¿Por qué volverse vocero de la educación pública, cuando envías a tus hijos a una escuela privada? Esa fue la pregunta que dejó al reconocido actor Matt Damon casi sin palabras en una entrevista en CNN. Para hacer una analogía, sería como pretender apoyar la campaña de Michelle Obama contra la obesidad con una hamburguesa en la boca, sudando grasas saturadas.
Dejemos el humor y la ironía de lado porque, siendo sinceros con nosotros mismos, creo que muchos de nosotros podemos empatizar con Matt Damon frente a su dilema. Es decir, tú y yo posiblemente preferimos una educación pública de calidad. Sin embargo, aunque suene contradictorio, cuando llega la hora de tomar decisiones personales, optamos por enviar a nuestros hijos a una escuela privada, ¿no es cierto?
Digamos que si dispones de los recursos económicos, es muy probable que lo hagas. Mientras más alto el nivel de tus ingresos, más alta es la probabilidad de que esta preferencia se convierta en realidad. Así, según un estudio reciente que utiliza encuestas de hogares de 8 países de América Latina, la probabilidad de que un niño asista a una escuela privada es mayor al 50% cuando viene de un hogar cuyo ingreso diario alcanza los $40 dólares y en donde el padre terminó la secundaria. En otras palabras, en América Latina, cuando llegas a niveles de ingresos que te definen como de clase media (más de $10 por miembro del hogar al día), es casi un hecho que buscarás que tus hijos asistan a un colegio privado.
¿Por qué? La respuesta parece obvia, ¿no es cierto? “Para que mis hijos tengan acceso a una educación de mejor calidad y a un buen empleo”. Pero… ¿alguna vez te has preguntado qué tan cierto es esto? ¿Es realmente proporcional mi esfuerzo económico a la ganancia obtenida en términos de calidad de la educación? Quizás te sorprenderá saber que la respuesta no es tan obvia.
Varios estudios, inclusive en Ecuador, donde trabajo, muestran que las diferencias en los resultados de las pruebas de aprendizajes entre los niños de escuelas públicas y los de escuelas privadas capturan principalmente diferencias de nivel socio-económico entre alumnos. En otras palabras, si escogemos al azar a dos niños de un nivel socio-económico similar, no hay razón para pensar que uno tendrá mejores resultados que el otro, independientemente de si asiste a una escuela privada o pública (¡en promedio!).
También, el estudio PISA muestra que la proporción de alumnos de alto desempeño es muy baja en América Latina. Asumiendo que estos alumnos sean provenientes, en gran mayoría, de las escuelas privadas (hipótesis absolutamente no comprobada, pero no totalmente absurda), implicaría que la educación privada tampoco responde de manera adecuada al gran desafío de la calidad de la educación en la región.
Me dirás: “¡me confundiste! ¿Qué hago ahora?” Mi respuesta sería que, a corto plazo, exijas más por lo que estás pagando y que, a largo plazo, le apuestes a la educación pública a través de tu voz, tu voto y tus impuestos.
Así que la próxima vez que te cruces con Matt Damon en la calle o, más probablemente, con una autoridad gubernamental (en especial, en las urnas electorales), recuérdale que quisieras estar orgulloso de inscribir a tus hijos en una escuela pública gratuita, de calidad y dónde convivan con niños con horizontes diversos.
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