Los gobiernos nacionales invierten en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para prepararnos ante los efectos del cambio climático. Pero es importante que los municipios también tomen esta iniciativa.
En primer lugar, el tiempo para reaccionar ante el cambio climático se está agotando. La temperatura global es ya 1.0º C más alta que en la época pre industrial y de acuerdo al último reporte del IPCC si esta tendencia en el calentamiento continúa el aumento puede llegar a ser de 0.2ºC por década, es decir para el 2040 alcanzaremos los 1.5ºC. Rebasar este umbral, significará habitar en un mundo completamente distinto donde los ecosistemas naturales y múltiples especies que hoy conocemos se verán extintas. Sólo tenemos 20 años para alcanzar el punto de no retorno; lo que significa que debemos actuar para que en menos de dos décadas nuestra sociedad funcione sin emitir más GEI de las que captura (cero emisiones netas).
Otra razón es que los procesos y decisiones que ocurren en territorio urbano tienen cada vez mayor influencia sobre el nivel de emisiones globales. En las siguientes décadas, alrededor de 70 millones de personas se moverán anualmente hacia las ciudades, las que deberán aumentar en extensión y encontrar maneras de como suplir las necesidades de una creciente población. En las ciudades emergentes habrá mayor crecimiento de suelo urbano sobre superficie vegetal (actualmente la expansión de este suelo crece al doble de lo que crece la población); de nuevas edificaciones e infraestructura y en general, de consumo de bienes y servicios.
Se calcula que un tercio del volumen de emisiones GEI que podrían realizarse antes de superar los 2º C o carbon Budget, depende de las decisiones que hoy se tomen en ciudades. Para el 2030 la superficie urbana aún por construirse será de 60% aproximadamente. La infraestructura y equipamientos que se invertirá hasta esa fecha (más del 70% en países en vías de desarrollo), duplicará el actual stock de capital. El Marco de Infraestructura Sostenible del BID establece pautas importantes para que las inversiones en la región se realicen con criterios de resiliencia y bajas emisiones de carbono, evitando así estar encadenados por décadas a obras que generan riesgos y grandes emisiones, entre otros impactos.
A pesar de la urgencia y enorme potencial de reducir emisiones en zonas urbanas, dadas las múltiples necesidades que deben resolver en términos de provisión de servicios e infraestructura básica, todavía hay muchos gobiernos municipales que perciben onerosa o le dan poca prioridad a esta agenda climática. Y aquí la tercera razón sobre la relevancia de incentivar inversiones que contribuyan al cambio climático: estos proyectos pueden generar beneficios socioeconómicos y tambiénser muy rentables, como lo es: 1) el ahorro en energía en ciudades más densas y en viviendas con materiales y técnicas más eficientes, 2) los beneficios asociados a planes urbanos sostenibles en ciudades como Washington DC , 3) los instrumentos de reducción de riesgos o, 4) La inversión en transporte público, edificios eficientes y manejo de residuos podría generarle a las ciudades ahorros de 17 trillones de dólares al 2050.
Más y más experiencias nos demuestran que mirar a la ciudad del futuro bajo un enfoque de resiliencia y bajas emisiones también permite hacer frente a los retos de equidad, crecimiento económico, innovación y a los distintos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y bajo esta mirada estamos pensando nuestros proyectos. La recuperación de la ribera en Asunción, el saneamiento de la cuenca en la ciudad de Panamá, el mejoramiento Barrio 31 en Buenos Aires, son buenos ejemplos de inversión integral y sostenible.
La pregunta ahora es ¿cómo hacerlo? Los gobiernos municipales no cuentan con capital humano, financiero o conocimiento suficiente para invertir en proyectos climáticos. En el caso de los municipios en América Latina y el Caribe, existe una alta dependencia a las transferencias de recursos nacionales y no hay mecanismos eficientes para recaudar impuestos, los márgenes de endeudamiento son estrechos, la calificación crediticia es baja y en general, no cuentan con una cartera de proyectos atractiva para los bancos y el sector privado.
En cuanto a la planeación, el primer y más importante paso es alinear los compromisos nacionales o Contribuciones Nacionalmente Determinadas a Nivel Nacional (NDCs, por sus siglas en inglés) con los planes municipales. Si el marco de planificación nacional no prevé lineamientos para bajar acciones al territorio y viceversa, las dificultades para catalizar inversiones son más grandes. El NDC Acelerator es un instrumento de colaboración del BID que puede contribuir a alinear esfuerzos. Bajo esta misma plataforma, estamos diseñando instrumentos financieros para que los municipios atraigan inversiones.
La relevancia de la agenda climática en las ciudades es clara. Sigamos desarrollando ideas para apresurar su implementación.
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