A fines del año pasado, UNICEF publicó un nuevo informe: Evitemos una década perdida: hay que actuar ya para revertir los efectos de la COVID-19 sobre la infancia y la juventud. Aunque es fácil que los informes que se publican en diciembre se pierdan entre los ajetreos de fines de año, este informe requiere de la atención de todos. UNICEF calificó a la COVID-19 como el mayor desafío para los niños que ha enfrentado en sus 75 años de historia; y la situación se ve agravada por los conflictos, los desastres naturales y el cambio climático.
Los datos del informe cuentan una historia aleccionadora sobre el impacto de la pandemia en los niños:
- En menos de dos años, 100 millones de niños han caído en la pobreza, un incremento del 10 por ciento desde 2019.
- En 2020, más de 23 millones de niños no recibieron las vacunas esenciales.
- 50 millones de niños padecen emaciación (bajo peso para la talla), la forma de malnutrición de mayor riesgo para la vida, y esa cifra podría aumentar en 9 millones para 2022.
- En su punto máximo, en marzo de 2020, 1.600 millones de niños enfrentaban el cierre de escuelas.
Detrás de cada una de estas cifras hay historias reales: los niños pequeños fueron dejados de lado cuando se cerraron los centros preescolares y aumentó la inseguridad alimentaria. Los niños en edad escolar, sobre todo los que más deberían beneficiarse de ella, tuvieron un acceso limitado a la enseñanza a distancia. Los adolescentes sufrieron el aislamiento social y la falta de apoyo a la salud mental, y se produjo una creciente demanda de matrimonios precoces. Los padres procuraron por todos los medios salir adelante, pero con demasiada frecuencia sin los necesarios recursos financieros y sociales. Y la imprevisibilidad de la vida cotidiana trajo consigo un estrés que parecía casi imposible de soportar.
Afortunadamente, muchas colectividades se movilizaron en todo el mundo: los voluntarios entregaron alimentos, distribuyeron equipos de protección y crearon nuevas instalaciones sanitarias, y los profesores se esforzaron para que los niños tuvieran acceso a los recursos pedagógicos en sus hogares. A todos nos inspiraron las historias de quienes trabajan por el cambio, desde los trabajadores sanitarios hasta los cuidadores de niños, sean jóvenes o ancianos.
Sin embargo, los retos a los que se enfrentan los niños ya eran alarmantes incluso antes de que la COVID-19 se convirtiera en un término coloquial. Aproximadamente mil millones de niños —casi la mitad de los niños del mundo— viven en países que corren un “riesgo extremadamente alto” de sufrir los efectos del cambio climático; y cada vez hay más niños desplazados forzosamente, muy a menudo a causa de conflictos que podrían y deberían haberse evitado.
Como prioridad este año y en los años venideros, el informe guía a los tomadores de decisiones a invertir en los niños, las familias y las comunidades. Sobre la base de trabajos anteriores, en junio de 2019, por ejemplo, Estados Unidos lanzó un importante documento que describe su estrategia 2019-2023 para invertir en los niños más vulnerables del mundo. En 2020, el Congreso estadounidense aprobó la ley Global Child Thrive Act, que proporciona orientaciones adicionales para la inversión en el desarrollo de la primera infancia. Ambos son pasos importantes; ahora nos toca a todos asegurarnos de que reciban la atención y los recursos que este movimiento merece.
El informe de UNICEF esboza un programa de acción urgente en favor de la infancia, que incluye recomendaciones para invertir en protección social, salud y educación, así como en el fomento de la resiliencia para prevenir situaciones, responder a ellas, y proteger a los niños. Los gobiernos, las empresas, la sociedad civil y la ciudadanía deben trabajar juntos. Pero como en cualquier crisis, cada acción individual marca la diferencia. No podemos esperar a que el otro dé un paso al frente con una solución. Cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿Qué puedo hacer para ayudar a un vecino, trabajar en mi comunidad, crear conciencia, levantar otra voz, ayudar a otros a empoderarse? ¿Qué más podemos hacer para integrar estas cuestiones en todos los campos de estudio: desde la salud a la educación, desde la diplomacia al desarrollo económico, desde los estudios medioambientales a la planificación y el diseño urbanos?
En su nuevo e impactante libro, The Book of Hope: A Survival Guide por Trying Times (El libro de la esperanza: una guía de supervivencia para tiempos difíciles), Jane Goodall y Douglas Abrams, junto con Gail Hudson, abordan una importante cuestión: ¿cómo mantener la esperanza cuando todo parece desesperanzador? Lo que resulta tan edificante de esta historia es que traza un claro vínculo entre la esperanza y la acción. Parece decirnos que la resiliencia de la naturaleza o el intelecto humano, si bien significativos, no son lo único que importa, sino también nuestro espíritu y nuestra confianza en las posibilidades, y nuestro poder de actuar. No se me ocurre un mejor año para empezar.
*La doctora Joan Lombardi es una experta internacional en el desarrollo de la primera infancia y miembro del Collaborative on Global Children’s Issues de la Universidad de Georgetown. Artículo publicado originalmente en inglés por el National Institute for Early Education Research, el 19 de enero de 2022: https://nieer.org/2022/01/19/in-2022-the-world-needs-to-take-care-of-its-children-it-starts-with-each-of-us
Leave a Reply