Los servicios de cuidado infantil se encuentran en un serio proceso de expansión. Los datos de un estudio reciente del BID documentan que, en una muestra de 34 programas que brindan este servicio en 19 países, durante los últimos cinco años, la matrícula creció en 117% mientras que el número de centros y la cantidad de personal que atiende en ellos se incrementaron en 60%. Esto quiere decir que los centros están operando con más niños y más personal.
Esto, por sí solo, no es necesariamente malo si es que los centros hubieran estado operando por debajo de su capacidad instalada. Sin embargo, el mismo estudio sugiere que ese no es el caso. Por el contrario, parece ser que la creciente demanda por este tipo de servicios pone presión sobre la oferta existente. La demanda aumenta porque las madres (y en particular las madres pobres) necesitan trabajar y no pueden cuidar de sus hijos. Además, con la urbanización de Latinoamérica, es menos común la presencia de la red de apoyo que brinda la familia extendida.
Lo que preocupa del crecimiento de la cobertura de los servicios de cuidado infantil es que ésta ocurre, con mucha frecuencia, sin tener presente la importancia crítica que tiene la calidad de éstos. La calidad de los servicios de cuidado para infantes y párvulos (sobre la cual Florencia y yo hemos hablado en varios posts anteriores) es crítica justamente porque estos niños están en un periodo importantísimo, en el cual su cerebro está creciendo más que en ningún otro momento en la vida y su sistema inmunológico desarrollándose. De ahí que la calidad de las atenciones que reciban y de las interacciones que experimenten jugará un papel clave para su desarrollo futuro.
En muchos países, la expansión acelerada de la cobertura de los servicios de cuidado infantil ha sido posible a través de la creciente participación del sector privado en la provisión de los mismos. Esta participación ocurre a través de diferentes canales:
- Primero, en muchos países los programas públicos han dejado de encargarse directamente de la provisión del servicio y lo subcontratan con terceros (organizaciones comunitarias, ONGs, proveedores privados e incluso gobiernos locales). En esta modalidad de operación, los proveedores reciben un subsidio por niño atendido pero además cobran cuotas a los padres que reciben el servicio. Es decir, una parte de los costos de operación ha sido transferida a las familias.
- Segundo, en paralelo, ha crecido la oferta del sector privado. Esta oferta puede ser de dos tipos. En el uno extremo, una muy costosa a la que acceden los hogares de los estratos socioeconómicos más ricos, y que ofrece servicios que, en general, tienen buena calidad. En el otro extremo, está la oferta informal proveniente de un sector no regulado que brinda servicios de cuidado a poblaciones de menos recursos que pagan tarifas muy bajas.
Para responder a estos cambios, parecería natural que los Estados deberían estar fortaleciendo su autoridad rectora de tal manera de consolidar sistemas de control de la calidad tanto de los proveedores que están (parcial o totalmente) financiados con fondos públicos como de aquellos que operan exclusivamente en el ámbito privado. La rectoría parte por establecer y cumplir las reglas para el otorgamiento de licencias que permitan la operación de los centros. Es decir, se necesita establecer un conjunto de estándares de calidad que determinen las condiciones bajo las cuales se puede operar estos servicios.
Luego, está el sistema de verificación periódica y mejora de la calidad, el mismo que requiere de procesos de inspección, control y sanción que sean transparentes y creíbles. De mano con la verificación, está el apoyo que se brinde a los centros para identificar las áreas críticas en las cuales necesitan mejorar la calidad e invertir en ellas. Vale la pena destacar los avances interesantes de la Comisión de Desarrollo Infantil de Jamaica en temas de estándares y monitoreo.
Finalmente, un componente adicional del sistema de calidad son los procesos de acreditación. Estos procesos permiten a los centros demostrar un compromiso excepcional con criterios de calidad exigentes e informan a los padres en su decisión de seleccionar un proveedor para la atención de sus hijos. La acreditación es un proceso que, por lo general, se encarga a un ente externo e independiente.
Pero volvamos al argumento inicial: la cobertura de los servicios de cuidado infantil está creciendo rápidamente y el modelo de provisión de éstos está cambiando. Nos encontramos en una situación en la cual las habilidades gerenciales de quienes lideren este proceso de cambio van a ser claves para que éste alcance buenos resultados sobre la calidad del servicio brindado -y por ende sobre el desarrollo de los niños atendidos- en forma eficiente. Urgente: ¡se buscan buenos gerentes!
Hace algún tiempo que en Argentina venimos pidiendo un cambio en la lógica de accionar por parte de la actual gestión que se encarga de la infancia. Sin embargo, hemos comprobado que la estructura institucional y sus compromisos políticos parecen interferir con la evolución organizacional. Nos preguntamos entonces: que podemos hacer nosotros, la sociedad civil, al respecto?
En la actualidad , y con escasos recursos me encuentro en la fase de presentación de un proyecto de protección de derechos de infancia, pero aun no recibimos respuestas …