Estamos presenciando una crisis ecológica sin precedentes, que va desde el declive de muchas especies causado por la sobrepesca y los plásticos vertidos en el océano, hasta las explosiones de ductos petroleros en el golfo de México.
Aunado a los impactos del cambio climático en las zonas costeras del mundo como el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos, ante esta doble crisis, los gobiernos deben incrementar sus esfuerzos para proteger los ecosistemas marino-costeros y desarrollar modelos innovadores para el aprovechamiento sostenible de los recursos del mar.
Recordemos que 80% de la vida está en el océano. La mayor parte del transporte comercial, hasta un 90% se estima que se realiza en el océano y 30 millones de empleos dependen de los ecosistemas marino-costeros.
El debate sobre cómo frenar la degradación ambiental en los océanos y a su vez aprovechar los recursos que generan estos ecosistemas de manera sostenible ha dado lugar a enfoques como la Economía Azul.
¿Qué es la Economía Azul?
La Economía Azul se refiere al conjunto de sectores, actividades económicas y políticas relacionadas al manejo de los recursos marinos y costeros de manera sostenible. Si bien la definición varía entre las distintos autores y organizaciones, existe un consenso sobre la necesidad de desarrollar un modelo económico alrededor de los océanos que sitúe la sostenibilidad y protección al medio ambiente al centro del debate y que a su vez impulse la generación de más empleos y mejore la calidad de vida de las comunidades que dependen de estos ecosistemas.
La economía azul se distingue de las actividades tradicionales de la economía del océano. Un modelo de economía azul debe propiciar crecimiento económico de manera inclusiva con las comunidades locales y a su vez frenar la degradación ambiental. Esto implica reformular los modelos de desarrollo de manera que valoricen no solo las actividades económicas en sí mismas, sino que se dé un valor a los servicios ecosistémicos del océano para incentivar su conservación y manejo de forma sostenible.
¿Qué políticas son necesarias para transitar a una Economía Azul?
De acuerdo con los expertos participantes del panel Definir la Resiliencia en un Contexto de Economía Azul del foro Una Región, Un Compromiso del Grupo BID, existen tres políticas importantes que los gobiernos deberían comenzar a implementar para realizar su hoja de ruta hacía una economía azul:
- Invertir en la restauración de las costas y los ecosistemas marinos, asegurando la conservación de áreas marinas protegidas y la protección de especies endémicas.
- Establecer alianzas público-privadas para generar innovación y desarrollo tecnológico reduciendo así la dependencia de las actividades tradicionales extractivistas como la pesca industrial y los combustibles fósiles.
- Incentivar las energías renovables no convencionales como la energía mareomotriz, undimotriz, eólica offshore y el hidrógeno verde.
¿Por qué debemos conservar los ecosistemas?
La conservación de los ecosistemas marinos y costeros es pieza clave para la supervivencia de la biodiversidad y la continuidad de los procesos ecológicos que mantienen la vida del planeta.
Los ecosistemas costeros como manglares, pastos marinos y marismas tienen la capacidad de absorber y almacenar una gran cantidad de las emisiones de carbono de hasta del 0.5% de emisiones globales anuales. Estos ecosistemas proveen servicios como protección ante tormentas y huracanes para las comunidades costeras, además de mejorar la calidad del agua y las poblaciones de peces.
Sin embargo, la superficie total de manglares a nivel global ha disminuido, por lo menos, un 20% desde el año 1980. Se estima que al menos una cuarta parte de los manglares aún disponibles tienen un nivel de degradación entre moderado y severo debido a una gestión deficiente y a una creciente demanda de tierras costeras para el desarrollo.
Las alianzas público-privadas son clave para impulsar la economía azul
En ocasiones los gobiernos nacionales no cuentan con el presupuesto para impulsar estrategias de restauración de ecosistemas. Por ello, se necesitan alianzas público-privadas para financiar la restauración a gran escala de ecosistemas marinos, así como esquemas de pago por servicios ambientales que beneficien a las comunidades vulnerables costeras.
