El capital natural: un as bajo la manga
Cuando pensamos en riqueza, solemos imaginar cuentas bancarias, edificios y carreteras. Pero hay un tipo de capital esencial para nuestra vida y economía que a menudo ignoramos: el capital natural. Desde los bosques que generan el agua para la agricultura hasta los arrecifes de coral que protegen nuestras costas de los huracanes, el capital natural es la infraestructura invisible que hace posible nuestra prosperidad.
En la República Dominicana, la destrucción de este capital avanza rápidamente. El modelo extractivista, basado en la explotación intensiva de los recursos naturales sin garantizar su regeneración, está deteriorando nuestros ecosistemas a un ritmo alarmante. ¿Qué significa esto? Pérdidas económicas, menor productividad, degradación de la competitividad y una amenaza directa al bienestar de la población; más gastos de recuperación y menos dinero en el bolsillo para la inversión social. Es hora de cambiar el rumbo.
La República Dominicana: un paraíso bajo presión
La República Dominicana es un tesoro de biodiversidad. Solo las áreas protegidas generan entre USD$3,000 y USD$6,000 millones al año en valor de servicios ecosistémicos. Consciente del papel estratégico del capital natural para el desarrollo económico, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha apoyado estudios que permiten entender con mayor precisión el estado actual de los ecosistemas en la República Dominicana y su potencial para contribuir al bienestar social y económico.
Uno de los hallazgos más preocupantes es la drástica reducción de los manglares en la desembocadura del Yuna (cuenca donde vive el 20% de la población dominicana y se produce el 60% del arroz, esencial para la seguridad alimentaria), donde la cobertura ha disminuido 92% en una década[1]. Se estima que estos ecosistemas pueden reducir los daños causados por huracanes en hasta USD$6.5 millones y, además, su desaparición puede afectar negativamente la pesca y el turismo, sectores que dependen de la salud de estos ecosistemas.
Por otro lado, la producción de alimentos de forma no sostenible impacta fuertemente el capital natural; por ejemplo, los químicos que se aplican a las plantaciones arroceras contaminan las aguas y provocan la muerte de peces y otros animales acuáticos, porque van a parar a ríos, arroyos y al subsuelo.. Además, el uso excesivo de herbicidas puede alterar la cadena alimentaria del ecosistema, afectando la disponibilidad de hábitats y alimentos para diversas especies.

En la costa, los arrecifes de coral enfrentan una crisis significativa. Apenas entre el 5% y 10% de los corales en Bávaro (principal polo turístico del país) se encuentran saludables, y en puntos críticos de Las Terrenas (península de Samaná), la línea de costa ha retrocedido hasta 3.36 metros por año entre 2003 y 2020. Esto incrementa la vulnerabilidad en las zonas turísticas y encarece la infraestructura de defensa ante tormentas.

La pérdida de hábitats también pone en riesgo a más de 400 especies de flora y fauna. La expansión urbana, la deforestación y las alteraciones del clima son factores determinantes que amenazan servicios esenciales al crecimiento económico: agua limpia, alimentos y protección ante desastres.


Pérdida de manglares en playa Macao, Bávaro vs. Manglares saludables en playa Cosón, Las Terrenas, 2022
Las pérdidas económicas que no vemos
El deterioro del capital natural no es únicamente una preocupación ambiental, sino también un desafío económico. En países de América Latina como Colombia y Perú, se ha estimado que los costos asociados a la degradación del capital natural y la pérdida de servicios ecosistémicos pueden alcanzar hasta el 3% del PIB . En el caso de la República Dominicana se considera que al menos un 15% del PIB depende directamente de la sostenibilidad de los recursos naturales.
Los ecosistemas costeros dominicanos aportan el 1.58% del PIB nacional, principalmente a través de actividades como el turismo y la pesca. Además, se estima que la desaparición de los arrecifes de coral podría resultar en la pérdida de más de USD $96 millones anuales en servicios de protección contra tormentas, representando una amenaza a la competitividad turística del país, un sector vital para la economía nacional.
Si no se toman medidas a tiempo, estas pérdidas no solo continuarán, sino que se acelerarán, agravando aún más los impactos económicos y sociales. Los estudios realizados, ya han identificado este círculo vicioso, donde la pérdida de servicios ecosistémicos conduce a una menor productividad, aumentando la vulnerabilidad de las comunidades y generando mayores costos de recuperación. Los desastres naturales intensifican este ciclo, con eventos extremos exacerbando problemas como la erosión costera y la inseguridad hídrica.

Ciclo de la pérdida de servicios ecosistémicos, productividad y cambio climático. Fuente: Plan de inversión “From Ridge to Reef” para la cuenca del Yuna, 2024.
Estos datos subrayan la urgencia de invertir en la conservación y restauración del capital natural, no solo para preservar la biodiversidad, sino también para asegurar la estabilidad económica y social de República Dominicana.
El BID: un aliado estratégico para el capital natural
Ante este panorama, en el país se está trabajando activamente, con el apoyo del BID, para cambiar la forma en que se valoran y gestionan los recursos naturales. La comprensión de que el capital natural es un componente esencial del crecimiento económico y la resiliencia ha abierto una oportunidad para avanzar juntos – Estado, empresas y organismos multilaterales – en una agenda que promueva la inversión y protección del patrimonio natural. Algunas estrategias clave que se están explorando incluyen:
- Movilizar inversiones privadas en soluciones basadas en la naturaleza, como infraestructura verde (p.e cobertura vegetal para reducir deslizamientos) y restauración de ecosistemas (recuperación de manglares, sistemas agroforestales, etc.).
- Implementar la Estrategia Nacional de Manejo de Cuencas, con enfoque integral – desde la montaña hasta el arrecife – “From Ridge to Reef”.
- Movilizar financiamiento privado e innovador, como la implementación de mecanismos para la conservación y restauración de ecosistemas o los mercados de créditos de biodiversidad.

Problemas que aborda el concepto “From Ridge to Reef” al ser aplicado en el manejo de cuencas. Fuente: Plan de inversión “From Ridge to Reef” para la cuenca del Yuna, 2024.
La resiliencia climática y el desarrollo sostenible dependen de nuestra capacidad para reconocer y valorar el capital natural como un activo estratégico. La protección de nuestros ecosistemas es una responsabilidad ambiental, pero sobre todo una inversión clave en la estabilidad económica y social. Integrar el capital natural en la planificación y toma de decisiones garantizará un futuro donde el crecimiento económico y la conservación ambiental vayan de la mano. Ahora es el momento de actuar; la buena noticia es que aún estamos a tiempo.
Conoce más acerca de cómo el BID está apostando a las soluciones basadas en la naturaleza en República Dominicada en pos de reducir la pobreza aquí.
[1] De acuerdo con los estudios realizados para el BID sobre Análisis Diagnóstico sobre Potencial de Aplicación de la Ley de PSA en la Cuenca del Yuna. Victor Gómez Valenzuela, 2023.
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