En los últimos cinco años, la protección social se ha ampliado enormemente en todo el mundo. En 2020, una de cada seis personas en el mundo recibió transferencias del gobierno. Esta ampliación de la cobertura, especialmente en los países de ingresos medios y altos, ha generado un nuevo grupo de beneficiarios: los hogares vulnerables no pobres.
Ampliar la cobertura de los programas de protección social puede mejorar millones de vidas. Pero una preocupación importante es el costo fiscal de ampliar la cobertura de la red de seguridad más allá de los hogares estructuralmente pobres. Una cuestión política central es, por tanto, si los países deben o no avanzar hacia una cobertura universal o amplia de los programas sociales.
Un reciente estudio del BID arroja luz sobre esta cuestión al proporcionar una evaluación matizada del impacto de las transferencias monetarias mensuales a los hogares de ingresos medios en Colombia. En general, el programa consiguió aumentar los ingresos de los hogares, pero solo tuvo efectos positivos menores en las medidas estándar de bienestar económico, como el gasto y el ahorro. Sin embargo, el apoyo del programa fue crucial cuando los hogares beneficiarios sufrieron graves episodios de estrés económico, como la muerte de un familiar.
Las conclusiones del estudio señalan dos opciones de políticas importantes para ayudar a los hogares no pobres. En primer lugar, el desarrollo de mercados de seguros que funcionen debidamente puede brindar protección ante una amplia gama de shocks a las familias de ingresos medios. En segundo lugar, a fin de reducir el costo fiscal, los programas de protección social podrían utilizar innovadoras herramientas de focalización de los hogares vulnerables no pobres. Las herramientas de focalización que permiten a los gobiernos identificar y entregar rápidamente transferencias a los hogares afectados por los shocks, podrían evitar a un costo fiscal razonable que estos caigan en la pobreza.
Un programa de transferencia monetaria en Colombia
El estudio analiza el caso de Ingreso Solidario, un programa de transferencias no condicionadas en Colombia. A partir de abril de 2020, el programa entregó transferencias mensuales de aproximadamente USD$40 a hogares elegibles. Ingreso Solidario se dirigió a dos tipos de hogares: los que vivían en la pobreza y no estaban cubiertos por programas sociales preexistentes, y los que, a pesar de no vivir en la pobreza, se consideraban vulnerables a ella sobre la base de una evaluación de determinación de medios de acuerdo con sus condiciones de vida.
El estudio se centra en este último grupo de hogares, y concretamente en los que se encuentran en torno al umbral superior de elegibilidad del programa, que equivalía aproximadamente a tres veces el umbral de pobreza extrema. El estudio hace una comparación entre la situación económica de estos hogares no pobres, cuya evaluación de determinación de medios los situó justo por debajo del umbral de elegibilidad (grupo de tratamiento), lo que los hizo elegibles para el programa, y la situación de aquellos hogares cuya evaluación de determinación de medios los situó justo por encima del umbral de elegibilidad (grupo de control), lo que los hizo no elegibles para el programa.
En un periodo de 18 meses, el ingreso per cápita aumentó un 25% con respecto a los hogares del grupo de control. Según este aumento de ingresos, no existe evidencia de que los hogares beneficiarios disminuyeran su participación en la fuerza laboral, una preocupación habitual entre los críticos de este tipo de programas. Y a pesar del aumento de los ingresos, no hubo efectos sobre los gastos en alimentos y otras medidas de seguridad alimentaria, pero sí un aumento relativamente pequeño de los gastos (sobre todo no alimentarios), el pago de facturas vencidas y el ahorro formal. Los hogares beneficiarios presentaron un punto porcentual menos probabilidades de tener facturas de servicios públicos vencidas en la base de datos del Bureau crediticio colombiano. Asimismo, se produjo un aumento relativamente pequeño en el ahorro formal, representado por la titularidad de depósitos a plazo fijo.
Los hogares beneficiarios también invirtieron parte de las transferencias en educación, y los niños de los hogares beneficiarios aumentaron el tiempo dedicado a las tareas escolares. No obstante, estos efectos sobre el gasto en educación y el uso del tiempo desaparecieron tras 18 meses de la puesta en marcha del programa, y no parecen haber mejorado los resultados educativos. El estudio no encontró repercusiones del programa en los resultados de salud.
Comparación de los efectos de las transferencias monetarias en las familias pobres y en las no pobres
Los efectos del programa sobre las medidas estándar de bienestar económico son positivos, pero sustancialmente menores que aquellos documentados por otros estudios de programas de transferencias monetarias dirigidos a hogares pobres en América Latina y el Caribe, los cuales encuentran, a menudo, importantes efectos positivos sobre los gastos y otras dimensiones del bienestar. En el caso de los gastos en alimentos y seguridad alimentaria, los resultados también son cualitativamente diferentes de aquellos de los estudios que se centran en las repercusiones de las transferencias monetarias a los hogares que viven en la pobreza, que suelen encontrar efectos importantes en estas medidas.
En el estudio del BID, en cambio, los efectos se concentran en la dimensión no alimentaria de los gastos. Una explicación es que los hogares de ingresos medios se enfrentan a distintos tipos de limitaciones y tienen prioridades distintas a las de los hogares más pobres. Existe evidencia descriptiva que respalda esta explicación; cuando se les preguntó por sus prioridades durante el inicio de la pandemia de la COVID-19, la principal preocupación de los hogares no era la seguridad alimentaria, sino la educación y la salud de los miembros de sus familias, así como poder cubrir el alquiler o la hipoteca.
El efecto de las transferencias monetarias a los hogares no pobres en medio de los shocks económicos
El programa tuvo grandes impactos positivos en los gastos cuando los hogares beneficiarios hicieron frente a importantes shocks económicos negativos. En concreto, el estudio muestra que el fallecimiento de un miembro del hogar redujo tanto los ingresos como los gastos familiares. Sin embargo, al proporcionar un flujo de ingresos no relacionado con la ocurrencia de muertes, el programa logró compensar los impactos económicos negativos. Estos resultados indican que los hogares de ingresos medios pueden estar parcialmente limitados por la falta de seguros y que una focalización dinámica de los hogares de ingresos medios que sufren shocks económicos podría evitar que estos cayeran en la pobreza.
Tradicionalmente, los programas de transferencia monetaria se consideran una herramienta de lucha contra la pobreza dirigida a los hogares más pobres. Sin embargo, las estrategias de lucha contra la pobreza en los países de ingresos medios deben preocuparse tanto por sacar a los hogares de la pobreza como por garantizar que aquellos de ingresos medios no caigan en ella. Los resultados del caso colombiano subrayan la importancia de los programas de transferencia monetaria a hogares no pobres para alcanzar este último objetivo. Sin embargo, aunque las transferencias monetarias son enormemente útiles para contrarrestar los efectos de los shocks, los shocks graves son poco frecuentes y afectan a los hogares en distintos momentos. Por ello, las inversiones en el desarrollo de mecanismos de focalización adecuados e infraestructuras de entrega pueden ayudar a los gobiernos a reducir los costos de los programas y a entregar las transferencias cuando los hogares más las necesitan.
Agradecemos el apoyo del Departamento Nacional de Planeación y del Departamento para la prosperidad social en Colombia y de la división de Salud y Protección Social del BID.
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