Hace varias décadas, un estudiante preguntó a la antropóloga Margaret Mead cuál consideraba el primer signo de civilización de la humanidad. Probablemente, los estudiantes esperaban una respuesta en forma de un hallazgo de herramientas en hierro -que permitiera cazar- o útiles agrícolas -que permitiera dar el paso a la vida sedentaria-. Sin embargo, la respuesta de Mead fue sorprendente: el punto de inflexión era una fractura de fémur sanada. En el momento en que un miembro de la comunidad se quebró una pierna, y los suyos tomaron el tiempo y recursos en cuidarle para su recuperación, en lugar de dejarle a su suerte, la humanidad como un todo, dio un salto cualitativo en su evolución.
En efecto, la noción de cuidado es un concepto hermoso. Traslada, de manera instintiva, un sentido de solidaridad y altruismo. Cuidamos lo que más preciamos, y cuidamos sobre todo a los que más queremos, cuando ellos no pueden valerse por sí mismos, como es el caso de nuestros hijos o nuestros mayores. En América Latina y el Caribe, particularmente, donde la familia ocupa un rol central de nuestra identidad colectiva, el cuidado de las personas a cargo, es una muestra tangible de un tejido social vivo, donde las redes primarias de protección siguen siendo fundamentales en nuestras sociedades.
Sin embargo, el cuidado en general, y el de larga duración en particular, representa también un desafío para nuestros países. El rápido envejecimiento de la población, unido al aumento de enfermedades crónicas, va a incrementar el número de adultos mayores con dependencia funcional. Para 2050, se espera que un 25% de la población de la región tenga más de 60 años, y la población dependiente de cuidados se triplique, pasando de los 8 millones actuales, a unos 27 millones.
En el caso de Costa Rica, los avances sociales y sanitarios, se traducen, felizmente, en uno de los países con mayor esperanza de vida, 80.9 años. Más del 13% de las personas mayores en Costa Rica son dependientes. La pregunta inmediata es quién, y cómo, cuidan a estas personas, y, sobre todo, qué impacto tiene en aspectos tan dispares como la equidad de género, la sostenibilidad fiscal, o la conciliación laboral y familiar.
Hoy, en el día de las personas mayores, 1 de octubre, es un buen momento para reflexionar sobre estos temas. En toda América Latina y Caribe, este incremento de la demanda de cuidado choca con una oferta limitada, informal y desconectada de enfoques más amplios de conciliación.
Tradicionalmente, la familia ha sido la fuente de servicios de cuidado. Los cambios sociales de las últimas décadas, con menor tamaño de los hogares -una evolución de familias extensas a nucleares- y la mayor inserción de la mujer en el mercado laboral, ha reducido el rol de éstas para proveer funciones de cuidado. Los servicios públicos de cuidado de larga duración son prácticamente inexistentes en la mayoría de los países de la región, y su mercado está poco desarrollado y sólo accesible a las personas de altos poder adquisitivo. En la actualidad, en América Latina y Caribe se estima un déficit de profesionales en el sector del cuidado de largo plazo de aproximadamente 5 millones, el cual podría aumentar a más de 14 millones en 2050 si se mantienen las tendencias actuales.
El impacto de esta problemática en la brecha de género es evidente. La responsabilidad del cuidado recae de manera desmedida en las mujeres, independientemente de su nivel de ingreso y de educación. En la región, el 84% del trabajo remunerado de cuidado de larga duración lo desarrollan mujeres y las Encuestas de Empleo de Tiempo reflejan que las mujeres son las que destinan entre 2 y 5 veces más tiempo al cuidado que los hombres, con independencia de su nivel educativo y de ingresos. Las labores de cuidado afectan a la empleabilidad de las mujeres, reduciendo su probabilidad de trabajar y el número de horas que trabajan.
El cuidado se ha convertido, así, en una de las últimas fronteras de la paridad de género. El caso de Costa Rica es ilustrativo: si bien hay más mujeres universitarias graduadas que hombres, estas abandonan desproporcionadamente el mercado laboral posteriormente para hacerse cargo de las responsabilidades de cuidado.
