por Francisco Cajiao
Hace unos días se realizó un foro promovido por el BID en torno a la estrategia de primera infancia que se ha venido coordinando desde la Presidencia de la República, bajo el liderazgo de la esposa del presidente Santos. “De cero a siempre”, como acertadamente se ha denominado el programa, es de particular importancia para el desarrollo del país, en tanto que marca el camino para reducir las brechas sociales que, por desgracia, existen en nuestra sociedad.
Es un lugar común, sustentado en estudios nacionales e internacionales, que en los primeros seis años se marcan las tendencias de lo que serán la vida y las oportunidades de los seres humanos. La nutrición, la salud, las pautas de relación social, los aprendizajes esenciales del lenguaje y la construcción de la autoestima en estas etapas iniciales son las herramientas con las cuales se enfrentarán los retos de la escolaridad, la ciudadanía y el acceso a la cultura universal.
Por esto, un país que logra atender con excelencia a sus niños es un país que apunta a hacer las cosas bien desde el principio.
Si algo debe destacarse de lo realizado en estos años es asegurar que haya claridad en lo que significa la atención integral, comprendiendo que la articulación de diversos sectores (protección, salud, educación…) es la clave para conseguir que los niños sean atendidos como personas y no como fracciones que corresponden a diversos servicios. Ha valido la pena gastarse unos años estableciendo con precisión lo que se debe hacer y cómo se debe hacer, pues esto sienta las bases para avanzar en el largo plazo.
Lo que sigue no es menos importante. De poco servirá tener clara la ruta para avanzar si no se logra convertir el esfuerzo realizado en una política de Estado que asegure tanto los recursos como la arquitectura institucional que obligue a lo largo del tiempo a la expansión de programas con ambiciosas metas de cobertura y calidad. Es urgente continuar el trabajo de movilización social que despierte la conciencia y provea herramientas de cuidado en el ámbito familiar y en la ciudadanía para garantizar el buen desarrollo de los niños en sus primeros años de vida. Esto requerirá grandes esfuerzos para asegurar las condiciones de atención en salud con toda su complejidad, incluyendo la inaplazable necesidad de aumentar el número de pediatras y personal de salud especializado en la atención a este grupo de edad.
De igual manera, será indispensable revertir el tremendo golpe que el gobierno de Pastrana asestó a la educación inicial para los niños de tres y cuatro años que se había proyectado en la ley general de educación, al excluirlos del Sistema General de Participación. Este retroceso condujo a sustraer al Ministerio de Educación de su obligación de avanzar en la búsqueda de modelos pedagógicos propios.
Es claro que las desigualdades en la atención a la primera infancia tienen una incidencia tremenda en los procesos de reproducción de la pobreza.
La estrategia “De cero a siempre”, con su capacidad de comprender la complejidad de la tarea, invita a soñar. Si el Estado en su conjunto (todas las ramas del poder) quisiera promover un nuevo país y construirlo bien desde el principio, tendría que dedicar todos los recursos financieros necesarios y los mejores recursos humanos para producir una generación completa criada en equidad. Una generación de niños que recibieran los cuidados necesarios para crecer sanos, tener acceso a las mismas oportunidades de educación inicial y recibir los mejores estímulos de la cultura sin importar dónde nacieron.
Una utopía de esta naturaleza tal vez permitiría nuevas maneras de concebir las prioridades de la nación inoculando en los sueños colectivos la más poderosa vacuna contra la violencia.
Este artículo fue publicado previamente en El Tiempo
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