La exposición a extremos climáticos durante la niñez y la vida adulta tiene efectos cada vez más conocidos. Ya que esos extremos se están volviendo más frecuentes, los investigadores y las autoridades que diseñan políticas trabajan en formas de amortiguar sus efectos.
Pero, ¿qué sucede con los efectos de los extremos climáticos sobre la gestación humana y la infancia? Aunque el útero brinda un grado de protección del mundo exterior, es probable que si la salud de la madre padece tensiones importantes esto se vea reflejado en la salud del recién nacido y durante su infancia. Por eso, esta situación debe ser tenida en cuenta como parte de una respuesta más amplia al cambio climático en los países miembros del BID y en el resto del mundo.
Los economistas Paula C. Pereda y Denisard Alves de la Universidade de São Paulo, y Tatiane A. de Menezes de la Universidade Federal de Pernambuco han dado un paso adelante para esta evaluación, como parte del proyecto de la Red de Centros de Investigación de América Latina y el Caribe del BID “Los impactos del cambio climático sobre la salud en América Latina y el Caribe”. Los autores analizaron resultados de una Encuesta Nacional de Hogares, datos de peso al nacer del Sistema de Salud Primaria y estadísticas de mortalidad infantil del Ministerio de Salud de Brasil entre 2000 y 2011, en relación a datos del clima recabados por el Instituto Nacional de Meteorología de Brasil. Ya que Brasil es un país extenso y muy poblado con grandes variaciones tanto en condiciones climáticas como socioeconómicas, los resultados de la investigación allí probablemente se puedan aplicar en la región y en otros lugares, y en países con distintos niveles de desarrollo.
El análisis llegó a varias conclusiones destacadas. En primer lugar, la mayor mortalidad neonatal —por ejemplo, fallecimiento dentro de los primeros 27 días del nacimiento— está asociada con una excesiva caída de lluvias en todo el país durante todo el año, y en el mayormente empobrecido noreste durante el verano. La mortalidad neonatal en el noreste en los meses de verano también parece aumentar debido a temperaturas por encima del promedio durante esa estación, mientras las elevadas temperaturas estivales aumentan la mortalidad neonatal durante el otoño en la región centro-oeste.
El clima parece tener un impacto menos definitivo pero no menos importante en el bajo peso al nacer. En los hogares rurales —que son más propensos a ser pobres y padecer una situación de vivienda inadecuada— la exposición a temperaturas por debajo del promedio durante el tercer trimestre del embarazo lleva a un bajo peso al nacer, al igual que la exposición a la humedad extremadamente alta y baja. Las altas temperaturas durante el segundo trimestre del embarazo también están asociadas a un bajo peso de nacimiento entre los hogares rurales.
Se prevé que los nacimientos en Brasil se vean más afectados por el cambio climático en las próximas décadas. Los autores calculan los impactos potenciales usando escenarios de niveles bajos, medios y altos de efectos sobre los humanos formulados por el Met Office-Hadley Centre del Reino Unido, uno de los institutos de meteorología y ciencia climática más destacados del mundo. En cuanto a mortalidad infantil, el escenario intermedio predice 305 muertes más de las que se producirían de otro modo en todo el país cada año entre 2041 y 2070. Esta cifra puede parecer pequeña, en particular en un país del tamaño de Brasil, pero se deben considerar otros dos factores. Primero, el aumento se concentra en las regiones del noreste y el sudeste, que ya corren con desventaja. Segundo, el trauma de perder un hijo puede extenderse durante el resto de la vida de los padres y hermanos, con serias consecuencias para el bienestar emocional y físico.
También se prevé que aumente el bajo peso al nacer, que ha sido ampliamente asociado con un menor desarrollo cognitivo y de salud durante el curso de una vida. El escenario intermedio prevé otros 3.171 nacimientos de menos de 2,5 kilos al año entre 2041 y 2070, separados por mes y comparados con escenarios bajos en el cuadro más abajo. Este total luego es dividido en 1.922 casos urbanos de bajo peso de nacimiento y 1.249 casos rurales, siendo la última cifra desproporcionadamente alta en relación a la participación rural en la población total. Nuevamente, los pobres y vulnerables se ve más afectados.
Ya que ningún país puede combatir el cambio climático en solitario, los gobiernos y ciudadanos deben encontrar formas de adaptar e incrementar su capacidad de recuperación ante los extremos climáticos. La noticia relativamente buena para Brasil es que, para los nacimientos, la adaptación consiste principalmente en aumentar el acceso a servicios y tecnologías existentes. Incrementar los niveles educativos de las madres tiene un particular potencial para reducir la mortalidad neonatal; las mayores tasas se registran entre madres que no completan la escuela primaria. La mortalidad neonatal también puede ser reducida al brindar sistemas de cloacas adecuados y al aumentar la cantidad per cápita de enfermeras, quienes tienen un importante rol en la educación de familias pobres en temas de higiene y cuidados primarios. La incidencia del bajo peso al nacer se puede reducir con una combinación similar de medidas. En zonas rurales también es importante contar con sistemas de cloacas adecuados, y tanto en zonas rurales como urbanas la presencia de un hospital en la municipalidad de un hogar hace que sea más probable que las madres obtengan el cuidado prenatal que puede impedir un bajo peso de nacimiento y otros problemas.
Leave a Reply