí allí en todas las materias: que las respuestas salgan de ellos, que ellos analicen la problemática, que ellos busquen una solución”.
Y esto tiene resultados inmediatos. Juan Manuel Velásquez, estudiante del Colegio Juan Ramón Dahlquist, participó en el primer encuentro en 2015, y ahora es facilitador y ayuda a los chicos más jóvenes que entran en el programa: “Antes sentía que no era útil lo que decía; también había veces que no me interesaba participar, y por eso no hablaba. Ahora quiero motivar a los chicos más jóvenes, para que se den cuenta de lo que está a su alrededor”.
Juan Manuel y los chicos del video, Osvaldo y Karena, son ejemplos de cómo el programa canaliza el talento y potencial de los jóvenes entre generaciones. Jugando fútbol, sirviendo de mentores y apoyando a las cohortes que vienen por detrás, se convierten en referentes y ejemplos para las chicas y chicos de 6 a 13 años.
¿Dónde es más urgente este cambio?
El colegio de Juan Manuel, por ejemplo, forma parte de la población ribereña marginal del Bañado, en un entorno con altos niveles de criminalidad, delincuencia, hacinamiento y adicciones. En escuelas y comunidades en condiciones de vulnerabilidad es donde el programa coloca un foco y en donde estas acciones pueden ser una importante herramienta de apoyo al sistema formal de educación. Influyen en la disminución de factores de riesgo de deserción escolar (como la violencia o el embarazo adolescente) y promueven el desarrollo de habilidades necesarias para facilitar la transición de la escuela al mercado laboral.
Pero sabemos que esto va más allá de los indicadores. Se trata de abrir cancha al progreso desde la escuela como punto de partida de manera innovadora y creativa. Los jóvenes ya han marcado el pulso de este cambio. Ha llegado ahora el turno de los demás actores para que hagan el pase de tal manera que estos chicos y chicas sigan anotando goles en la vida.
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