El último reporte para América Latina del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), divulgado esta semana, es una immersión en las difíciles corrientes del combate contra el crimen y la violencia, con 10 recomendaciones para mejorar la seguridad en la región.
Aquí destacamos siete puntos salientes del Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014, Seguridad Ciudadana con Rostro Humano: Diagnóstico y Propuestas para América Latina:
- En general, los números siguen siendo malos, y cuidado con los robos. En 11 de los 18 países, la tasa de homicidios superaba el nivel de 10 por cada 100.000 habitantes, considerado el equivalente a una epidemia. Si bien los homicidios suelen reflejar los niveles generalizados de violencia en una sociedad (más violencia, más homicidios), los robos son la manifestación más directa de la delincuencia que muchos latinoamericanos deben enfrentar día a día. Uno de cada cinco reporta haber sufrido algún robo en el último año. Y tres de cada cinco robos son cometidos con violencia.
- La delincuencia es un pesado lastre económico. Aparte de la angustia que genera a sus numerosas víctimas y el impacto en la calidad de vida de todos, el estudio incluye cifras sobre el costo de la violencia (en un trabajo conjunto con el BID), tomando como muestra a cinco países de la región. Uruguay, Chile y Costa Rica tienen costos medidos como porcentaje del PIB de entre 2,5 y 3,5 por ciento. Paraguay y Honduras están por encima del 8 y el 10 por ciento, respectivamente.
- Hay mucho que hacer en el frente institucional. La confianza en las instancias del Estado que deben hacer frente al problema es baja, en especial para actores clave como la policía y el poder judicial. Exceptuando a Nicaragua y Panamá, más de la mitad de la población dice desconfiar que la justicia actuará de manera fiable.
- Ojo con las cárceles. Siguiendo con el tema de las instituciones, el trabajo aporta valiosos y novedosos datos sobre la penosa realidad de las prisiones en América Latina, un sector que ha permanecido en la penumbra de la conciencia de las autoridades y de la ciudadanía en general. Curiosamente, los encarcelados no parecen integrar los llamados ninis, los que ni trabajan ni estudian. Una encuesta de la población tras las rejas nos enseña que muchos comenzaron a trabajar desde muy jóvenes, y la mayoría tenía un empleo antes de su detención. Al parecer, la delincuencia o el trabajo, o la combinación de ambos, no proporcionaba los medios para una vida plena. Hay muchos que roban con frecuencia y se llevan poco, exacerbando el sentido de inseguridad en la sociedad. “La cárcel”, dice el texto, “debe considerarse como un último recurso, y en ningún caso debe concebirse como un eje central de una política de seguridad ciudadana”.
- Ojo con las percepciones. Reiterando lo sabido: lo que percibe la gente no siempre está alineado con la realidad delincuencial. Los hondureños, a pesar de sufrir las tasas de homicidios más altas del mundo, dicen sentirse más seguros en sus barrios que los chilenos, cuya tasa de homicidios es más baja que la de Estados Unidos.
- Drogas como la cocaína y la marihuana se llevan los titulares, pero cuidado con el alcohol. En todos los países participantes de la encuesta carcelaria, el alcohol fue la droga que se consumió con más frecuencia antes de cometer un delito.
- Hay programas que funcionan… pero ojo con las ciudades. No todo es negro en el reporte. Hay casos de éxito que merecen ser replicados, desde la policía comunitaria en Nicaragua hasta el Plan Cuadrante en Colombia, aunque el texto advierte que los programas exitosos suelen encontrarse en los municipios y ciudades grandes, con recursos propios o con el apoyo del gobierno central, y con profesionales capacitados para llevar a cabo los programas. Es por ello que en el BID estamos tratando de enfocar el análisis y el conocimiento sobre la delincuencia en lo que ocurre en los barrios y las ciudades. Y con razón, el informe de PNUD revela que, con pocas excepciones, los homicidios aumentaron en las ciudades que tuvieron un crecimiento demográfico superior al 2 por ciento. Caracterizar este tipo de violencia permitirá hacer políticas públicas a la medida de las realidades y por lo tanto más cerca de las soluciones
El informe es una radiografía del problema delictivo de América Latina, con sus matices y complejidades. Cabe tomar nota que la región no se puede pintar de un solo broche y que hay países con resultados alentadores. Como señala Heraldo Muñoz, el encargado de los programas de América Latina para la PNUD: “No hay una fórmula mágica y única para resolver el problema, pero la inseguridad sí tiene remedio”.
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