La pandemia afecta más a las mujeres que trabajan y asumen rol de cuidadoras, además de tareas domésticas. En el Día de la Madre compartimos el testimonio de Laura Ripani, jefa de la División de Mercados Laborales del BID.
En unos años, cuando el COVID-19 sea parte de los libros de historia y se analicen los impactos de la pandemia, yo recordaré estos meses de mi vida con una mezcla de añoranza y alivio. En mi caso particular, la pandemia me trajo beneficios que nunca antes había podido disfrutar. El estar en mi casa trabajando y compartiendo el espacio del hogar con la educación a distancia de mis hijos, me ha permitido acercarme mucho a ellos, y conocerlos mejor. Ellos también me han conocido mejor a mí. Antes de la pandemia, no sabían mucho a que me dedicaba profesionalmente, pero ahora conocen de cerca mi trabajo. Pero la pandemia también trajo el estrés de tener que balancear el trabajo profesional con las necesidades de los niños y los quehaceres del hogar. Este balance, o malabarismo para usar una palabra más exacta, no ha sido fácil. Leyendo la nota que publicó el New York Times, llamada The Primal Scream, no pude menos que sonreír viéndome representada en todas las fotos publicadas.
Al mismo tiempo, me siento una privilegiada. No perdí mi trabajo. Pude teletrabajar durante todo este último año. Pude compartir parte de la tarea de cuidado y quehaceres domésticos con mi esposo. Esta no es la situación para millones de mujeres en América Latina y el Caribe. Muchas mujeres de la región han debido dejar sus trabajos, o simplemente los han perdido por el cierre temporal o total de las empresas. Muchas de ellas trabajaban en ocupaciones o sectores que requerían proximidad física, y tuvieron que abandonar sus empleos. Otras no disponían de lo necesario para poder teletrabajar, incluyendo las habilidades digitales que se requieren para hacerlo. Millones de mujeres son jefas de hogar y no tienen una pareja con quien compartir las cargas domésticas, o si la tienen, sufren un gran desbalance en cómo se distribuye este trabajo dentro del hogar.
Estamos realmente ante una crisis del empleo femenino, a nivel mundial, y en nuestra región en particular. Según datos del Observatorio Laboral COVID-19, dos hechos son concretos. Para los países donde existen datos disponibles diferenciados por género, las pérdidas en términos porcentuales han sido mayores para mujeres. Y a medida que el empleo se va recuperando en la región, las mujeres los recuperan en forma más lenta que los hombres. Falta muchísimo más información para entender que hay detrás de todo esto. ¿Cuál es el impacto de la pandemia en las mujeres que tienen hijos menores de edad? ¿Y para aquellas a cargo de adultos mayores?
Pero más allá de los diagnósticos, debemos concentrarnos en soluciones. ¿Qué podemos hacer hoy mismo, para poder amortiguar los impactos negativos de esta crisis del empleo femenino? La solución tiene que pasar por tres ámbitos: el ámbito individual y familiar, promoviendo cambios de normas acerca del rol de cuidado de hombres y mujeres; el ámbito del sector privado, aumentando los incentivos a empresas que promuevan más y mejores empleos para mujeres y apoyen su crecimiento profesional, y el ámbito del sector público, cambiando las regulaciones y leyes laborales para que se adapten a la realidad del siglo XXI.
¿Cómo afecta la pandemia a las mujeres de tu país? ¿Conoces otras soluciones para mejorar la distribución de tareas en el hogar para incentivar el empleo femenino? Déjanos un comentario ó menciónanos en Twitter: @BIDgente
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