Hace aproximadamente tres años y medio, el mundo se paró. Una amenaza hasta entonces casi desconocida hizo que tuviésemos que cambiar drásticamente nuestra forma de vida.
Sin querer ahondar en lo que esa etapa conllevó, a nivel de dolor humano, de retos mentales y físicos para la población, en estas líneas me gustaría iniciar una serie de blogs sobre el cambio estructural que supuso la pandemia a nivel del sector del turismo.
Países para los que el sector representaba un 50%, 40%, 30% de su PIB vieron su actividad turística desaparecer cuasi por completo. Muchos de estos países no contaban con redes de protección social, sumándose en esos casos el dolor humano de la pandemia a una complicadísima realidad socioeconómica, muy difícil de afrontar a nivel personal y de Estado.
Las cuentas de resultados llegaron a presentar ingresos negativos (debido a ventas que jamás se pensó fuesen cancelables, pero que el estado de excepción hizo que figurasen como pasivos sin tener provisión alguna), inversiones multimillonarias a medio construir que quedaron paradas, deudas a satisfacer basadas en flujos de caja que de repente pasaron a ser plenamente inalcanzables, sin casi ninguna posibilidad de ajuste.
Ya en mayo de 2020, se empezó a constatar que la recuperación no iba a ser inmediata. Se calculó que tardaría, en promedio, tres años. Es decir, hoy: 2023.
Por ello, este Día Internacional del Turismo, amerita analizar cuán acertadas fueron dichas proyecciones, así como tratar de extraer las principales lecciones aprendidas que nos ha dejado a nivel sectorial esta terrible crisis.
El ritmo de recuperación ha sido muy desigual entre regiones y países
Recientemente, la Organización Mundial de Turismo (UNWTO, por sus siglas en inglés) nos anunciaba que nos estábamos acercando a la recuperación plena. Entre enero y julio de 2023, el número de llegadas internacionales alcanzó el 84% respecto al nivel prepandemia. Oriente Medio lidera la recuperación, habiendo superado notablemente los niveles de 2019 (120%), seguido de África (92%) y Europa (91%). Las Américas se sitúa en el 87%, y Asia y la Región del Pacífico en el 61%.
Tal y como anticipamos desde el BID, la recuperación se ha producido de manera irregular (UNWTO, 2023), muy marcada al inicio por la evolución de los indicadores clave relativos a la prevalencia e impacto de la enfermedad. El crecimiento interanual en 2021 fue apenas del 12,7%, muy tímido considerando el increíble descenso del año anterior. Sin embargo, en 2022, el número de llegadas por turismo internacional se incrementó considerablemente, más que duplicándose (+111,5%). En los primeros siete meses del año, el crecimiento de este mismo indicador fue del 43%.
En este contexto, cabe enfatizar que, entre los países prestatarios del BID, destaca con fuerza la recuperación de algunos países; tales como El Salvador, a la cabeza en materia de recuperación en número de llegadas de visitantes internacionales para toda la región de las Américas (+32% de enero a julio de 2023 versus el mismo periodo de 2019), Colombia (+23%), República Dominicana (+17%) y Honduras (+17%).
Tendremos que esperar aún unos meses para poder medir adecuadamente la recuperación en términos económicos (la medición cuantitativa que quizás más nos importa), pero los datos de inicios de año nos indican que el nivel de recuperación en términos económicos podría ser más pronunciado al experimentado en términos de llegadas por turismo internacional.
Si analizamos los datos de 2022 y las proyecciones del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés) encontramos lo siguiente:
- Del conjunto de los 26 países prestatarios del BID, aproximadamente un tercio lograron en 2022 alcanzar o superar en términos reales el nivel de contribución prepandemia del sector de viajes y turismo al PIB (9 de 26 países, ver “Tabla 1”).
- De acuerdo con las estimaciones para 2023, menos de la mitad de los países prestatarios logrará que su sector de viajes y turismo contribuya al PIB en 2023 más de lo que lo hizo en 2019 (concretamente, tan sólo 12 de los 26 países).
