Vivimos en un mundo lleno de incertezas. La pandemia del COVID-19 con sus devastadores impactos humanitarios y económicos nos demuestra precisamente eso. El cambio climático tiene un efecto muy similar, y lo vimos con lo que pasó el invierno pasado en Texas: un cambio inesperado de las condiciones climáticas “normales” generó una grave crisis humanitaria por el colapso de la red energética y de la distribución de agua potable que dejó a millones sin estos servicios básicos.
Fenómenos climáticos extremos como este, y otros como sequías, intensas lluvias, y huracanes ocurrirán de manera más intensa y frecuente, y, por tanto, será muy importante que la forma en que planificamos nuestros sistemas hoy integre estas incertidumbres para evitar catástrofes. En la planificación hídrica esto es un tema muy relevante: ¿Qué acciones debemos tomar hoy para lograr la seguridad hídrica en un mundo imperantemente incierto? No es un tema trivial.
Tomemos el caso concreto de la cuenca del río Mendoza en Argentina. Una región predominantemente vitivinícola (para cultivo y producción de vino) y frutícola, con importantes centros urbanos, y que sufre una sequía de más de diez años que ya ha limitado el riego en algunas zonas agrícolas. Este panorama se vuelve más incierto y complicado si tomamos en cuenta otros desafíos a largo plazo como el aumento de las temperaturas, la disminución de lluvias y el derretimiento de glaciares, entre otros.
El Departamento General de Irrigación (DGI) de la provincia de Mendoza ha venido trabajando en la evaluación de diferentes alternativas de infraestructura y gestión para hacer frente a estos desafíos, como la construcción de un gran embalse, una batería de embalses pequeños, o la instalación de un sistema de riego presurizado. Sin embargo, la definición de la mejor estrategia depende de elementos inciertos difíciles de ponderar: ¿Cómo y cuánto cambiará el clima? ¿Cuánto crecerán las ciudades? ¿Seguirán siendo los mismos cultivos los predominantes en la cuenca? ¿Qué estrategia es la más costo-eficiente, y al mismo tiempo asegura el abastecimiento tanto para agua potable como para riego?
Los sistemas tradicionales de planificación son frágiles en este contexto. Y es que ante tanta incertidumbre no es suficiente simular solo algunos escenarios para encontrar una solución real. Afortunadamente, existen nuevas técnicas que permiten analizar problemas profundamente inciertos para diseñar soluciones que puedan satisfacer objetivos en múltiples futuros posibles, como Robust Decision Making (RDM). RDM, además, permite involucrar a diversos actores en el proceso de decisión e incluir la evaluación de diversos objetivos de desarrollo.
Entre la División de Cambio Climático y la División de Agua y Saneamiento del BID, DGI, y la Corporación RAND, una think tank estadounidense, elaboramos un estudio RDM que busca apoyar a DGI en la toma de decisiones ante esta problemática de planificación hídrica, y que arroja resultados muy interesantes para futuras aplicaciones en otros países de América Latina y el Caribe.
¿Qué hicimos?
- Nos reunimos con diversos actores relevantes de la cuenca y definimos de manera conjunta el “marco del problema”. De este ejercicio determinamos conjuntamente que se evaluaría el desempeño y el costo beneficio de obras ya evaluadas por DGI en el pasado: i) un embalse, ii) una batería de embalses pequeños, y iii) obras de riego presurizado ante incertidumbres como los impactos del cambio climático y cambios de uso de suelo (distintos escenarios de crecimiento urbano-agrícola).
- Con esta información, modificamos el modelo WEAP (una herramienta de apoyo para la toma de decisiones en la gestión integrada de recursos hídricos) de la cuenca, una herramienta de apoyo a las decisiones para la gestión integrada de los recursos hídricos, para modelar el desempeño ante futuros inciertos con y sin las obras propuestas, con una mirada al largo plazo. Evaluamos el desempeño del sistema actual en 840 futuros plausibles, cada futuro reflejando un supuesto diferente sobre las tendencias climáticas, variabilidad climática y cambios en el uso del suelo.
- Encontramos que el sistema actual de agua de Mendoza efectivamente es vulnerable a los cambios en el uso de suelo y al cambio climático, especialmente el sector agrícola. Además, realizamos un análisis de vulnerabilidad en dos sectores de la cuenca para entender en qué condiciones el sistema no podría satisfacer la demanda si se mantiene como está hoy, e identificamos tres condiciones generales que conducirían a una alta demanda de agua insatisfecha.
- Finalmente, evaluamos el desempeño del sistema y la disminución de las vulnerabilidades identificadas si las obras de infraestructura priorizadas fueran a implementarse. Encontramos que el aumento del almacenamiento en superficie, ya sea a través de uno o unos pocos reservorios grandes o una red de reservorios más pequeños, no mitigaría significativamente estas vulnerabilidades y sería extremadamente costoso. En este sentido, las inversiones en riego presurizado podrían reducir las vulnerabilidades de manera más significativa y más costo-eficiente.
El estudio dotó a DGI de nueva información útil para el proceso de toma de decisiones, además de proveer una plataforma de diálogo entre los distintos actores. Si bien existen oportunidades de mejora del análisis, esta prueba de concepto nos demuestra que RDM proporciona un marco analítico útil para evaluar tanto los desafíos futuros que enfrentan las cuencas, así como diferentes estrategias que podrían utilizarse para mitigar la escasez futura, configurándose como una herramienta poderosa que puede ayudar a otros países a robustecer sus procesos de planificación hídrica y enfrentar de mejor manera los desafíos relacionados con la seguridad hídrica.
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