Beep beep beep. Miro mi reloj y veo que la alarma de altitud se ha activado. Este indicador me dice que hemos alcanzado los 5.600 metros (18.370 pies) sobre el nivel del mar. Estamos a sólo 190 metros más de la cumbre.
Este es el relato de una aventura reciente que me acercó al cambio climático. Demasiado cerca de la comodidad, de hecho.
“Debo seguir …” “Debo seguir …”” Vamos” La fatiga de casi 7 horas de escalada durante la noche se está haciendo cada vez más pesada sobre mí. Hemos enfrentado fuertes vientos con nevadas, pero afortunadamente la montaña se despeja y nos permite continuar nuestro camino. El sol ha salido desde hace una hora, dándonos una vista increíble de nuestra conquista. Nuestros cuerpos están anhelando oxígeno, y cuanta más altitud ganamos, más lentamente subimos. Mi latido cardíaco promedio es de 120 latidos por minuto (comparado con 70 bpm al nivel del mar), lo cual es normal a esta altitud ya que el corazón trabaja más duro para obtener y llevar oxígeno al cerebro. Normalmente a nivel del mar la tasa de oxígeno en el aire que respiramos es del 20%, aquí en esta montaña el aire contiene la mitad de eso, 10%. Es importante mantenerse hidratado..
Después de ver finalmente la cumbre, y sabiendo que nuestro ascenso final tomará 30 minutos más, damos un último esfuerzo hacia nuestro destino: la cima del volcán Cayambe. Al llegar a la cumbre, todas las 8 horas que tuvimos de escalada, fatiga, mareos, frio, dolores de cabeza y náuseas, de repente valen mucho la pena. Pasamos 20 minutos disfrutando de una explosión de dopamina, adrenalina, risa y felicidad.
Lamentablemente, no podemos quedarnos mucho tiempo en la cumbre. Debemos comenzar nuestro descenso, a menudo más peligroso que el ascenso (la mayoría de los accidentes de montañismo ocurren en el descenso) debido a la fatiga. El peligro de rocas cayendo de la montaña debido a condiciones más calientes por el día es también inminente.
Después de un par de horas en el descenso, nuestro guía nos dice que prestemos atención especial al hielo bajo nuestros pies: hemos llegado a una sección con grietas grandes que tenemos que saltar. Si uno de nosotros cae en una grieta, los otros dos tendrán que actuar rápidamente para presionar nuestros crampones y piolets en el glaciar. Estamos atados juntos y debemos evitar que nuestro equipo sea arrastrado a la grieta.
Las grietas añaden a la aventura. Pero mientras desafían a los excursionistas, representan señales de mayor preocupación ambiental. Algunas son nuevas, e indican que el glaciar se está rompiendo. A medida que continuamos nuestro descenso, vemos señales de la recesión del glaciar, provocada por el cambio climático. Pareciera que el volcán Cayambe fuera un organismo vivo transformando su cubierta exterior. La próxima vez que suba sus alturas, su topografía pudiera parecer nueva.
Este glaciar no está solo. Los glaciares en los trópicos y alrededor del Ecuador están retrocediendo lentamente. Con esta contracción viene la cuestión de la disponibilidad de agua. Se calcula que 200 millones de personas en todo el mundo
dependen del derretimiento de agua de glaciares, principalmente en los Andes y los Himalaya. Solamente en Bolivia en los últimos 20 años, los glaciares han retrocedido aproximadamente 43%. En el Perú, donde la capital Lima depende en gran medida del agua de los glaciares para la producción de alimentos, los glaciares de la Cordillera Real han retrocedido aproximadamente un 40% entre 1963 y 2006. O en el volcán vecino Antisana en Ecuador, se estima que su glaciar y el páramo circundante proporciona alrededor de un tercio del agua para la ciudad de Quito. La desaparición de estos glaciares significa que se perderá una gran cantidad de recursos hídricos para la energía, el riego y el consumo humano. Además, podrían desencadenar desastres naturales como inundaciones y deslizamientos de tierra, entre otros destruyendo infraestructura vital en el camino.
En ciudades como La Paz, Bolivia (que ha experimentado una urbanización significativa en los últimos años), el consumo de agua durante la temporada seca depende en gran medida del agua de los glaciares. Por ejemplo, las estimaciones indican que, durante la temporada seca, la ciudad depende de los glaciares para aproximadamente el 30% de su agua.
