América Latina y el Caribe ha dado un gran salto hacia el uso de las tecnologías digitales para ampliar la inclusión financiera. En ese sentido, existen motivos de optimismo: varias iniciativas en la región han ampliado la oferta de innovadores productos financieros digitales. En teoría, estos productos deberían impulsar el crecimiento inclusivo al permitir a millones de microempresas, pequeñas empresas y hogares integrarse en los mercados financieros modernos. Pero también existen motivos de escepticismo. Las empresas y los individuos pueden desconfiar del sector financiero o carecer de competencias o conocimientos digitales, lo que puede limitar la adopción de tecnologías financieras digitales en mayor número.
Resulta crucial resolver estos desafíos a fin de garantizar la eficacia del desarrollo de las innovaciones tanto públicas como privadas. Sin inclusión financiera, los gobiernos estarán condenados a gastar millones tan sólo en la entrega de transferencias correspondientes a programas sociales utilizando costosos métodos presenciales. Dichos recursos podrían ser asignados a ampliar la cobertura de dichos programas. Es probable que la política monetaria sea menos eficaz si sólo puede influir en quienes están integrados en el sistema financiero, y es improbable que las microempresas y las pequeñas empresas aumenten su producción si no pueden permitirse implementar nuevas innovaciones.
Cuatro estudios producidos por Latin American Research Network a través de FINLAC —una nueva iniciativa del BID, IDB Lab y IDB Invest para promover la inclusión financiera— revelan evidencia contundente sobre las aspiraciones y los desafíos de hacer uso de las tecnologías digitales para aumentar la inclusión financiera.
La infraestructura de banda ancha puede estimular la inclusión financiera y el crecimiento económico
Un estudio en Perú demuestra cómo el despliegue de Internet de banda ancha afectó de manera positiva a las empresas a través de una mayor inclusión financiera. Las empresas registraron aumentos tanto en su nivel total de endeudamiento con los bancos como en el número de bancos a los que solicitaron los préstamos. Las microempresas y las pequeñas empresas, así como las empresas con menos experiencia con los bancos formales (es decir, las que tienen un corto historial crediticio) fueron las más beneficiadas. El aumento del crédito coincidió con el incremento de las ventas y el ingreso de nuevas empresas a lugares que acababan de ser dotados con redes de banda ancha. La expansión de la banda ancha también generó aumentos de productividad entre las empresas, que alcanzaron un mayor ratio de producción por trabajador.
El desafío de aumentar el uso de los pagos digitales a escala
La evidencia de Perú demuestra la importancia que tiene la inclusión financiera para las microempresas y las pequeñas empresas. Sin embargo, aún no está clara la relación entre la inclusión financiera y el bienestar financiero de los hogares. En parte, esto se debe a la reticencia por parte de los habitantes de la región a abrir y utilizar activamente cuentas bancarias. Uno de cada cuatro adultos en América Latina y el Caribe aún no tiene una cuenta bancaria. La evidencia obtenida en Uruguay y Argentina demuestra que los esfuerzos de los gobiernos por promover el uso de productos financieros digitales, a gran escala, no consiguieron los efectos transformadores que esperaban los entusiastas de las finanzas digitales.
Un estudio en Uruguay analiza el efecto de un mandato que exige a los empleadores privados pagar los salarios directamente en las cuentas bancarias de sus empleados, como parte de la ley nacional de inclusión financiera. El mandato aumentó la proporción de trabajadores formales del sector privado que recibieron su salario en cuentas bancarias, pasando del 65% durante el primer trimestre de 2017 a aproximadamente el 80% en el primer trimestre de 2018. Esto estimuló el uso de las tarjetas de débito por parte de estos trabajadores en comparación con los trabajadores formales del sector público, que recibían sus salarios directamente en sus cuentas incluso antes del mandato. Pero los autores no encontraron ningún impacto en el ahorro, el gasto y el acceso al crédito a corto plazo.
En Argentina, el gobierno redujo el costo del uso de los pagos digitales, ofreciendo descuentos del 15% por cada transacción realizada con tarjetas de débito. Sorprendentemente, muchos hogares de bajos ingresos, que recibieron transferencias del gobierno en sus cuentas bancarias, optaron por utilizar su tarjeta de débito para retirar las transferencias en un cajero automático en lugar de utilizarlas directamente para pagar las transacciones y beneficiarse de las rebajas. Un estudio analizó los efectos de una intervención a gran escala que proporcionaba información a los beneficiarios de un programa de transferencias monetarias acerca de los descuentos para los pagos digitales. Facilitar esta información provocó un pequeño aumento en el uso de los pagos digitales. Pero los autores no encontraron evidencia de un aumento en los registros de préstamos en la agencia de crédito, un indicador de la formalización del mercado crediticio. A pesar de los descuentos, muchas personas simplemente afirmaron preferir el dinero en efectivo.
Estos resultados ponen de relieve una realidad difícil: a menos que haya un cambio en las percepciones y preferencias de las personas en relación con las herramientas financieras digitales, es posible que las futuras intervenciones se queden cortas tanto en su intento de aumentar la adopción de herramientas digitales como en los efectos previstos en materia de crecimiento inclusivo.
Modificar el statu quo puede requerir políticas audaces o cambios drásticos en la economía. En un caso extremo, ¿qué ocurriría si el sistema financiero se quedara repentinamente sin dinero físico? ¿Se hundiría la economía? ¿O se compensaría el impacto potencialmente negativo con una transición a los pagos digitales? Un reciente estudio en Brasil sugiere que una interrupción en la disponibilidad de efectivo físico puede provocar cambios masivos en la forma de realizar transacciones. Los autores estudian una racha de robos a bancos en Brasil, que agotó las existencias de efectivo en las sucursales físicas. Estos robos aumentaron el número de usuarios y transacciones digitales en la plataforma gratuita de pagos digitales (PiX), respaldada por el gobierno brasileño. No sólo aumentaron las transacciones digitales en las zonas de los robos. También hubo un incremento en las transacciones a larga distancia (intermunicipales), al igual que en las transacciones entre clientes de bancos que no fueron víctimas de los robos. Estos efectos positivos, tras una brusca interrupción de los servicios de efectivo, sugieren que podría darse fin al reinado del efectivo. No obstante, para que esto ocurra, los usuarios necesitarán, por un lado, acceder a plataformas de pago digitales de bajo costo, como PiX, y por el otro, quizá un empujoncito que los anime a utilizar este tipo de herramientas. Estos cuatro estudios enseñan lecciones importantes. Indican que existe un potencial, sin explotar, para que las herramientas digitales faciliten el acceso al crédito de microempresas, pequeñas y medianas empresas, y estimulen el crecimiento económico; sugieren que, con la ayuda de plataformas de pagos instantáneos bien diseñadas, el abandono del dinero en efectivo puede reconfigurar las transacciones en la economía; y señalan la importancia crucial de cambiar la percepción que tienen los usuarios de los pagos digitales. En el estudio de Uruguay también se hace una advertencia a los entusiastas de los pagos digitales: sustituir el efectivo por pagos digitales puede resultar más práctico, pero no cambia la naturaleza de la situación financiera de los hogares.
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