Adicionalmente, el trabajo en el sector del cuidado se caracteriza por la precariedad, los bajos salarios y una elevada informalidad. El 65% del trabajo doméstico, en gran parte asociado al cuidado, es informal y los salarios de las personas cuidadoras son, por lo general, inferiores a lo que podrían obtener en otras actividades. La formalización y la mejora de las condiciones laborales de las actividades relacionadas con el cuidado presenta una oportunidad de desarrollo económico y de empleo en el corto y largo plazo. Se estima que el valor del cuidado no pagado (valorado al salario mínimo) representa 9% del PIB mundial, un 15% en países de la OCDE, y más del 20% del PIB en los países de América Latina y Caribe. La expansión y formalización de los servicios de cuidado también sería una fuente generadora de empleo.
En este sentido, el objetivo debe ser diseñar políticas públicas de cuidado que mejoren la calidad de vida de las personas que requieren de cuidados de larga duración y las condiciones de las personas cuidadoras. Estas políticas deben incidir en aspectos varios tales como:
- profesionalizar los oficios asociados al cuidado;
- extender las redes de cuidado, tales como centros diurnos, servicios a domicilio residencias de largo plazo, facilitando el servicio o subsidiándolo,
- (iii) visibilizar la contribución de las labores del cuidado a la producción nacional y promover la corresponsabilidad del cuidado mediante arreglos de trabajo flexibles para cubrir las necesidades de cuidado,
- (iv) fomentar la implementación de nuevas modalidades laborales en la región de tipo híbridas, con mayor uso del teletrabajo, que permita una mejor conciliación laboral, y
- (v) conceder licencias remuneradas para el cuidado de los trabajadores y apoyar a los cuidadores no remunerados en el hogar, similar a los modelos de algunos países europeos.
El BID ha venido trabajando activamente con los países de la región en la última década en esta temática. En 2016 el Banco suscribió el primer contrato de préstamo y asistencia técnica para el Programa de Apoyo al Sistema Nacional Integrado de Cuidados en Uruguay. En Costa Rica, el Banco ha acompañado la trayectoria del país para contar con un sistema de cuidados. Colaboramos tempranamente en la formulación de la Política Nacional de Cuidados 2021-2031 y en la elaboración de su primer plan de acción. Hemos brindado apoyo en la implementación del “Sistema nacional de cuidados y apoyos para personas adultas y personas adultas mayores en situación de dependencia (SINCA)”, y hemos acompañando en el proceso de elaboración de la “Política Nacional de Envejecimiento y Vejez 2023-2033”, próxima a su publicación.
El pasado mes de septiembre, tuvimos la oportunidad de acoger en San José, Costa Rica, la novena reunión de la Red de Políticas de Cuidado de Larga Duración en América latina y el Caribe RedCUIDAR+, con participación de representantes de gobiernos de toda la región. El consenso de este encuentro fue unánime en la necesidad de fortalecer los sistemas de atención a la dependencia, la importancia de la inversión pública en esta área, la formación de las personas cuidadoras, y el desarrollo de servicios para favorecer la permanencia de las personas mayores en su hogar.
La respuesta en forma de políticas públicas en esta temática presenta desafíos significativos, pues demanda soluciones integradas que rompen la lógica tradicional por sectores o ministerios. Más aun, esta temática exige de una visión de largo plazo, con reformas de calado frente a una transformación demográfica que se da de manera lenta pero profunda. El BID es un socio comprometido en este esfuerzo, para poder hacer de este mandato ético -el cuidar de aquellos que no pueden valerse por sí mismos- una oportunidad también de desarrollo e inclusión para todos.
Puedes aprender más sobre la importancia de los cuidados de largo plazo y el trabajo que el BID viene desarrollando en esta área entrando a nuestra página web del Panorama de Envejecimiento y Atención a la Dependencia.
Ivete dice
Desde que comencé a leer este blog me pareció muy interesante ya que habla sobre los avances que ha desarrollado al tener buenos hábitos de salud
carlos perez dice
Los adultos mayores deben ser cuidados en sus hogares y llegar al final con sus familiares.