El 8 de diciembre de cada año, alrededor de un millón de personas acude al Santuario de Lo Vásquez en Casablanca, ubicado a 70 kilómetros de Santiago de Chile. Ese día, ahí se celebra la fiesta de la Virgen de la Inmaculada Concepción. En la última década, la peregrinación al lugar ha crecido en más de un 60%, siendo hoy en día la fiesta religiosa más grande del país.
Junto a este santuario, los peregrinos pasan una tarde bastante agradable en una bonita área cubierta, que en honor a la Virgen ha sido denominada como Centro Comercial Lo Vásquez. Ahí se pueden comprar los típicos deliciosos productos de la zona de Casablanca, almorzar, descansar y refugiarse del calor, que en esa época del año puede llegar fácilmente a los 30oC.
Sin embargo, hasta antes de 2000 la situación en esta zona era muy diferente. Por más de 20 años, un grupo de 22 comerciantes en su mayoría mujeres, actuaba como vendedores ambulantes frente al Santuario. Conocido como los “Vendedores de Lo Vásquez”, este grupo se caracterizaba por tener un bajo nivel de escolaridad, poca presencia de vínculos y lazos familiares entre ellos, además de baja capacidad asociativa, trabajando en condiciones precarias, en ausencia de condiciones sanitarias adecuadas y expuesto a la intemperie sin ningún tipo de protección.
En 2000, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó una garantía de crédito a la Sociedad Concesionaria Rutas del Pacífico S.A. para la expansión del Proyecto de Interconexión Vial Santiago – Valparaíso – Viña de Mar, incluyendo el mejoramiento de la Ruta 68, licitado por el Ministerio de Obras Públicas (MOP) de Chile. Como resultado de la implementación del proyecto, estaba prevista la afectación de las actividades de estos vendedores informales, hecho por el cual siguiendo las medidas sociales del BID, en particular la Política Operacional de Reasentamiento Involuntario y Lineamientos, la Concesionaria debería compensarlos por la pérdida de sus medios de subsistencia. Considerando que este grupo de personas ejercía comercio en una zona no autorizada y por ello de forma ilegal, se les ofreció diferentes capacitaciones para que pudiesen involucrarse en otras actividades regulares en la Municipalidad de Casablanca. Sin embargo, los vendedores no aceptaron dejar la actividad comercial que en algunos casos habían estado ejerciendo durante toda su vida.
De esta manera, el Banco comprendió que debía encontrar una alternativa para ayudar a regularizar dichas actividades. La opción fue crear áreas de paisajismo para valorizar el Santuario, incluyendo zonas específicas para desarrollar actividades comerciales debidamente protegidas del tráfico vehicular de la Ruta 68, una de las más transitadas del país. No obstante, dichas áreas no pertenecían a la Concesionaria, lo que comprometía la factibilidad de la alternativa.
Es por ello que una vez más, el BID debió realizar gestiones para alcanzar una solución. En 2004, el MOP se comprometió a entregar en comodato a la Municipalidad una franja de terreno y la Concesionaria se obligó a construir el Centro Comercial para los Vendedores de Lo Vasquez, además de apoyarlos en la organización de la Asociación Gremial así como en la preparación del Reglamento del Centro Comercial, según exigían los requisitos legales de la Municipalidad.
La participación en el nuevo Centro Comercial de Lo Vásquez requirió que cada vendedor realizara el pago de las obligaciones pertinentes para la formalización de sus actividades comerciales, incluyendo el pago de patente de funcionamiento, servicios de agua y electricidad, administración del edificio, entre otros. En algunos casos fue necesario que la Concesionaria abonase estos costos junto a la Municipalidad, pero finalmente en 2006 se concretó la creación del “Centro Comercial Lo Vásquez”, el cual funciona hoy día a un costado del Santuario.
En la actualidad, el Centro Comercial posee 22 locales comerciales, que fueron distribuidos por sorteo entre los vendedores, y cuenta con baños y áreas para almacenamiento además de comedores. La mayoría de los comerciantes ha podido prosperar y organizarse internamente para la administración del local, incluyendo el cobro por el uso de los baños como una de las principales fuentes de ingreso para el mantenimiento del edificio.
Casi 10 años después de su inauguración, el lugar demuestra el aporte que el Banco puede tener para contribuir efectivamente a mejorar vidas de manera sostenible en el tiempo, más allá del cumplimiento de sus políticas ambientales y sociales.
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