En el mes de agosto, más de 170 países celebran la Semana Mundial de la Lactancia Materna, que busca fomentar la lactancia materna para mejorar la salud de los bebés. Llevo años trabajando en salud materno-infantil y debo confesar que, por ser médica y antes de ser mamá, yo era una defensora teórica de la lactancia materna. Fue el nacimiento de mi primer hijo lo que me convirtió en una abogada convencida y entregada.
La leche materna es el mejor alimento para un recién nacido. Ninguna fórmula la ha podido superar. Contiene todos los nutrientes necesarios para el crecimiento y desarrollo del bebé, especialmente los ácidos grasos esenciales para su cerebro, y las sustancias de defensa del cuerpo. Es la base de su desarrollo saludable y cognitivo, presente y futuro. Entonces, ¿por qué no todas las mamás amamantan a sus bebés desde el nacimiento?
Estos cuatro factores ofrecen una buena explicación:
- Porque no hemos ejercitado ese derecho: cada vez más, en el trabajo se comprende y se apoya la maternidad. Pero no estamos todavía donde deberíamos. Con frecuencia, las mamás, por temor o por comodidad, no pedimos lo que necesitamos: tiempo y un lugar adecuado para amamantar o sacarnos leche. Todos fuimos bebés y todos tuvimos madres – también nuestros jefes o jefas. La decisión de la lactancia materna no debe dictarla el trabajo; debemos ejercitar plenamente nuestro derecho.
- Porque no se ha involucrado a la pareja o la familia: la lactancia materna es una decisión de pareja y de familia. Es un compromiso compartido. El rol del otro significativo en la crianza es fundamental para apoyar a la mamá, acompañarla afectiva y emocionalmente, y asegurar el espacio, el tiempo de calidad y el entorno oportuno para que madre e hijo disfruten de una lactancia exitosa y feliz.
- Porque nosotras mismas no priorizamos o valoramos lo suficiente el momento del amamantamiento: cuando nació mi primer hijo, Jorge Alberto, apliqué la teoría que sabía y había explicado antes a cientos de madres. Entendí y viví que la lactancia no es algo simplemente físico sino, sobre todo, emocional y afectivo. Es entregarse en cuerpo y alma a nuestros hijos, estar apegado a ellos, su piel contra nuestra piel. Esos momentos únicos requieren toda nuestra atención, tiempo y dedicación. Y esto sólo lo enseña la experiencia.
- Porque podemos basarnos en falsas creencias: cuando llega el momento, descubrimos una realidad a veces confusa: “saco poca leche”, “es aguada”, “le sienta mal al bebé”, “mis pechos son pequeños y no podré”, “tengo gripe y no debo” …
Aunque a veces pensamos que ya es etapa superada, parece necesario volver una y otra vez sobre un hecho incontrarrestable: la leche materna es el alimento por excelencia para los mamíferos, incluido el bebé. Y el cuerpo de su mamá se adapta para este propósito. Hasta el siglo XIX, cuando se elaboró la leche en polvo para bebés a base de leche de vaca deshidratada y cereales, toda la humanidad creció con lactancia materna. La leche en polvo puede ser complementaria, pero nunca antes de los seis meses de edad. Hasta entonces, debemos apuntar a que nuestros bebés tengan lactancia materna exclusiva, sin agregar agua ni otros líquidos o alimentos.
Si la práctica de la lactancia materna exclusiva estuviera más extendida, habría menos niños enfermos en sus primeros 1.000 días de vida. Es hora de volver a poner en valor la experiencia de amamantar. Hoy la sigo promoviendo junto a un maravilloso grupo de especialistas en la innovadora Iniciativa Salud Mesoamérica. Porque lo que yo quiero para mí y para mis hijos, es también lo que quiero para los que viven y crecen en entornos más difíciles.
Atonieta de Clais dice
Qué gran artículo. ¡Cuatro puntos muy precisos sobre este derecho que tenemos que continuar defendiendo!
Gracias