Una de las razones por las que muchos niños y niñas no asisten a la escuela, puede ser sorprendente pero desafortunadamente es cierta.
Karlita vive en una zona rural en Pasaquina en el departamento de La Unión en El Salvador. A los 7 años fue por primera vez a la escuela, la edad de inicio de la educación básica en el país. En su primer año le ha costado aprender y sus padres, al ver que no aprovechó, deciden retirarla de la escuela. Sus padres ven también la situación de sus vecinos, cuyos hijos, Juan y Ana, a pesar de haberse graduado de secundaria y haberse esforzado mucho por encontrar trabajo aún no lo han logrado.
Karlita forma parte del 50% de niños que no terminaron su primaria en El Salvador, mientras que Juan y Ana son del 21% que se graduaron y no logran emplearse. El sistema educativo de El Salvador afronta muchos retos, en cuanto a calidad educativa, currículo, docentes, sistemas de matrícula, información de la gestión para tomar decisiones, pero uno de los más graves, si no el que más, es la baja asistencia de niños a la escuela. Si este problema no se resuelve, poco impacto podrán tener las políticas educativas.
En El Salvador, sólo 5 de cada 10 personas, logran terminar su educación primaria, 3 terminan su educación secundaria y sólo 1 llega a la universidad. Hay varios factores contextuales que inciden, directamente, en estos números: por un lado, los altos índices de violencia y la falta de escuelas cercanas en zonas rurales y por otro lado, trabajo doméstico y otras causas del hogar.
Sin embargo, estos factores no son las causas principales de los altos niveles de inasistencia reportados en la población en edad escolar. De acuerdo con la encuesta de hogares del 2017, los principales determinantes de la inasistencia en secundaria son otros: el 39% de las familias dice que no les interesa que el joven asista a la escuela, al 17% le parece que la educación secundaria es muy cara y el 15% que necesita trabajar. Tan solo el 4% no asiste a la escuela debido a la violencia o inseguridad, 4% porque no hay una escuela cercana, 6% por trabajo doméstico y 5% por causas del hogar.
Y la situación es similar en primaria, en dicho nivel, el poco interés por la educación en las familias es la primera razón por la que los niños no asisten en el 41% de las veces. En muchos casos, se debe a que los niños no llegan preparados para aprender, debido a que en el 45% de los casos no asistieron a prescolar. Y, una vez dentro de la escuela, muchos padres pierden el interés de que sus hijos continúen estudiando al ver que no aprenden.
Por otro lado, es normal escuchar a los jefes de hogar de familias salvadoreñas de escasos recursos decir: “de la educación no se come”. Opiniones desafortunadas que develan la realidad a la que se enfrentan las familias en el país, la educación simplemente no es percibida como una opción de inversión particularmente para los hogares de pocos recursos. En los datos estadísticos recientes se evidencia que los retornos de la educación han disminuido, gradualmente, para cada nivel educativo. Por ejemplo, el retorno de terminar la secundaria en 2014 es casi la mitad de lo fue en 2000 (17% vs. 33%).
Además, podría parecer que a más años de estudio menor es la proporción de jóvenes entre 15 y 24 años que consiguen un trabajo remunerado. Por ejemplo, los que estudiaron tan solo primaria tienen una tasa de desempleo menor (9%) que los jóvenes que llegaron a secundaria (15%) y la universidad (24%).
Si bien los jóvenes menos educados tienden a participar más de la población ocupada, estos en su mayoría trabajan de forma informal (64%). Además, los jóvenes trabajan en los sectores de menor valor agregado (sector primario y comercio informal), sectores que emplean el 50% de la población, pero que generan el 35% del PIB.
El papel del gobierno debe ser el de coordinar la oferta y la demanda laboral; por un lado, dotar a la población de las habilidades y competencias suficientes para abrirse paso en el mercado laboral, ofreciendo un servicio educativo de calidad desde los niveles más tempranos y que permitan disminuir brechas en diferentes niveles socioeconómicos; y, por otro lado, atraer empresas y mejorar el crecimiento económico, a través de más y mejor inversión, que permita generar empleos de calidad y mejorar el bienestar de las familias.
La educación debe ser parte del proyecto de vida de las familias y los esfuerzos de los líderes políticos deben ir encaminado a facilitar que esto sea posible. Por lo que, todas las políticas y programas que apuntalen a mejorar la calidad del sistema educativo salvadoreño son importantes, pero no suficientes, pues forman parte de un conjunto integral de políticas que se deben ser diseñadas y debatidas al interior del país, esto con la finalidad de mejorar las oportunidades laborales.
La educación debe ir acompañada de una promesa de desarrollo profesional y personal, promesa de la cual se ha privado a muchos jóvenes, y por lo cual muchas familias han perdido el interés en la educación de sus hijos.