- A nivel de empleo, en 2022 tan solo un 27% de los países prestatarios del BID habían logrado alcanzar los niveles de empleo de 2019 (7 de los 26 países, ver “Tabla 2”).
- En cuanto a las estimaciones para 2023, la WTTC espera un ritmo de recuperación algo mayor a nivel de empleo, ya que estima que 54% de los países prestatarios logrará que su sector de viajes y turismo genere el mismo o un mayor número de empleos en 2023 que en 2019 (14 de los 26 países).
Estos datos reflejan una realidad complicada para muchos países de la región.
Turismo, un sector clave para la mayor parte de los países de la región
Previo a la pandemia, el sector de los viajes y el turismo contribuyó a la generación de más de US$566.600 millones de valor añadido, más de 26 millones de empleos, más de US$99.800 millones de exportaciones, y más de US$53.350 millones de inversión en los 26 países prestatarios (WTTC, Database). En términos relativos, estas cifras implican que, en promedio, en los países prestatarios del BID uno de cada diez US$ de valor agregado se generaba por el sector de los viajes y el turismo.
Esta importancia era prevalente para la mayoría de los países, y especialmente pronunciada en el caso de algunos de ellos.
De este modo, el sector representaba más del 10% del PIB y del empleo para 12 y 15 de los 26 países prestatarios del BID respectivamente. En tanto, comprendía más del 25% del PIB y el empleo total para 4 de los 26 países.
El sector, además, contribuía muy importantemente a las exportaciones nacionales. Para 12 de los 26 países prestatarios del BID, el sector turístico representaba en 2019 más del 10% de las exportaciones, llegando incluso a abarcar más del 15% para 9 de los 26 países prestatarios, y más del 50% para 3 de los 26 países prestatarios.
Esta importancia y relevancia sigue vigente, pero los datos relativos a la recuperación de indicadores clave tales como la contribución sectorial al PIB, al empleo, a las exportaciones o a la inversión, nos muestran una realidad complicada para muchos países.
El papel del Estado es crucial para el desarrollo del sector turístico
La recuperación, aunque está en camino, y se ha de hecho alcanzado en algunos países, está tardando en promedio más de lo inicialmente esperado. Solo con el apoyo del sector público, y reconociendo el importante rol que éste juega a nivel sectorial, podremos avanzar hacia una recuperación plena, sostenible y resiliente.
El rol del Estado es esencial como planificador sectorial, como garante de la protección de los recursos naturales, culturales y patrimoniales -base principal de la actividad turística-, como impulsor del fortalecimiento de la gobernanza sectorial, como responsable de la generación y manejo eficiente de un marco fiscal adecuado, que cuente con importantes estabilizadores automáticos, que impulse la adaptación al cambio climático, que estimule la innovación y la digitalización, que invierta en las infraestructuras básicas y productivas tan necesarias para la actividad turística.
El papel del Estado no puede limitarse a impulsar la promoción de los destinos turísticos, a promover la marca turística del país, o a generar incentivos fiscales que la evidencia nos ha mostrado en su mayor parte inefectivos y con altos costos de oportunidad. El rol ha de ser mucho más prominente y comprensivo; y en ese fortalecimiento gubernamental, en ese tránsito hacia el posicionamiento del sector público como eje clave para el desarrollo de un sector competitivo, resiliente y sostenible, en esa a transformación de roles, y en esa nueva profesionalización de este importante sector, el BID puede ser un gran aliado, no sólo a nivel de apoyo financiero, sino también, y muy especialmente, como socio colaborador a nivel técnico en el diseño de políticas e inversión pública.
En próximos blogs abordaremos las principales lecciones aprendidas que nos ha dejado la pandemia a nivel sectorial, entre las cuales ahondaremos en la que ya les adelantaba: el crucial papel del Estado para el desarrollo y la competitividad de un sector turístico pujante, transformador económica y socialmente, y sostenible.
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Imagen: Tatiana Weston Webb, surfista estadounidense corriendo la ola de Playa Punta Roca, El Salvador, durante el Campeonato de la Liga Mundial de Surf (WSL, por sus siglás en inglés) en junio de 2023. Crédito de la imagen: Surf City El Salvador.
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