El calce de un año, un tema, no siempre resulta perfecto. Hasta puede estar forzado. Pero el ejercicio es útil porque no hay una solución simple y directa al problema del crimen y la violencia en América Latina y Caribe. Muchas partes y piezas deben funcionar de manera sincronizadas, o la violencia se nos escapa de las manos. Necesitamos sistemas judiciales que sean eficientes y justos. Necesitamos cárceles con capacidad de rehabilitar para evitar la reincidencia. Necesitamos policías efectivas.
Hemos hecho un modesto esfuerzo de aterrizar este blog y nuestra agenda de operaciones y conocimiento, en temas específicos. En 2016, miramos los retos de las dificultades de reformar las policías. El año que despedimos pusimos énfasis en la importancia de datos. Arrancamos con la publicación Los costos del crimen y de la violencia: Nueva evidencia y hallazgos en América Latina y el Caribe. Seguimos con Devolviendo el Paraíso al Caribe: Combatiendo Violencia con Números. Y terminamos con un proyecto de Big Data en Colombia. Empezamos desde lo macro para aterrizar en lo lo micro, dado que el crimen y la violencia suelen enfocarse en lugares muy específicos, principalmente en nuestras ciudades.
Datos Crimen
Algunas reflexiones sobre el tema de datos. Antes de hablar de Big Data, antes de ir al “Big” es necesario poner en perspectiva las realidades que he visto en muchos países. A veces toca volver a lo básico. En temas de datos sobre criminalidad en América Latina y el Caribe, la situación todavía es muy desafiante.
Muchos países carcen de registros adecuados sobre su población penitenciaria. Hay expedientes judiciales guardados en bodegas.
En algunos casos estamos haciendo políticas públicas a ciegas. La mitad (un 47%) de los crímenes no fueron reportados a la policía, en el Caribe, según nuestro estudio sobre víctimización del crimen en esa zona. (El promedio internacional es 49% y en nuestra región es 35%).
Sabemos que es más probable que las mujeres y los jóvenes no reporten los crímenes. Lo que significa que estaríamos dejando por fuera a grupos que de por sí ya son muy vulnerables al crimen y la violencia.
Entender la situación de la violencia en mayor detalle es clave, porque tenemos que encarar los temas de seguridad como temas de seguridad, y no seguir esperando que nuestras políticas sociales terminen reduciendo la violencia como un efecto secundario. La evidencia nos dice que políticas sociales y económicas por sí solas no son suficientes para reducir la violencia. En la región hemos visto importantes reducciones de pobreza, mientras que la violencia se mantiene alta o en algunos casos ha empeorado.
Es por esto que los datos son indispensables para mejorar la seguridad ciudadana. Nos permiten identificar los grupos y lugares que más requieren de intervenciones para reducir la violencia, y nos permiten medir los resultados de nuestras políticas y programas que buscan reducir la criminalidad. Un ejemplo interesante de esto es Uruguay, con su programa de alta dedicación operativa (PADO) de sus policías. Los invito a conocer más de ese programa y sus resultados alentadores. También estamos cerca de publicar con The Wilson Center un estudio sobre la relación entre violencia de género y la población femenina en nuestras cárceles. Ecuador ha tenido importantes logros al incorporar el análisis de datos fiables en sus políticas de prevención.
Los datos también nos pueden indicar cuánto le cuesta el crimen y violencia a las sociedades lationamericanas y qué tan eficientes estamos siendo en nuestros gastos en seguridad. Encontramos que el crimen le cuesta la región un 3,55 por ciento del PIB anual, lo que equivale a los ingresos anuales del 30 por ciento más pobre. (Esto incluye tanto el gasto de los gobiernos en instituciones de seguridad, como el costo indirecto por los ingresos perdidas de personas asesinadas o en la cárcel, y el costo a empresas.)
También sabemos que aunque el gasto en seguridad como porcentaje del gasto público es el doble para región comparado con países desarrollados, los países Latinoamericanos siguen teniendo índices de violencia muchísimo más altos, hasta a veces el doble (en términos de tasas de homicidio). Esto sugiere que el gasto en seguridad y justicia podría ser mucho más eficiente.
Pero la falta de datos de calidad no es sólo una causa de políticas deficientes, también es un síntoma de problemáticas más profundas. Hay que preguntarse ¿quién genera la mayoría de las estadísticas criminales? Nuestras policías. Y hoy por hoy, tenemos policías a menudo rezagadas, poco dignificadas, mal pagadas y mal preparadas. Para generar datos de confianza, necesitamos fortalecer las instituciones de seguridad.
En Honduras, cuando hace unos cinco años el país enfrentaba la tasa de homicidios más alta de la región y prácticamente del mundo, le apostamos a reformar las instituciones policiales desde adentro (mejorando la capacitación, el reclutamiento y los mecanismos de control), y no solamente a decorarlas con nuevos equipos y tecnologías. Hoy vemos mejoras importantes, no solo en una constante reducción de la tasa de homicidios sino también en la calidad de las policías y en la confianza que les tienen sus ciudadanos.
El Big Data es la cereza encima del pastel. Si no hay pastel – es decir instituciones sólidas y datos administrativos de calidad – la cereza en sí, no nos vale de mucho. En casos donde sí lo hay, hemos podido movernos hacia la próxima frontera del análisis de Big Data. Lo que buscamos hacer, y ya están haciendo otros países, es analizar no sólo estadísticas sobre el delito en sí, sino sobre el contexto alrededor de un delito. Para así entender no sólo donde ocurre el delito, sino, aún más importante por qué ocurre.
En Colombia, en 6 ciudades, vamos a analizar distintos aspectos del entorno urbano, de las características de las poblaciones y de las conexiones entre personas para entender no sólo donde ocurren los delitos sino más bien por qué ocurren donde ocurren.
Preguntar dónde nos lleva a un mejor control, pero preguntar por qué nos ayuda a mejorar la prevención. Cuando además de donde preguntamos por qué ocurre el crimen, podemos empezar a modificar factores que facilitan o previenen la criminalidad. El balance entre el control y la prevención es clave para reducir la violencia de una forma sostenible.
¿Cuál va a ser un tema clave para el 2018? Si bien tenemos que seguir dándole con todos los cilíndros para ganarle a la delincuencia, les anticipo que tendremos muchas iniciativas interesantes en el tema de los sistemas penitenciaros y la rehabilitación. Les agradacemos que nos hayan acompañado a lo largo del año y los deseamos muy felices fiestas.
Flickr CC alobos Life
Luis Fernando Peña Dice
Muy importante lo penitenciario y rehabilitación xq de lo contrario se vuelven escuelas del crimen. Además con un alto costo de mantenimiento para la sociedad.
Éxitos
Victoria Chicon Dice
Bueno,ya voy a cumplir mis 3/4 de siglo y creo q he visto bastante. En mi niñez había policía en las esquinas y nos enseñaban que podíamos confiar en ellos porque además todo el barrio los conocía y había jóvenes que aspiraban a ser policías. Que pasó?. Ahora la corrupción que se ha enquistado en lo alto aplasta todos los valores y explota en los mas bajos niveles. El policía ya no es mas el custodio del barrio.Las instituciones como bien lo dicen ustedes ,necesitan un gran trabajo de limpieza y revalorización.
Rodolfo Dice
Cuando la guerra fría, un comunista lo buscaban donde sea,en cambio ahora un capo de las drogas es casi imposible encontrarlo y enjuiciarlo.