En el marco de la construcción de infraestructura que permita combatir los posibles efectos negativos del cambio climático en regiones sensibles a la sequía como La Paz y El Alto en Bolivia, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) apoya la construcción de una represa de 23 metros de altura en la zona de Taypichaca, Cuenca y una presa de 8,2 metros de altura en la cuenca de Khotia Khota. Estas nuevas presas aumentarán el tamaño de dos reservorios existentes y proveerán almacenamiento de agua a largo plazo que contrarreste los efectos de la sequía, el retroceso de los glaciares y otros eventos del cambio climático. Las presas también proporcionarán el agua necesaria para operar nuevas redes de agua potable y sistemas de riego mejorados que beneficiarán a aproximadamente 250,000 personas.
El Banco aplicó salvaguardias ambientales y sociales para asegurarse que los beneficiarios del proyecto puedan prosperar a largo plazo. Estas medidas incluyeron:
- Consultas con la comunidad para discutir el sistema de riego mejorado y asegurarse de que estaba de acuerdo con sus necesidades, un punto vital para mejorar su resiliencia.
- Análisis de flujo ecológico a la cuenca hidrográfica, de manera que los bofedales (humedales de gran altitud) no se verían afectados por los patrones cambiantes del flujo hidrológico.
Asegurarse que estos tipos de hábitats existan para las futuras generaciones es una alta prioridad. Espero que en el futuro el cambio climático no reduzca (o ni siquiera elimine) estos glaciares. Nuestro ascenso al volcán Cayambe no fue una misión singular en busca de emociones, aventura, auto-mejora o magníficas vistas solamente. También proporcionó un primer plano a la amenaza muy real de un glaciar que actúa como un tanque de agua vital a la zona que lo rodea.
Después de un total de 12 horas en la montaña, finalmente llegamos al refugio. Exhaustos, tomamos una sopa caliente y recordamos nuestra ascensión victoriosa. Mirando hacia arriba desde la ventana algunas personas podrían ver una montaña. Para otros, ven una fuente de vida.
Leticia Leal Tovias dice
Excelente trabajo Roberto muy interesante todo lo del cambio climático y por medio de ti eh conocido países,con paisajes bellísimos y que bueno que exista apoyo para seguir investigando a favor de nuestro Planeta. Muy linda Labor Éxito sigue adelante un abrazo
Agr. Aída Villacís Tello dice
Que importante Roberto tu preocupación e interés por nuestro planeta y en particular por la visita y acenso a los volcanes de mi país Ecuador, tu trabajo es exelente , gracias por ello.
Bert De Bievre dice
Estimado Roberto,
Corresponde hacer una precisión importante acerca de Quito. No es correcto que el glaciar del Antisana proporciona un tercio del agua para Quito. Si lees bien el artículo de Simeon Tegel al que refieres, verás que dice “Antisana and its surrounding páramo … provide … roughly one third of its water”. Lo que es muy distinto. Este tercio corresponde al sistema de La Mica de EPMAPS, y el páramo responde por más del 95% del agua, el glaciar por menos del 5%, de este sistema.
En el artículo de la cita, el ex-gerente de EPMAPS, Othón Zevallos expresa muy acertadamente la preocupación de que no sabemos mucho sobre la respuesta del páramo al calentamiento. De los glaciares al menos sabemos muy bien que están retrocediendo, y a gran velocidad como describes en tu artículo.
En la investigación sobre cambio climático, los glaciares han cumplido y siguen cumpliendo su rol de indicador por excelencia del calentamiento, sin embargo, para formular respuestas de adaptación, tenemos que voltear la mirada al páramo, en el caso de Quito.
Aún cuando el “peso” del aporte glaciar en ciertas regiones de Perú (igual que Quito, Lima casi no depende de glaciares) y de Bolivia es mayor que en Quito, la misma lógica también aplica para diseño de políticas en estas zonas: si, en temporada seca, el aporte glaciar para La Paz es el 30%, significa que el 70% es de la puna y sus bofedales alrededor. Y es allí que necesariamente estarán ubicadas las medidas de adaptación que tanto necesitamos.
Bert De Bievre
Secretario Técnico del
Fondo para la Protección del Agua – FONAG
Quito – Ecuador
Roberto Leal dice
Estimado Bert,
Te agradezco primeramente tu lectura del blog y el interés a nuestro sitio. Muchas gracias por tu comentario, he modificado el contenido del blog para que incluya también el páramo del Antisana como origen del tercio del agua para Quito. Asimismo concuerdo con tu postura de que mucha de las actividades de adaptación deben de ser en los Bofedales adyacentes, por eso también trabajamos en el proyecto de Bolivia de adaptación, en proteger el mismo Bofedal como parte de las salvaguardas del BID considerándolo hábitat natural crítico. Esperemos que más acciones en el futuro sean enfocadas a este tipo de soluciones integrales.
Saludos
Roberto