Por Sara Schodt.
En esta entrega quiero poner a su disposición un resumen de algunas impresiones preliminares ―y por tanto anecdóticas― de las experiencias que tuve al dirigir un análisis de videos grabados en las aulas. Este forma parte de un análisis más complejo que actualmente estamos elaborando sobre la calidad de los maestros y su relación con el aprendizaje.
Desde el año 2003, como parte de un estudio longitudinal de las familias pobres de Ecuador, el BID ha observado la relación que existe entre los niños que crecen en una situación de pobreza y su desarrollo cognitivo. En pocas palabras, uno de los principales hallazgos de este estudio fue que, en promedio, los niños pobres tienen niveles de desarrollo cognitivo mucho más bajos que sus compañeros, incluso que aquellos que están en una situación económica apenas mejor que la suya. En lo que concierne a sus oportunidades de educación, esto significa que ya se encuentran en una situación de desventaja cuando empiezan la escuela y por lo general nunca cierran las brechas con las cuales empezaron (Schady, 2011 and Paxson & Schady, 2007).
Sin embargo, un creciente conjunto de evidencias sugiere que este no es necesariamente el caso y que los ambientes escolares infantiles estimulantes y de alta calidad pueden ayudar a remediar estos déficits (por ejemplo: Schweinhart, 2003, Vandell & Wolfe 2000; Phillips, 1987; NICHD, 2000; Shonkoff & Phillips, 2000; Burchinal et al., 1997; Campbell & Ramey, 1995). Apoyándonos en estos hallazgos, actualmente estamos trabajando en un proyecto en Ecuador para entender mejor la calidad de las experiencias cotidianas de los niños en las aulas y establecer qué tipos de escuelas y de maestros parecen tener más éxito, tanto en el tratamiento de las necesidades académicas y socioemocionales de los niños más pobres, como en dotarles de las destrezas necesarias para que puedan aprender a la par de aquellos compañeros con mejores posibilidades económicas.
Como parte de la respuesta a esta pregunta, este último año hemos filmado a los maestros de una muestra aleatoria de casi 700 aulas de kínder (que en Ecuador se llama primero de básica) de todo el país, para luego analizar los videos con una herramienta de observación de la calidad de las aulas llamada CLASS por sus siglas en inglés (Sistema de Observación y Calificación en el Aula). A diferencia de otros instrumentos que miden elementos más estructurales de las aulas, tales como el programa de estudios, la disponibilidad de libros y de juguetes, CLASS se fija únicamente en los procesos que predicen más decisivamente el desarrollo de los niños. Específicamente, observa la calidad de las interacciones entre maestros y niños y entre compañeros dentro de las aulas y lo que los maestros hacen con los materiales que tienen a disposición. En nuestro estudio un camarógrafo filma discretamente una jornada entera de clases desde el fondo del aula. Más tarde un equipo de analistas ecuatorianos califica 4 segmentos de video de cada aula sistemáticamente escogidos, de veinte minutos cada uno. El equipo entonces confiere un puntaje numérico cualitativo CLASS que comprende diez dimensiones distintas a través de las cuales se revela el ambiente en el aula.
Las observaciones preliminares del análisis de los videos indican que en Ecuador los maestros enfrentan muchos de los mismos desafíos que tienen los maestros de otros países cuando se trata de generar experiencias de alta calidad con sus alumnos. Dicho esto, hay que resaltar una serie de temas que caracterizan específicamente las experiencias en las aulas de kínder de Ecuador. En primer lugar, a los niños se les hace poquísimas preguntas a lo largo de la jornada y casi nunca se les hace preguntas cuya respuesta requiera más de una palabra rutinaria o estimule su pensamiento o comprensión. Jamás se les hace preguntas que empiecen con ¿Cómo…? ¿Por qué…? ¿Qué piensas acerca de…? o ¿Qué más se te ocurre con respecto a…? En general, los niños nunca hacen preguntas a sus maestros. En términos prácticos, esto significa que los niños ecuatorianos tienen muy pocas oportunidades para practicar la expresión de pensamientos completos y coherentes o participar de un aprendizaje centrado en la construcción de conocimientos, en lugar de simplemente memorizar y repetir datos.
Además, los niños ecuatorianos tienen muy pocas oportunidades de elegir o desarrollar su creatividad en las aulas: se les dice qué colores usar al hacer un dibujo, qué formas pintar, qué figuras cortar y qué tamaño de pelotas de papel arrancar y hacer rodar. En el aula no tienen tiempo libre para escoger actividades interesantes para ellos; más bien, pasan todo el tiempo obedeciendo órdenes específicas y participando en actividades que ellos deben seguir paso a paso. Si bien seguir instrucciones puede ser importante en ciertos momentos, en general la literatura relacionada indica que con las actividades rutinarias o memorísticas se logra muy poco cuando se trata de desarrollar el pensamiento crítico y las habilidades de resolución de problemas y toma de decisiones que los niños necesitan para tener éxito en la escuela y en la vida.
Por último, el tiempo de instrucción real parece representar una pequeñísima parte de la jornada escolar, fenómeno que también fue observado con la herramienta CLASS en las aulas de Estados Unidos y Chile. Los niños de los jardines infantiles de Ecuador pasan largos períodos sentados en sus mesas, esperando a que su maestro organice las actividades, apruebe el trabajo, reparta los materiales y, finalmente, a que todos sus compañeros terminen alguna actividad.
Estos hallazgos, aunque preocupantes, no pretenden condenar los enormes esfuerzos que muchos maestros del país hacen en su trabajo todos los días. Por el contrario, ellos son la causa de que exista un verdadero optimismo, ya que por primera vez nos han dado información específica sobre lo que está ocurriendo dentro de la “caja negra” de las aulas. Estos resultados son el punto de partida para mejorar los distintos tipos de apoyo disponibles para los maestros, de tal forma que ellos a la vez ofrezcan una experiencia de aprendizaje más enriquecedora para sus alumnos.
Sara Schodt es una consultora con experiencia en educación y desarrollo radicada en la oficina del BID en Quito, Ecuador.
Sara Palacios dice
Me ha gustado mucho el articulo, la experiencia con las cámaras y las conclusiones.
Creo que el pensamiento de Herbeth Read en educacion por el arte lo anota y resuelve.
Y que es muy necesario insistir a nivel de maestro en la importancia del desarrollo de la creatividad. Entiendo que los maestros ponen su mejor voluntad y que muchas veces es satanizado su trabajo como castrador. Producto de esa misma pobreza que disminuye la capacidad de los alumnos, no solo la falta de plata sino la falta de tiempo para leer, ver buen cine, visitar galerías de arte.