En cuanto a la formación de alianzas público-privadas para impulsar la innovación y el desarrollo tecnológico, es importante que los gobiernos elaboren políticas que destinen mayores recursos a la investigación científica y al desarrollo tecnológico orientado al océano. Esto implica destinar recursos a universidades y centros de investigación, así como establecer alianzas con el sector privado para incentivar la inversión en tecnología.
Las alianzas público-privadas también tienen la responsabilidad de garantizar la salud de los ecosistemas marinos. Una medida para un mejor manejo de los recursos marinos es implementar la certificación, trazabilidad y protección de actividades comerciales con el fin de revertir externalidades como la captura incidental (bycatch), la pesca ilegal y la sobrepesca.
Por ejemplo, en Bahamas, la pesquería de langosta espinosa recientemente logró su certificación bajo el Marine Stewardship Council, mejorando sus prácticas pesqueras y asegurando su sostenibilidad en la captura, abriendo acceso a nuevos mercados.
El océano es una fuente de energía
Finalmente, la diversificación de la matriz energética es clave para lograr los objetivos de carbono neutralidad para el 2050, por lo que la inversión en infraestructura para generar energía de las mareas y las olas del mar es un área de oportunidad para la innovación y el desarrollo tecnológico.
Actualmente aún resulta muy costosa para los países de la región, y es necesario repensar esquemas de subsidios y refinar los marcos legales, que no están acostumbrados a lidiar con proyectos de este tipo respecto a permisos como concesiones, impactos ambientales y distribución para facilitar el desarrollo de la energía marina
¿Qué está haciendo el BID?
El BID cuenta con una estrategia para brindar apoyo a los países de la región en este sentido. Por ejemplo, el BID forma parte de la alianza Compete Caribbean, un programa de desarrollo para el sector privado enfocado en mipymes para crear soluciones prácticas e innovadoras. Esta plataforma se enfoca en los países del Caribe y su objetivo es incrementar la productividad y rentabilidad de emprendimientos para así crear las condiciones propicias para la innovación y competitividad a partir de la economía azul.
Existe un potencial enorme en los recursos genéticos de especies marinas para una gran cantidad de usos, desde algas con propiedades medicinales, cosméticos, hasta tecnología para asegurar la conservación de las áreas protegidas. Algunos países están invirtiendo en la gestión de residuos en embarcaciones navieras, la bioprospección con fines biotecnológicos, por lo que plataformas como Compete Caribbean resultan muy necesarias para canalizar financiamiento a emprendimientos locales.
En el blog titulado “Una visión azul para America Latina“, los autores explican que el BID se encuentra elaborando un conjunto de plataformas, fondos, actividades y proyectos relacionados con la Economía Azul a lo largo de toda la región. Además, el Banco ha apoyado a los países miembros con la introducción del enfoque azul en las estrategias de desarrollo sostenible pendientes, con el objetivo de mejorar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, compromisos que adquieren los países para la reducción de carbono). La Economía Azul permite el cumplimiento de estos objetivos dado que impulsa el desarrollo y conservación de ecosistemas de gran importancia para la captura de carbono.Uno de los retos actuales para la conservación es la gobernanza ya que en algunos casos los instrumentos de planificación como las áreas marinas protegidas, los planes espaciales y los sistemas de manejo de cuencas están fragmentados a lo largo de varias fronteras administrativas. Se recomienda consolidar un marco normativo sólido que fomente las actividades de conservación y manejo de ecosistemas marinos.
Los dos últimos años nos han enseñado que la salud de las personas va íntimamente relacionada con la salud del planeta y los ecosistemas. Es clave seguir impulsando estrategias para aprovechar el capital natural de nuestra región y formular políticas que prioricen la inversión en la conservación de la biodiversidad, permitiendo a las comunidades locales participar de estos procesos políticos.
Otras lecturas:
¿Puede la economía azul apoyar una recuperación sostenible e inclusiva en el Caribe?
Foto: Unsplashed.com
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